Por ANA MARÍA SALAZAR
Ante tanto gobernador, presidente municipal, regidores y legisladores que pronto tomarán posesión en sus cargos en menos de tres meses, éste sería el momento de considerar qué estilo de liderazgo ejercerán como gobernantes o legisladores. Y aunque tenemos que reconocer que la esencia humana con frecuencia no es hermosa, ni ética, en el caso de los políticos mexicanos, tiene un reto adicional: el mismo entorno en que se desplazan los líderes políticos y sociales es un ambiente que promueve y facilita que los políticos asuman acciones y actividades ilegales, inmorales y antiéticas para poder cumplir con sus objetivos. Este es un problema sistemático y desde hace décadas se ha buscado resolverlo.
Hace algunos años, escribí sobre este tema para subrayar lo difícil que es ejercer el liderazgo y mantener el poder en una democracia.
Y es el mismo libro de cabecera de la clase política mundial El Príncipe de Nicolás Maquiavelo (Niccolò Machiavelli, filósofo italiano del Renacimiento 1469-1527) el que continúa promoviendo esa imagen del político dispuesto a hacer casi cualquier cosa para obtener y mantener el poder.
En esa obra, Maquiavelo pone sobre la mesa de discusión aquella parte de la naturaleza humana que con frecuencia rehusamos confrontar. Aunque sus teorías se han convertido en una base del estudio de la ciencia política, ha sido también relacionada con el lado oscuro y negativo del ejercicio del poder, por sus teorías de la crueldad como vía para gobernar o apoderarse de un Estado. Maquiavelo plantea que la obtención y la retención del poder son el fin último y, por lo tanto, todo lo que sea necesario para lograrlo está justificado. Pero también tiene consideraciones importantes acerca de lo que es la política, que es el poder y por ende cómo debería ser el liderazgo político.
El Príncipe contiene una serie de recomendaciones para los gobernantes, que 500 años después, continúan resonando entre los líderes políticos modernos que buscan diferentes caminos y estrategias que les permita gobernar. Probablemente el concepto que más choca con todas las lecturas modernas sobre la forma en cómo se debe ejercer el liderazgo político en una democracia es este concepto en donde Maquiavelo abandona todo sentido ético, donde abiertamente le recomienda al Príncipe (o sea al gobernante) deslindarse de lo ético.
Concluye Nicolás Maquiavelo, en El Príncipe: “la condición humana es ingrata, inconstante y cobarde, por tanto, es mejor que el Príncipe (gobernante), sea temido que amado”. Esta recomendación por parte de Maquiavelo, es para muchos futuros aspirantes al poder político, una proposición que choca con sus principios éticos que preferirían antes abandonar sus ambiciones políticas, a empezar a amenazar y amedrentar a personas para asegurar que se les respete. Pero también es importante reconocer que los gobernantes para quien escribió Maquiavelo no enfrentaron los controles al poder que encaran los políticos y gobernantes de una democracia: como el Estado de derecho, los medios de comunicación, los partidos de oposición y las leyes de transparencia, tendencias que dificultarían a cualquier líder político actual interpretar las recomendaciones de El Príncipe.
Al final de cuentas de lo que trata el liderazgo, o mejor dicho, un buen liderazgo, es simple y sencillamente el ejercicio correcto del poder. El controvertido asesor del presidente Bill Clinton, Dick Morris explica: “el arte del liderazgo es mantener un impulso lo suficientemente adelantado como para controlar los acontecimientos y mover la política pública sin perder el apoyo público”. (El Nuevo príncipe, Dick Morris, Editorial El Ateneo, Argentina 2003).
Dick Morris también presenta una reflexión sobre las enseñanzas de Maquiavelo que le dan esperanzas al futuro líder político y social de que sí es posible obtener el poder y ejercer un liderazgo moral, ético y legal. Si Maquiavelo estuviera vivo hoy, aconsejaría el idealismo como el camino más pragmático. Según Morris, uno puede satisfacer sus intereses y promover los intereses del electorado al mismo tiempo, aunque parecería un tanto ingenuo hacer tal afirmación. Morris detalla: “los oportunistas políticos no harán nada que sea impopular. Los idealistas harán cosas impopulares, pero casi insistiendo en el martirologio. Morris enfatiza que los pragmáticos saben que a menudo tienen que abrazar posiciones que al público no le gustan, pero trabajan duramente para articular sus visiones a fin de sobrevivir y poder luchar nuevamente otro día.
Twitter:@Amsalazar
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