'Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso (...) yo veo un México con hambre y sed de justicia'
Luis Donalco Colosio
Murrieta, candidato presidencial del PRI, fue asesinado la tarde del 23 de
marzo de 1994, el día que los mexicanos incluyeron en su diccionario la palabra
magnicidio.
Un cuarto de siglo después continua la certeza de que el
discurso pronunciado por el político sonorense el 6 de marzo fue el que
marcó su destino. A partir de ese momento se integró al ambiente una sensación
de desasosiego sobre "algo" que podría ocurrirle al candidato.
Y le ocurrió en Lomas Taurinas, un mísero municipio de
Tijuana, bajo el sol, con el mínimo de testigos. Lo mataron al ritmo de
"la culebra".
Hace unos días, el Instituto Nacional de Transparencia,
Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) instruyó a la
Fiscalía General de la República (FGR), antes PGR, a entregar en versión
publica una copia de todo el expediente de la averiguación previa CA 003/95
sobre el asesinato del excandidato presidencial del PRI.
Estas fueron sus palabras aquel 6 de marzo, 25 años
atrás.
DISCURSO DE LUIS DONALDO COLOSIO
Durante el acto conmemorativo del LXV Aniversario del
PRI en el Monumento a la Revolución.
Marzo 6, 1994
Compañeras y compañeros de partido;
Compatriotas:
Aquí está el PRI con su fuerza. Aquí está el PRI con sus
organizaciones; está con su militancia, está con la sensibilidad de sus mujeres
y de sus hombres. Aquí está el PRI con su recia vocación política. Aquí está el
PRI para alentar la participación ciudadana.
Aquí está el PRI para mantener la paz y la estabilidad del
país, para preservar la unidad entre los mexicanos. Aquí está el PRI en pie de
lucha. Aquí está el PRI celebrando un año más de intensa actividad política.
Aquí está el PRI que reconoce los logros, pero también el
que sabe de las insuficiencias, el que sabe de los problemas pendientes.
Aquí está el PRI que reconoce que la modernización económica
sólo cobra verdadero sentido, cuando se traduce en mayor bienestar para las
familias mexicanas y que para que sea perdurable debe acompañarse con el
fortalecimiento de nuestra democracia. Esta es la exigencia que enfrentamos y a
ella responderemos con firmeza.
El PRI reconoce su responsabilidad y ésta es de la mayor
importancia para el avance político de México. Los priístas sabemos que ser
herederos de la Revolución Mexicana es un gran orgullo, pero ello no garantiza
nuestra legitimidad política. La legitimidad debemos ganarla día con día, con
nuestras propuestas, con nuestras acciones, con nuestros argumentos.
Como Partido, tuvimos un nacimiento que a todos nos
enorgullece: el PRI evitó que México cayese en el círculo vicioso de tantos
países hermanos de Latinoamérica, que perdieron décadas entre la anarquía y la
dictadura.
La estabilidad, la paz interna, el crecimiento económico y
la movilidad social, son bienes que hubieran sido inimaginables sin el PRI.
Pero nuestra herencia debe ser fuente de exigencia, no de
complacencia ni de inmovilismo. Sólo los partidos autoritarios pretenden fundar
su legitimidad en su herencia. Los partidos democráticos la ganamos
diariamente.
Amigas y amigos del partido:
Surgimos de una Revolución que hoy sigue ofreciendo caminos
para las reivindicaciones populares. A sus principios de democracia, de
libertad y de justicia es a los que nos debemos.
Los ideales de la Revolución Mexicana inspiran las tareas de
hoy. La Revolución Mexicana, humanista y social, nos exige y nos reclama. La
Revolución Mexicana es todavía hoy nuestro mejor horizonte.
Encabezaremos una nueva etapa en la transformación política
de México. Sabemos que en este proceso, sólo la sociedad mexicana tiene
asegurado un lugar. Los partidos políticos tenemos que acreditar nuestra
visión.
En esta hora, la fuerza del PRI surge de nuestra capacidad
para el cambio, de nuestra capacidad para el cambio con responsabilidad. Así lo
exige la Nación.
Nuestra visión y nuestra vinculación histórica con el
gobierno nos aseguró la oportunidad de participar en los grandes cambios del
país. La fuerza del gobierno fue en buena medida la fuerza de nuestro Partido. Pero
hoy el momento es otro: sólo nuestra capacidad, nuestra propia iniciativa,
nuestra presencia en la sociedad mexicana y nuestro trabajo, es lo que nos dará
fortaleza.
Nadie podrá sustituir nuestro esfuerzo. Nadie podrá
asegurarnos un papel en la transformación de México si nosotros no luchamos por
él, si nosotros no lo ganamos ante los ciudadanos.
Quedó atrás la etapa en que la lucha política se daba,
esencialmente, hacia el interior de nuestra organización y no con otros
partidos. Ya pasaron esos tiempos.
Hoy vivimos en la competencia y a la competencia tenemos que
acudir; para hacerlo se dejan atrás viejas prácticas: las de un PRI que sólo
dialogaba consigo mismo y con el gobierno, las de un partido que no tenía que
realizar grandes esfuerzos para ganar.
Como un partido en competencia, el PRI hoy no tiene triunfos
asegurados, tiene que luchar por ellos y tiene que asumir que en la democracia
sólo la victoria nos dará la estatura a nuestra presencia política.
Cuando el gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa
política ha debilitado al PRI. Por eso hoy, ante la contienda política, ante la
contienda electoral, el PRI, del gobierno, sólo demanda imparcialidad y firmeza
en la aplicación de la ley. ¡No queremos ni concesiones al margen de los votos
ni votos al margen de la ley!
No pretendamos sustituir las responsabilidades del gobierno,
pero tampoco pretendamos que el gobierno desempeñe las funciones que sólo a
nosotros, como partido, nos corresponde desempeñar.
Hoy estamos ante una auténtica competencia. El gobierno no
nos dará el triunfo: el triunfo vendrá de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo,
de nuestra dedicación.
Los tiempos de la competencia política en nuestro país han
acabado con toda presunción de la existencia de un partido de Estado. Los tiempos
de la competencia política son la gran oportunidad que tenemos como partido
para convertir nuestra gran fuerza en independencia con respecto del gobierno.
Hoy somos la opción que ofrece el cambio con
responsabilidad. Somos la opción que mejor conoce lo que se ha hecho. Que sabe
de los resultados de sus programas, de sus aciertos y de sus errores.
Somos la opción capaz de conservar lo que ha tenido éxito y
somos la opción de encontrar nuevos caminos de solución para los problemas
pendientes.
No entendemos el cambio como un rechazo indiscriminado a lo
que otros hicieron. Lo entendemos como la capacidad para aprender, para
innovar, para superar las deficiencias y los obstáculos.
¡Cambiemos, sí! ¡Cambiemos! ¡Pero hagámoslo con
responsabilidad, consolidando los avances reales que se han alcanzado, y por
supuesto, manteniendo lo propio: nuestros valores y nuestra cultura!
¡México no quiere aventuras políticas! ¡México no quiere
saltos al vacío! ¡México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en
el poder y probaron ser ineficaces! ¡México quiere democracia, pero rechaza su
perversión: la demagogia!
Ofrecemos cambio con rumbo y responsabilidad, con paz, con
tranquilidad. Se equivocan quienes piensan que la transformación democrática de
México exige la desaparición del PRI.
No hemos estado exentos de errores, pero difícilmente
podríamos explicar el México contemporáneo sin la contribución de nuestro
partido. Por eso, pese a nuestros detractores y a la crítica de nuestros
opositores, somos orgullosamente priístas.
Debemos admitir que hoy necesitamos transformar la política
para cumplirle a los mexicanos.
Proponemos la reforma del poder para que exista una nueva
relación entre el ciudadano y el Estado. Hoy, ante el priismo de México, ante
los mexicanos, expreso mi compromiso de reformar el poder para democratizarlo y
para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo.
Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se
encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que
da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a
los excesos. Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto
estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y
democrático.
Reformar el poder significa fortalecer y respetar las
atribuciones del Congreso Federal.
Reformar el poder significa hacer del sistema de impartición
de justicia, una instancia independiente de la máxima respetabilidad y
certidumbre entre las instituciones de la República.
Reformar el poder significa llevar el gobierno a las
comunidades, a través de un nuevo federalismo. Significa también nuevos métodos
de administración para que cada ciudadano obtenga respuestas eficientes y
oportunas cuando requiere servicios, cuando plantea sus problemas, o cuando
sueña con horizontes más cercanos a las manos de sus hijos.
Estos son mis compromisos con la reforma del poder. Es así
como yo pienso que cada ciudadano tendrá más libertades, más garantías, para
que sus intereses sean respetados; para gozar de seguridad y de una aplicación
imparcial de la ley.
Los priístas creemos en el cambio con responsabilidad.
Por eso es que hemos hecho nuevas propuestas, que hemos
asumido nuevas tareas. Por eso es que convocamos - antes que nadie - a un
debate entre los candidatos a la Presidencia de la República.
Hemos alentado acuerdos entre partidos; hemos planteado
revisar el listado electoral; hemos solicitado la participación de observadores
en todo el proceso electoral y la integración de un sistema de resultados
oportunos.
Por eso es por lo que también hemos resuelto dar
transparencia a todos nuestros gastos
Estamos por elegir candidatos a diversos cargos de
elección popular.
Amigas y amigos:
Tenemos que aprovechar este proceso para darle mayor fuerza
a nuestra organización. Todos los priístas tenemos una tarea que cumplir, todos
tenemos una responsabilidad que asumir.
No queremos candidatos que, al ser postulados, los primeros
sorprendidos en conocer su supuesta militancia, seamos los propios priístas.
Asumimos todos estos compromisos de reforma republicana, de
reforma democrática y federal; de reforma de los procedimientos y de su
contexto; de reforma interna del PRI.
Y lo hacemos porque somos conscientes que la sociedad
mexicana ha cambiado y que demanda en consecuencia un cambio en las prácticas
políticas. El PRI participará con civilidad y con respeto a nuestro pluralismo
en las elecciones del 21 de agosto.
Como candidato del PRI a la Presidencia de México reafirmo
mi compromiso indeclinable con la transformación democrática de México.
Que se entienda bien: ese día sólo podrá haber un solo
vencedor. Sólo es admisible el triunfo claro, inobjetable, del pueblo de
México.
Y para que el pueblo de México triunfe el 21 de agosto, los
partidos políticos - todos - tendremos que sujetarnos a la ley y sólo a ella,
sin ventajas para nadie, sin prepotencias, sin abusos y sin arbitrariedades.
Por ello, congruente con mi exigencia de una elección
democrática, aspiro a que el Congreso de la Unión decida las reformas
electorales que procedan, siempre a partir de los consensos que los partidos
hemos venido construyendo en el marco del Acuerdo por la Paz, la Justicia y la
Democracia, firmado el 27 de enero.
Aspiro a que juntos ampliemos la autonomía y afiancemos la
imparcialidad de nuestros organismos electorales, a fin de que la voluntad
popular y sólo ella, determine los resultados de los comicios.
Confiabilidad, certeza, regularidad y limpieza electorales
no pueden seguir siendo sólo aspiraciones, tienen que ser realidades que se
impongan en las conciencias de los ciudadanos. De ahí nuestro compromiso con la
participación de observadores en el proceso electoral.
La elección es de la sociedad y por tanto no puede ser un
asunto cerrado. Su transparencia exige de la participación de observadores y no
excluye que de ella pueda darse el más amplio testimonio, tanto por parte de
nuestros ciudadanos como de visitantes internacionales. De ninguna manera
tenemos por qué mirar con temor a quienes desean conocer la naturaleza de
nuestros procesos democráticos.
Nuestras elecciones - y lo digo con pleno convencimiento -
no tendrán vergüenzas qué ocultar.
El PRI estará al frente del avance democrático de México,
asumiendo sus responsabilidades y respondiendo a las exigencias de la sociedad
mexicana.
En estos meses de intensos recorridos por todo el país, de
visita a muchas comunidades, de contacto y diálogo con mi Partido y con la
ciudadanía entera, me he encontrado con el México de los justos reclamos, de
los antiguos agravios y de las nuevas demandas; el México de las esperanzas, el
que exige respuestas, el que ya no puede esperar.
Ese es el México que nos convoca hoy; ese es el México que
convoca a mi conciencia; ese es el México al que habremos de darle seguridad,
al que habremos de darle rumbo en la nueva etapa del cambio.
Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden
esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de
comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su
cultura y de que están dispuestas a creer, a participar, a construir nuevos
horizontes.
Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las
respuestas que merecen. He visto un campo empobrecido, endeudado, pero también
he visto un campo con capacidad de reaccionar, de rendir frutos si se
establecen y se arraigan los incentivos adecuados.
Veo un cambio en el campo; un campo con una gran vocación
productiva; un campo que está llamado a jugar un papel decisivo en la nueva
etapa de progreso para nuestro país.
Yo veo un México de trabajadores que no encuentran los
empleos ni los salarios que demandan; pero también veo un México de
trabajadores que se han sumado decididamente al esfuerzo productivo, y a los
que hay que responderles con puestos de trabajo, con adiestramiento, con
capacitación y con mejores salarios.
Yo veo un México de jóvenes que enfrentan todos los días la
difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las
oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven
orillados a la delincuencia, a la drogadicción; pero también veo jóvenes que
cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades que
demandan, participan con su energía de manera decisiva en el progreso de la
Nación.
Yo veo un México de mujeres que aún no cuentan con las
oportunidades que les pertenecen; mujeres con una gran capacidad, una gran
capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política y social. Mujeres en
suma que reclaman una participación más plena, más justa, en el México de
nuestros días.
Yo veo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana
empresa, a veces desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por
la discrecionalidad en las autoridades. Son gente creativa y entregada,
dispuesta al trabajo, dispuesta a arriesgar, que quieren oportunidades y que
demandan una economía que les ofrezca condiciones más favorables.
Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los
empleos que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas.
Un México de maestras y de maestros, de universitarios, de
investigadores, que piden reconocimiento a su vida profesional, que piden la
elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de
sus frutos académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su
mejor esfuerzo.
Todos ellos son las mujeres y los hombres que mucho han
contribuido a la construcción del país en que vivimos y a quienes habremos de
responderles.
Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México
de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la
ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de
las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.
Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad,
ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan.
Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos
que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar
el progreso.
Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las
respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los
podemos superar.
Yo me propongo encabezar un gobierno para responderle a
todos los mexicanos. El cambio con rumbo y con responsabilidad no puede
esperar.
Manifiesto mi más profundo compromiso con Chiapas. Por eso
debemos escuchar todas las voces, no debemos admitir que nadie monopolice el
sentimiento de los chiapanecos.
Expreso mi solidaridad a todos aquellos chiapanecos que aún
no han dicho su verdad, a todos aquellos que tienen una voz que transmitir y a
todos aquellos que tienen una palabra que expresar.
Debemos de asumir y debemos de decidir. Debemos de decidir
si nos asumimos plenamente como una sociedad plural o si concesionamos sólo a
algunos la interlocución de nuestros intereses.
Chiapas es un llamado a la conciencia de todos los
mexicanos. Pero nuestra propuesta de cambio, no se limita a responderle
solamente a Chiapas. Le queremos responder a todos los mexicanos, a los de
todos los pueblos, a los de todos los barrios, a los de todas las comunidades.
Queremos cumplirle a los chiapanecos, pero también a los
mexicanos de la Huasteca, a los de La Laguna, a los de la Montaña de Guerrero,
a los de la Sierra Norte de Puebla, a los de Tepito o a los de las barrancas de
Álvaro Obregón, aquí en el Distrito Federal; a los del puerto de Anapra, en
Ciudad Juárez, Chihuahua; a los de la Colonia Insurgentes, en Guadalajara,
Jalisco; o a los de San Bernabé, en Monterrey, Nuevo León.
Mi compromiso es con todos los mexicanos; mi compromiso es
luchar contra la desigualdad y evitar crear nuevos privilegios de grupo o de
región.
Los mexicanos ante el conflicto hemos ratificado nuestra
unidad esencial bajo una bandera y nuestro ánimo de concordia.
Nuestras instituciones probaron su legitimidad y su
eficacia. De la solución del conflicto, han salido fortalecidas.
Desde aquí manifiesto mi reconocimiento al Ejército Mexicano
por su patriotismo, lealtad y entrega en la defensa del interés y la unidad
nacionales.
Frente a Chiapas los priístas debemos de reflexionar. Como
partido de la estabilidad y la justicia social, nos avergüenza advertir que no
fuimos sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades; que no
estuvimos al lado de ellas en sus aspiraciones; que no estuvimos a la altura
del compromiso que ellas esperaban de nosotros.
Tenemos que asumir esta autocrítica y tenemos que romper con
las prácticas que nos hicieron una organización rígida. Tenemos que superar las
actitudes que debilitan nuestra capacidad de innovación y de cambio.
Recuperemos nuestra iniciativa, recuperemos nuestra fuerza,
para representar las mejores causas, para ofrecer los caminos de la paz, para
responder ante las injusticias.
Recuperemos esos valores. Hagámoslo en esta campaña.
Empecemos por afirmar nuestra identidad, nuestro orgullo militante y afirmemos
nuestra independencia del Gobierno.
Es la hora de un nuevo impulso económico; es la hora de
crecer sin perder la estabilidad financiera ni la estabilidad de precios. La
economía, más allá de las metas técnicas, tiene que estar al servicio de los
mexicanos.
Por eso, el nuevo crecimiento económico tiene que ser
distribuido con mayor equidad, con empleos crecientes, con ingresos
suficientes.
Que no nos quepa la menor duda: México cerrará este siglo
con una economía mucho más fuerte. Existen las condiciones para hacerlo, la
sociedad lo demanda.
La tarea del crecimiento con estabilidad será de todos los
mexicanos.
Es la hora de la confianza para todos, la de traducir las
buenas finanzas nacionales, en buenas finanzas familiares.
Es la hora de convertir la estabilidad económica en mejores
ingresos para el obrero, en mejores ingresos para el campesino, para el
ganadero o para el comerciante, para el empleado o para el oficinista, para el
artesano o el profesionista, para el intelectual y para las maestras y los
maestros de México.
Es la hora de los apoyos efectivos y del impulso al esfuerzo
que realizan las mujeres y los hombres al frente de micro, pequeñas y medianas
empresas. Que se les lleve a superar sus dificultades, que se les apoye a
ampliar sus negocios con mejores tecnologías para que sean más competitivos en
los mercados.
Es la hora del gran combate a la desigualdad, es la hora de
la superación de la pobreza extrema, es la hora de la garantía para todos de
educación, de salud, de vivienda digna. Esa es la reforma social de la que
hablé en Huejutla.
Es la hora de hacer justicia a nuestros indígenas, de
superar sus rezagos y sus carencias; de respetar su dignidad. Como lo dije en
San Pablo Guelatao, Oaxaca: es la hora de celebrar un nuevo pacto del Estado
mexicano con las comunidades indígenas.
Es la hora de nuevas oportunidades para el campo de México,
como lo comprometí en Anenecuilco, Morelos. Es la hora de enfrentar con
decisión y con firmeza la pobreza, y mejorar los niveles de vida de los
campesinos.
Es la hora de que el Artículo 27 de la Constitución se
exprese en bienestar, en justicia, en libertad para los hombres del campo. Y es
la hora de acabar para siempre con todo vestigio de latifundio; es la hora de
dar certidumbre al ejido, a las tierras comunales y a la pequeña propiedad.
Es la hora de impulsar la reforma agraria para nuestro
tiempo. Es la hora de promover más y mejor inversión en el campo; de alentar de
manera mejor y más eficaz, con libertad, la participación de los campesinos.
Es la hora de dar solución a los problemas de la cartera
vencida en el campo, del crédito escaso y caro.
Es la hora de asociar los esfuerzos de los productores; es
la hora de constituir más cajas de ahorro, más uniones de crédito y de poner en
marcha nuevos mecanismos de comercialización.
Es la hora de las regiones de México, para aprovechar mejor
los recursos, para aprovechar mejor la capacidad y el talento de cada una de
las comunidades del país, de cada ciudad de nuestro país, de cada estado de la
República.
Un desarrollo regional que abra las esperanzas de cada
rincón de México, que canalice recursos para mantener la infraestructura
carretera, ferroviaria, portuaria, hidráulica y energética.
Es la hora de superar la soberbia del centralismo, como lo
dije en Jalisco; de apoyar decididamente al municipio. Es la hora de un nuevo
Federalismo; es la hora de dotar de mayor poder político y financiero, a
nuestros estados, como lo dije en Tabasco; es la hora de garantizar plenamente
la conservación de nuestros recursos naturales, de nuestro medio ambiente, de
nuestra ecología.
Es la hora de una educación nacionalista y de calidad; es la
hora de una educación para la competencia; es la hora de nuestras escuelas, de
nuestros tecnológicos; es la hora de la universidad pública en México; es la
hora de la gran infraestructura para la capacitación de todos los mexicanos que
quieran progresar.
La educación es nuestra más grande batalla para el futuro. A
ella destinaremos mayores recursos.
Es la hora de reformar el poder, de construir un nuevo
equilibrio en la vida de la República; es la hora del poder del ciudadano. Es
la hora de la democracia en México; es la hora de hacer de la buena aplicación
de la justicia el gran instrumento para combatir el cacicazgo, para combatir los
templos de poder y el abandono de nuestras comunidades.
¡Es la hora de cerrarle el paso al influyentísimo, a la
corrupción y a la impunidad!
Es la hora de la Nación. Es la hora de ser fuertes todos
haciendo fuerte a México. Es la hora de reafirmar valores que nos unen. Es la
hora del cambio con rumbo seguro para garantizar paz y tranquilidad a nuestros
hijos.
La única continuidad que propongo es la del cambio; la del
cambio que conserve lo valioso. Queremos un cambio con responsabilidad en el
que no se olvide ningún ámbito de la vida nacional; queremos un cambio
democrático para una mejor economía, para un mayor desarrollo social. Y hoy
existen las condiciones para lograrlo; la sociedad lo demanda.
Hoy queda claro que los cambios no pueden ser ni marginales
ni aislados. La vía del cambio corre en igual sentido y en igual intensidad y
urgencia por el campo de la política, por el campo de la economía y del
bienestar social.
Con firmeza, convicción y plena confianza, declaro: ¡Quiero
ser Presidente de México para encabezar esta nueva etapa de cambio en México!
Amigas y amigos; amigas y amigos:
Asumo el compromiso de una conducción política para la
confianza; una conducción política responsable, para llevar a cabo los cambios
que requerimos, para cerrarle el paso a toda intención desestabilizadora, de
provocación, de crisis, de enfrentamiento.
Haremos de nuestra capacidad de cambio el mejor
argumento para convocar a la confianza de los mexicanos, para garantizar la
paz, para fortalecer nuestra unidad.
Somos una gran Nación porque nos hemos mantenido básicamente
unidos, pero con respeto a la pluralidad.
Queremos un México unido, queremos un México fuerte,
queremos un México soberano. Un México de libertades, un México con paz, porque
son amplios los cauces de la democracia y de la justicia.
Hay sitio para todos en el México por el que luchamos
afanosamente.
Soy un mexicano de raíces populares. Soy un mexicano que ha
recorrido en muchas ocasiones nuestro país, que no cesa de maravillarse ante la
gran variedad y riqueza humana de nuestra patria y que no cesa tampoco de
advertir carencias y dolores.
Me apasiona convivir, compartir, escuchar y comprender al
pueblo al que pertenezco. Aprendo diariamente de sus actitudes francas, de sus
actitudes sencillas.
Reitero que provengo de una cultura del esfuerzo y no del
privilegio. Como mis padres, como mis abuelos, soy un hombre de trabajo que
confía más en los hechos que en las palabras. Pero por eso mismo, soy un hombre
de palabra, un hombre de palabra que la empeño ahora mismo para comprometerme
al cambio que he propuesto: un cambio con rumbo y con responsabilidad.
El gran reclamo de México es la democracia. El país quiere
ejercerla a cabalidad. México exige, nosotros responderemos.
Como Candidato a la Presidencia de la República, estoy listo
también.
Demos nuestro mayor esfuerzo en ésta elección.
Vamos a echarle ganas.
No hay que bajar la guardia.
Vamos por la victoria.
Ganémosla con México y ganémosla para México.
¡ Que viva el PRI !
¡ Que viva México !
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