Los problemas financieros ya antecedieron a una probable recesión, que podría ser más bien leve y de no muy larga duración.
Hace casi 90 años no teníamos un año que fuera tan
complicado en materia financiera.
Quizás pensábamos que el año difícil fue el 2020 ya que en
él ocurrió la mayor caída de la actividad económica en casi un siglo.
Y, en efecto, en el terreno productivo, el primer año de la
pandemia fue un auténtico desastre.
De acuerdo con el FMI, el retroceso significó una
pérdida global de 2.2 billones (trillions) de dólares en la generación de
valor en el mundo.
Como una mera referencia, el PIB de México en ese año fue
equivalente a 1.1. billones de dólares, de modo que la caída global fue
equivalente al doble del valor total de la economía mexicana.
Hacía décadas que no veíamos una pérdida de esa magnitud. La
caída de la economía en aquel año trágico fue de 2.9 por ciento, algo nunca
visto desde la Segunda Guerra Mundial.
Pero si hablamos del valor de los activos de los
mercados accionarios, la caída de este año 2022, ha sido hasta ahora mucho
mayor, pues las estimaciones apuntan una pérdida en el valor de
capitalización de los mercados bursátiles de casi 20 billones de
dólares.
Van solo algunas cifras para dimensionar la profundidad de
la caída.
El índice S&P 500, que incluye algunas de las
mayores empresas tradicionales del mundo entero, ha caído 18 por
ciento en lo que va del año.
El Nasdaq, que incluye a la mayoría de las empresas
tecnológicas, trae un retroceso de 29 por ciento, con pérdidas
espectaculares en el caso de las mayores empresas.
Solo por poner un ejemplo, Apple, que es la empresa con
mayor valor en el listado, ha retrocedido 400 mil millones de
dólares en su valor de mercado.
Google, otra de las gigantes, retrocedió 661 mil
millones de dólares. Y Facebook, hoy Meta, se vino hacia atrás con
una pérdida en el valor de la empresa de 655 mil millones de dólares.
Tal vez se podría pensar que esa erosión de valor es
meramente simbólica.
Muchos economistas, desde el siglo XIX han señalado que las
crisis financieras derivan de periodos en los que los activos financieros se
valorizan excesivamente, de manera especulativa.
Karl Marx, inspirador del comunismo, habló de este proceso
como el de generación de “capital ficticio”, es decir, valor que existe en
el papel pero que no tiene correspondencia en el mundo real.
Como otros, él identificó que el capitalismo se movía a
través de crisis financieras, en las cuales, en ciertos momentos había una
destrucción de capital financiero por la caída de valor de los títulos.
El tiempo ha mostrado que la realidad es algo más compleja
de lo que describían sus modelos.
Poro existen elementos que siguen apareciendo desde el siglo
XIX.
El economista Charles Kindleberger, en su texto, Manías,
pánicos y cracs: una historia de las crisis financieras hizo un recuento
detallado de la historia de estos eventos desde la llamada “crisis de los
tulipanes” en 1637.
La sicología humana explica en buena medida este proceso
cíclico que infla el valor de los activos seguido de un desplome que ocurre a
veces por razones que poco tienen que ver con la economía.
Cuando nos enfrentamos a un entorno optimista somos
proclives a incurrir en la euforia. Perdemos los parámetros de la realidad.
Pero, igual ocurre cuando el entorno es pesimista y todo se ve
completamente negro sin que realmente lo sea.
En ambos casos, las emociones vencen a la racionalidad y
generan manías en el primer caso y pánicos en el segundo.
Este 2022 hemos visto un complejo ajuste en el sistema
financiero que ha traído pérdidas en casi todos los mercados y que anticipa una
recesión económica.
Sin embargo, a diferencia de los años 2008 y 2009, no se
percibe que pueda traer consigo un desastre financiero.
De hecho, por lo descrito arriba, los problemas financieros
más bien ya antecedieron a una probable recesión, que podría ser más bien leve
y de no muy larga duración.
Pero, de ese tema hablaremos en un próximo artículo.
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