Hay un PRI que cobra rápidamente relevancia por enfrentar el reto del cambio climático. En México ya se le unieron varios equipos financieros.
La semana pasada, la gente de Tula y de
Ecatepec enfrentó situaciones atípicas. Las lluvias recientes cambiaron su
perspectiva.
Internacionalmente, en Estados Unidos el
huracán Ida inundó Nueva Jersey; antes, un torrente devastó la ciudad
de Bad Neuenahr-Ahrweiler y en esos días las tormentas mataron a unas 200
personas en Alemania y Bélgica. En California, en donde parece acelerarse la
desertificación, otra vez hay fuego en las montañas.
Lo que compramos, en el modo en el que lo
consumimos, daña el ambiente, de acuerdo con la ONU. Ya aumentamos la
temperatura del mundo.
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No está en lo más alto de la agenda de
los partidos políticos el impacto social y ecológico de nuestros gustos. No
parece estar en la del Movimiento de Regeneración Nacional, la del PAN o la del
PRI.
Pero hay otro PRI que cobra rápidamente
relevancia globalmente por enfrentar el reto. En México ya se le unieron varios
equipos financieros, ustedes podrían estar afiliados ya a ese PRI,
indirectamente.
Se le sumó la Afore XXI Banorte y sus
‘aforados’; también los fondos de capital privado Angel Ventures y Nexxus
Capital. Las extranjeras con presencia en el país Sura y BBVA ya están entre
los más de 50 signatarios del Principles for Responsible Investment (PRI) o
Principios de Inversión Responsable, una organización privada nacida en 2006 y
presentada ese año en el balcón del piso de remates del New York Stock
Exchange.
Fue creada bajo la lógica de que algo
estamos haciendo mal.
Las personas con mayor poder adquisitivo
y quienes controlan el dinero de grandes fondos de trabajadores, siempre
centraron sus inversiones en la premisa de aumentar el capital sin importar los
costos para la sociedad y el ambiente.
Varios economistas advirtieron que de
mantenerse la tendencia, lo que ocurrirá es un retroceso inminente. El ‘Stern
Report’, de Nicholas Stern, elaborado a petición del gobierno del Reino Unido y
presentado justamente en 2006, advirtió que de no hacer nada, solamente los
costos del cambio climático serán equivalentes a perder 5 por ciento del PIB
cada año.
¿Vieron la portada de The Economist?:
“Un mundo a tres grados centígrados no tiene lugar seguro. Los extremos de inundaciones
e incendios no van a desaparecer, pero la adaptación puede disminuir su
impacto”.
La revista refiere el aumento
catastrófico de tres grados al que puede llegar el planeta después de haber
rebasado ya el primero de ellos debido principalmente a la generación de
electricidad con combustóleo, diésel, gas y carbón que prevalece en el mundo y
en México.
Pero Latinoamérica responde.
Mientras faltan reacciones claras de los
líderes de las mayores economías regionales, Jair Bolsonaro, en Brasil, y
Andrés Manuel López Obrador, en México, el PRI lanzó la Iniciativa Climática
Inversionistas LatAm (ICIL) para apoyar a sus aliados a que cambien sus
portafolios de inversión.
De aquí a noviembre establecerán cinco
acciones basadas en el Acuerdo de París, para que instituciones como las Afore
inviertan en empresas que vigilen y reduzcan el impacto que ocasionan al
medioambiente y la sociedad, estableciendo internamente un gobierno
corporativo, bajo los principios ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza) o
ESG, en inglés.
En términos prácticos, la meta es que las
empresas que busquen capital contaminen menos, avancen en temas como la
igualdad de género y reduzcan la influencia de las familias que las controlan,
lo que abona a su propia sustentabilidad. (Revisen el caso de Exxon y Engine
No. 1, para que vean qué tan serio es el asunto).
El PRI en Latinoamérica es encabezado por
el economista Eduardo Alfonso Atehortua Barrero, quien está al tanto de los
países de la región que ya establecieron fechas para su ‘descarbonización’. Ya
no hay espacio, pero pronto leerán aquí de eso. La agenda ambiental ya es
financiera y viceversa.
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