Cada vez más personas de mi entorno abandonan a AMLO. Las
motivaciones son obvias. El presidente decepcionó. No acabó con la pobreza; en
vez de eso, otorgó dádivas y aplicó políticas clientelares para obtener
beneficios políticos; no acabó con la corrupción; pero se opone testarudamente
a que su gobierno rinda cuentas en el uso del dinero público.
En la izquierda democrática hay mucho descontento con la
deriva autoritaria del gobierno, con su carácter autocrático, con la fractura
del principio de la división de poderes, con la militarización, con la política
de odio que ha dividido a México y que, inevitablemente, dejará hondas heridas
en el cuerpo social.
Nos equivocamos quienes pensamos que el gobierno de AMLO era
de izquierda. Hoy es perfectamente visible que su inspiración principal
proviene del viejo PRI: de ahí sus políticas clientelistas, sus ideas
nacionalistas, su proteccionismo económico, su autoritarismo, sus ideas
estatistas y su pragmatismo egocéntrico.
En retrospectiva, es fácil observar que las ideas esenciales
de la conducta política de AMLO las extrajo de sus años de militancia en el PRI
y que su vinculación con la izquierda fue producto de un afán oportunista
jalonado por intereses políticos concretos. Nunca ha mostrado compartir los valores
éticos que inspiran a la izquierda social-democrática.
Él no posee el valor supremo de la dignidad del ser humano:
día con día despotrica contra sus enemigos, agrede, insulta, descalifica,
acusa, demoniza, humilla y ultraja a otros mexicanos que, simplemente, no
comparten sus ideas... AMLO no es un hombre bueno. Dice respetar la moral, pero
se comporta como un hombre violento, frustrado, poseído por el odio, por la
amargura y el resentimiento.
Nos angustia; sin embargo, que en la actualidad no exista en
el escenario político una opción de izquierda democrática. Por múltiples
motivos, no se ha consolidado en México una alternativa política democrática y
socialista real y atractiva para la población. Los actuales partidos de la
oposición portan sobre sus espaldas una historia de errores, oportunismo o
infamia. El PRD jamás asumió con claridad los valores y principios de la
democracia; el PAN, por otra parte, no pudo nunca explotar la vena democrática
de Manuel Gómez Morín.
Una nueva opción democrática debe construirse con un nuevo
proyecto nacional y una nueva ética política. El México que debemos edificar es
un país democrático, unido y, al mismo tiempo, plural, donde impere el diálogo
público inteligente, un país igualitario, construido con una economía pujante,
no cerrada sino abierta al mundo, con respeto absoluto a los derechos humanos,
con Estado fuerte, fundado en la ley y los valores y la fuerza interior de sus
habitantes.
La clave para la realización de cualquier proyecto nacional
son los seres humanos; dicho de otra forma, la principal palanca de cambio
reside en la educación de las nuevas generaciones, área que el presidente López
Obrador tiene en total abandono. Urge formar nuevos ciudadanos. Urge reclamar
que se otorguen más recursos para el sector educativo, urge que se eleven los
salarios de los maestros, urge invertir en formación docente promover la
evaluación y la investigación educativa.
La escuela debe formar un nuevo tipo de ciudadano. Un
ciudadano con alta autoestima, con sentimientos de altruismo y empatía, con
valores morales como la franqueza, la honestidad, la autonomía y la justicia.
Un ciudadano comprometido con su comunidad inmediata…
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