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domingo, 13 de diciembre de 2020

HISTORIA DE LA MUJER EN LA ACTIVIDAD POLÍTICA EN MEXICO

 

 




 

En México, el acceso de las mujeres a los cargos de elección ha ocurrido a cuentagotas. Ha sido una hazaña compleja lograr el reconocimiento de nuestras capacidades políticas y también abrir los espacios que merecemos, siendo más de la mitad de la población. 

Recordemos que fue hasta la segunda mitad del siglo xx cuando se consolidó la demanda de las feministas sufragistas. En 1946 se logró el voto municipal y en 1953 el sufragio femenino a nivel federal. Desde ese momento, nuestra representatividad en la política fue paulatina, con un camino sinuoso y lleno de obstáculos.

Las precursoras que abrieron brecha para la participación política de las mujeres ingresaron primero al Congreso. En 1953 ocurrió la primera elección en la que hubo participación femenina. En ese año Baja California pasó de ser un territorio a Entidad Federativa y añadiría una diputación al Congreso, y fue electa Aurora Jiménez Palacios como la primera diputada federal.

Once años después (en 1964) llegó la primera mujer a la Cámara Alta, el espacio legislativo de mayor jerarquía en el Congreso. Se trató de la senadora María Lavalle Urbina, quien expresó su preocupación por entender y atacar los obstáculos que teníamos para participar en la vida política. 

No obstante, en el caso de las gobernadoras el camino ha sido todavía más complicado. A pesar de que las acciones afirmativas para alcanzar la paridad han dado frutos y al día de hoy tenemos un Congreso federal paritario y varios congresos locales que también se acercan a esta composición, México sólo ha tenido nueve gobernadoras (ocho electas y una interina) y ha prevalecido un déficit desde las candidaturas: en las pasadas elecciones de 2018, de 48 candidaturas a la gubernatura en nueve entidades, únicamente 11 fueron femeninas.

La subrepresentación de las mujeres en las gubernaturas de nuestro país contrasta con la presencia de un gabinete paritario por primera vez en nuestra historia, y con congresos cada vez más equitativos. De cara al futuro, un gran reto para la representatividad de más de la mitad de la población es consolidar la paridad en todos los niveles jerárquicos y en todos los espacios, incluyendo la política.

Por ello, a pesar de las resistencias y con los antecedentes de quienes abrieron brecha, como la feminista Griselda Álvarez, electa en 1979, es claro que ha habido y hay varones que no están dispuestos a reconocer que las mujeres hemos seguido un camino pedregoso rumbo a las gubernaturas. 

Las tres primeras gobernadoras: Griselda Álvarez, Beatriz Paredes y Dulce María Sauri, ejercieron en entornos eminentemente masculinos, que sin duda abrieron brecha y permitieron que las cualidades políticas de las mujeres fuesen observadas. Sin embargo, en su momento, para poder llegar a esos importantes cargos, tenían que demostrar habilidades y trayectorias pulcras y sobresalientes, algo que no era necesariamente exigido a los hombres. 

En 2021 tendrá lugar la elección más grande de la historia de México. Elegiremos 21 368 nuevos representantes populares, además de que serán renovadas 15 gubernaturas. Las candidaturas para gobernadores y gobernadoras, siguiendo el acuerdo aprobado por el Instituto Nacional Electoral en su sesión del 6 de noviembre del presente año, deberán respetar un principio de paridad, y al menos siete deberán ser femeninas en cada partido o coalición. 

Estamos ante una oportunidad histórica de fortalecer la representatividad en esos altos cargos, y es estrictamente justo afirmar que las mujeres que sean postuladas estarán contendiendo por méritos propios.

 

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