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sábado, 26 de diciembre de 2020

El nombramiento de la maestra Delfina Gómez agita el debate sobre el racismo y la misoginia en México

 

Hija de un albañil y un ama de casa, la nueva secretaria de Educación desata una ola de descalificaciones que refleja la discriminación y el clasismo de un sector del país




“Yo jamás tomaría un centavo de nadien, que no sea producto de mi trabajo y de mi esfuerzo”. Esta es la frase que ha encendido las redes sociales en México tras el nombramiento de Delfina Gómez al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP) esta semana. La declaración es vieja y se produjo en una entrevista en televisión de cuando fue candidata por la gubernatura del Estado de México en 2017. En cuestión de horas, la palabra nadien se convirtió en tendencia. Y empezaron las descalificaciones y las burlas: “Esta señora no sabe hilar una frase, no sabe leer ni hablar”. “Nadien mejor que Delfina al frente de la SEP”. “Nadien como ella para robarse el dinero de los maestros”.

Delfina Gómez, de 58 años, es la segunda mujer que llega al cargo, después de la designación de Josefina Vázquez Mota en 2006. Hija de un albañil y una ama de casa, tiene una licenciatura y una maestría en la Universidad Pedagógica Nacional y otro posgrado en el Tecnológico de Monterrey. Tiene casi dos décadas de experiencia como docente y fue directora escolar durante 10 años. Ha sido diputada, senadora electa y alcaldesa de Texcoco, su ciudad natal. Ninguna línea de su currículum se incluyó en los ataques.

La llegada de Gómez rompe con el perfil de los secretarios de Educación que se habían designado en este Gobierno y los anteriores. Sustituye a Esteban Moctezuma, un economista con un posgrado en la Universidad de Cambridge. Moctezuma llegó después que Otto Granados, ahora visiting fellow en la Universidad de Harvard, y que Aurelio Nuño, educado en Oxford. “Yo creo que nunca había ocupado la Secretaría de Educación Pública una maestra de primaria”, dijo el presidente, Andrés Manuel López Obrador, al anunciar el nombramiento.

“En la mayoría de las críticas no se cuestiona su experiencia política ni profesional, sino que se utilizan su origen y su profesión para descalificarla”, señala Elisa Velázquez, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia. “Esto es una muestra de los problemas de racismo que existen en México, aunque muchas veces esto se niegue o se silencie”, comenta Velázquez.

“López Obrador es un presidente de símbolos y esta nominación manda un mensaje importante”, apunta Manuel Gil Antón, especialista del Colegio de México. La primera señal es designar a alguien que conoce la educación desde el terreno y no detrás de un escritorio. La segunda es el recambio en las élites gobernantes tradicionales. “Es una persona que no tiene los blasones académicos de sus predecesores, pero que se parece mucho más a como se ven los maestros del país”, dice Gil Antón, “también es muy diferente a los maestros de Finlandia o los profesores escandinavos con los que sueña la aristocracia mexicana”.

Gil Antón califica las burlas como “inaceptables” por su sesgo de clase y racial. Y de género. Ningún nombramiento en el Gabinete ha sido tan cuestionado en dos años de mandato de López Obrador. Dos semanas antes, el presidente nombró a Tatiana Clouthier, licenciada en Lengua Inglesa, como secretaria de Economía y la respuesta de los detractores más radicales del Gobierno no fue tan furibunda. El nombramiento de Clouthier, con un tono de piel más claro e hija de un ex candidato presidencial del conservador Partido Acción Nacional, pasó prácticamente desapercibido.

“Casi nunca vemos los insultos racistas o clasistas cuando la persona en cuestión tiene poder económico”, apunta Velázquez. “Las manifestaciones racistas y clasistas se acumulan: no solo es de origen humilde, también es mujer”, agrega. El escrutinio público también es mayor para las mujeres y tiende a tratar cuestiones que nunca tocan a los hombres, ya sea cómo se ven o “quién está detrás de ellas”: como si no pudieran pensar por sí mismas ni, en todo caso, hacerse responsables de sus propias acciones. “Si una mujer lo hace mal en un puesto público, fallan todas las mujeres; si un hombre lo hace mal, se ve como un fracaso individual”, afirma Edith Matías Juan, del Centro Profesional Indígena de Asesoría, Defensa y Traducción. “No es menor que las críticas afloren cuando se le nombra secretaria de Educación, un tema que preocupa a todos, pero en el que también se depositan muchos prejuicios”, complementa Velázquez.

Las burlas contra Gómez no solo oscilaron entre el clasismo y el racismo, una división que aún provoca acalorados debates en México. Parten, además, del lenguaje para definir a la persona en cuestión. Este racismo lingüístico no solo arrastra la creencia de que hay lenguas superiores e inferiores, también jerarquiza las formas de expresarse en la lengua dominante, señala Matías Juan. “Aunque en el papel esta diversidad lingüística es cada vez más reconocida, los estigmas por hablar distinto siguen reproduciéndose”, asegura. Empieza por la diferencia entre decir pecsi o Pepsi y termina en la negación de derechos y en la exclusión: mujeres que sufren violencia obstétrica por no ser hispanohablantes, hombres condenados injustamente por no tener un juicio en su idioma, personas que son ridiculizadas por su forma de hablar.

“Estas críticas solo retratan a quienes las hacen”, opina Marco Fernández, especialista en Educación de México Evalúa, un think tank que suele ser crítico con López Obrador. “El quid de la discusión no está en si tiene problemas de dicción o no, hay temas más importantes, como de quién se va a rodear en su círculo cercano o cómo será su gestión tras el tsunami de la pandemia”, dice el profesor del Tecnológico del Monterrey. México se enfrenta a la deserción y trastornos emocionales por la crisis del coronavirus, a presupuestos acotados por las políticas de austeridad del presidente y al reto del regreso presencial a clases, temas ignorados en el alboroto de las redes sociales, afirma Fernández.

En la opinión de Gil Antón, el hecho de que una maestra dirija la cartera de Educación no garantiza nada por sí mismo, pero sí abre la posibilidad de un cambio que mejore la interlocución con el magisterio, tome en cuenta a los maestros y llene de contenido la “Nueva Escuela Mexicana”, un proyecto promovido por Moctezuma, que no ha acabado de aterrizar ni materializarse. “El presidente ha defendido que Gómez sabe de Educación, el tema está en que realmente la escuche”, advierte.

Está por verse si la cercanía entre Gómez y López Obrador se traducirá en un mayor margen de acción para una gestión ambiciosa al frente de la SEP. Si su cercanía con los sindicatos educativos apuntalará o mermará esa necesidad de cambio. Si la nueva secretaria podrá sortear el laberinto burocrático de la SEP y de las secretarías estatales para marcar una diferencia. Si las viejas denuncias por el cobro de “diezmos” a trabajadores de confianza lastrarán su carrera política. Ninguna de estas cuestiones pasa por que sea mujer ni por su origen social, ni pueden resolverse hasta que asuma el cargo formalmente. “Empecemos por evaluarla por lo que haga en su nuevo puesto”, concluye Velázquez.

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