En Madero vive un edificio cuyo reloj ha cambiado el tiempo de los capitalinos en la CDMX.
De entre todas las historias que guardan los edificios del Centro Histórico, hay una que vale la pena contarse. Se trata de un inmueble cuyo inmenso reloj en la fachada, que le ha dado la hora por casi cien años a los capitalinos. También trata de una joyería, que en su momento fue la más importante de la Ciudad de México, y de un museo imprescindible para todo el que vive aquí, que guarda en su interior todas las joyas que coleccionó Carlos Monsiváis.
Para empezar este relato, habría que decir que en 1892 se inauguró una lujosa joyería llamada Esmeralda. El proyecto estuvo a cargo de dos arquitectos que impregnaron en el edificio sus influencias francesas y neoclásicas, y dejaron en la ciudad dos huellas profundas; un reloj incrustado en la fachada del recinto del que escribieron los cronistas de la CDMX, y unas escaleras estilo Art Decó que impresionaban a los visitantes por su belleza. edificio
Era tan hermosa esta joyería, que los capitalinos de finales del XIX iban al lugar sólo a deslumbrase con las piedras preciosas que estaban a la venta. A ver, sin comprar, los anillos y los collares recen llegados del viejo continente. De hecho, algunos periódicos del momento cuentan que pocos días después de su apertura fue a visitarla el entonces Presidente Porfirio Díaz, que según los reportajes recorrió con una felicidad enorme los tres pisos del almacén y aduló las exhibiciones de alhajas que estaban dentro de las vidrieras.
La Esmeralda y su hermoso edificio llamaban la atención de todos. De hecho, uno de sus visitantes más famosos fue Chucho el Roto que para entrar, se tuvo que disfrazar de obispo y mientras los que lo atendían se dirigían a él como “ilustrísima” el ladrón bueno, como le decían, se robaba todo lo que cupiera en su traje clerical, tal vez para dárselo a los pobres.
Además de ser una joyería, este espléndido edificio fue también un conjunto residencial muy importante en esta metrópoli. Ahí vivió, por ejemplo, la famosa luchadora independentista María Ignacia también conocida como la “Güera Rodríguez” se dice que en su suntuosa casa, recibía a las grandes luminarias intelectuales del siglo XVIII, entre ellos a Simón Bolívar, que al parecer estaba profundamente enamorado de su belleza.
En algún momento la suntuosa joyería desapareció, y en 2006 se convirtió en el Museo del Estanquillo, un lugar casi mágico que guarda en su interior las hermosas colecciones que el cronista e intelectual Carlos Monsiváis hizo durante su vida. Este proyecto nació, entre otras cosas, por la necesidad del célebre intelectual chilango de mostrarle a los capitalinos su historia a través de cuatro décadas de objetos.
Se dice que el mismo Monsiváis fue quien escogió el emblemático edificio del reloj como casa de sus joyas personales, porque le maravillaba la estupenda fachada y la historia que contenía el inmueble. edificio
Actualmente, el Museo del Estanquillo guarda en una bóveda 20 mil piezas de Carlos, entre las que se cuentan fotografías, maquetas, caprichos conseguidos en la lagunilla, y hasta los dibujos que pintó el asesino del Álvaro Obregón. Cada objeto llego a Monsivais de una forma distinta y todo lo que coleccionó el cronista ofrece un testimonio sin igual de lo que es la CDMX.
Por otro lado, aunque sus habitantes cambiaron y ahora es un museo, el imponente reloj que vive ahí, sigue erguido en el horizonte y no hay nadie mejor que él para hablar del tiempo en este hermoso lugar del mundo.
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