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martes, 11 de febrero de 2020

Historia de la tierra perdida del 'nicho del trueno viejo': El Tajín


Cuna de culturas milenarias, su arquitectura ceremonial destaca por su estilo definido de nichos, en sentido escultórico tiene algunas semejanzas con Teotihuacán

Máxima expresión de la cultura totonaca, El Tajín fue unos de los centros políticos y religiosos más importantes de Mesoamérica entre los periodos cásico y postclásico.
Ubicado en el estado de Veracruz, al suroeste de la ciudad de Papantla, cerca de la costa del golfo a unos cuantos kilómetros de Poza Rica, en una región de abundante vegetación, se encuentra El Tajín, que en totonaca significa ‘trueno viejo’: lugar de muchas humaredas, incienso, rayos y truenos, también llamada Ciudad del Dios trueno. El nombre del lugar puede obedecer a las frecuentes descargas eléctricas ocasionadas por las condiciones atmosféricas de la zona.
La ciudad data de los años 800 a 1150 de nuestra era. Cuna de culturas milenarias, su arquitectura ceremonial destaca por su estilo definido de nichos, en sentido escultórico tiene algunas semejanzas con Teotihuacán. Aunque no se ha logrado definir qué población se asentó inicialmente en el lugar, otras culturas pudieron haber construido la ciudad y los totonacas frecuentarla con fines religiosos. Algunos especialistas sostienen que fueron los totonacas fundaron la gran urbe prehispánica de El Tajín, mientras que, por otro lado, hay quienes defienden la teoría de que los huastecos erigieron dichas edificaciones.



Estudios indican que los edificios no tienen una orientación específica, sin embargo, algunos expertos afirman que la ubicación de estos tiene que ver con las zonas donde existe mayor presencia de actividad eléctrica. Las características propias del lugar sugieren la existencia de una población permanente, por lo que, el culto a Quetzalcóatl y Tláloc es revelado por los bajorrelieves contenidos en las construcciones. Se sabe que el abandono de la ciudad fue gradual, y este se dio aproximadamente en el año 1200.
El complejo arquitectónico fue descubierto de manera accidental por Diego Ruíz, Cabo de la Ronda del Tabaco, en 1785 mientras se encontraba en búsqueda de plantíos de tabaco para su destrucción en la región de Papantla, paraje de El Tajín. Durante décadas, trató de explorarse el lugar, se hicieron algunos bocetos de la posible distribución de las edificaciones entonces ocultas entre la vegetación. Entre los participantes en las investigaciones se encuentra Francisco del Paso y Troncoso, quién se dedicó a explorar y estudiar la zona arqueológica.

Intervención de José García Payón

No fue hasta la década de 1920 que se llevaron a cabo los primeros estudios topográficos y excavaciones formales. En 1934 el gobierno ordenó la limpieza de la zona para llevar a cabo exploraciones arqueológicas más profundas, así como trabajos de conservación en los monumentos hallados hasta entonces. Fue hasta ese momento que la entonces Dirección de Antropología inició formalmente investigaciones en el sitio. Unos años más tarde, entró en acción el arqueólogo mexicano José García Payón, pionero de la arqueología mexicana, quien hizo hincapié en la importancia arquitectónica y arqueológica de los edificios encontrados, por lo que priorizó las labores de restauración.
Los avances que García Payón consiguió en las ruinas de El Tajín, fueron muy importantes no solo para aquel lugar sino para la arqueología nacional en general; cada estudio impulsado y cada descubrimiento le dio al especialista más herramientas para el análisis de la ciudad más importante del golfo de México durante su apogeo, cuya reconstrucción se implementó a partir de los descubrimientos realizados por el equipo de trabajo que estuvo al mando del investigador mexicano. En 1954, fueron descubiertos algunos monumentos y construcciones en el área junto con algunos restos de pinturas.
El Tajín cuenta con una distribución en la que la pirámide de los nichos es la más representativa; la construcción cuenta con tableros en forma de nichos que suman un total de 365, mismo número de días que contiene el calendario solar; fue erigida casi en la etapa final de la ciudad y tiene una cornisa volada en la parte superior, además de la existencia de un templo sagrado en la cima.
Hasta el momento se han encontrado alrededor de 168 edificios y 17 canchas juego de pelota, lo que convierte a El Tajín en una de las zonas arqueológicas con mayor número de estas construcciones religiosas. Además, el edificio de las columnas ubicado en el denominado ‘Tajín Chico’ da cuenta de la jerarquía de sus habitantes y la presencia de una alta aristocracia guerrera.

Un nuevo proyecto de restauración

La década de los noventas fue crucial para el desarrollo e implementación de El Tajín como zona turística. A finales de los ochentas, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), emprendió un arduo proyecto de rescate, mismo que tenía la intención de establecer condiciones de conservación y preservación del lugar, así como la apertura del centro cultural El Tajín. A cargo de los trabajos estuvo el arqueólogo alemán Jürgen Kart Brüggemann, quien a partir ese momento dedicó los últimos veinte años de su vida al estudio de esa zona arqueológica.



Brüggemann aseguraba que, con la apertura y restauración, a nivel arquitectónico se respetaba la ética y estética de las construcciones. Basado en los avanzados resultados que García Payón dejó, el arqueólogo alemán se encargó de profundizar en las investigaciones al tratar de llegar a resultados concluyentes acerca de los primeros pobladores de El Tajín por medio de un rastreo genético que ayudaría a los iniciadores de esa ciudad perdida.
La reinauguración de tuvo lugar el 13 de noviembre de 1992, el acto de entrega consistió en una ceremonia protocolaria, seguido de un recorrido por la zona de El Tajín, en la que estuvieron presentes diversos funcionarios públicos encabezados por Carlos Salinas de Gortari, entonces presidente del país. Como parte de la infraestructura integral del proyecto, se construyó una carretera para llegar al sitio arqueológico, además, se incluyó un museo de sitio en el que se exponen piezas emblemáticas pertenecientes al acervo generado durante los hallazgos más importantes. Esto representó para Papantla y Poza Rica, una opción de resurgimiento económico y una importante fuente de empleo y crecimiento turístico
Para la apertura del centro cultural El Tajín, se captaron recursos provenientes del gobierno federal y estatal, así como una fuerte inversión por parte de Petróleos Mexicanos (PEMEX). El proyecto contó con la participación de un numeroso grupo de arqueólogos y especialistas, además del apoyo de la Universidad Veracruzana.
El 14 de diciembre de 1992, El Tajín fue nombrado Bien Cultural en la Lista de Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como representante de las culturas precolombinas de México. En ese mismo año, se creó la Unidad de Servicios Culturales y Turísticos de El Tajín, con la finalidad de establecer un seguimiento a los requerimientos del sitio cultural.
Durante la década de 2010 fueron restauradas las pinturas del Edificio I (murales), además, tras un profundo diagnóstico, se emprendieron acciones de conservación para detener los daños ocasionados por la humedad de la zona.

Cumbre Tajín

Antes de la llegada de la primavera del año 2000, se propuso llevar a cabo el ‘Equinoccio Tajín Primavera del Milenio’, -Cumbre Tajín-, con lo que se pretendía conservar y difundir las tradiciones practicadas por las culturas milenarias asentadas en aquella región como patrimonio cultural del país. Esto ocasionó protestas por parte de especialistas quienes pedían que el evento se llevara a cabo fuera del perímetro arqueológico. El evento se llevó a cabo, lo que acrecentó las inconformidades, sin embargo, en años posteriores se respetaron las recomendaciones y no hubo problema para su futuro desarrollo.
Por medio de diversas actividades como exposiciones fotográficas, conciertos musicales, presentaciones de libros y conferencias, juegos autóctonos y danza, la Cumbre Tajín recibe a miles de visitantes cada año, tan solo para la edición 2019 se estima que acudieron más de 500 mil personas, quienes buscan recibir la primera y con ello cargarse de energía en los vestigios prehispánicos totonacas.
La importancia de El Tajín, como fiel testigo de nuestro pasado, tiene que ver con la grandeza de su cultura que sigue vigente como legado de nuestro presente.



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