Directorio
viernes, 16 de agosto de 2019
El Banxico lo hizo, falta el gobierno
Enrique Quintana
Muchos, me incluyo, pensábamos que el Banxico no tomaría ayer la decisión de bajar sus tasas de interés.
Por cuatro votos a uno lo hizo.
La razón por la que creíamos que no bajaría es porque el entorno externo es desfavorable. Se pensó, de hecho, que no bajar la tasa podría haber implicado una depreciación adicional del peso mexicano frente al dólar.
Uno de los promotores de la baja de la tasa fue el subgobernador Gerardo Esquivel.
Las minutas muestran desde semanas atrás que él promovía la baja de tasas.
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Esquivel demostró en los últimos días que aun si hubiera existido un alza del tipo de cambio, que era lo que se temía por efecto de la reducción de los réditos, su efecto sobre la inflación hubiera sido marginal.
El miércoles por la noche la cotización del peso frente al dólar se ubicó en 19.67 pesos. Ayer se ubicaba en 19.61 pesos.
Es decir, el mercado actuó en contra de las opiniones de los analistas y había descontado ya la baja de la tasa.
En ese sentido, los integrantes de la Junta actuaron correctamente. Valoraron adecuadamente el hecho de que no habría una depreciación del peso como consecuencia de la baja de la tasa.
La mayoría pensaba –me incluyo– que eso ocurriría.
Algunos nos han preguntado si esa baja en la tasa servirá para incentivar la actividad económica.
Sí, desde luego, pero aisladamente será insuficiente por completo.
Aunque la tasa de interés en México es alta, no es el principal factor que inhibe la inversión.
El tema de fondo es la incertidumbre.
Aunque la tasa hubiera bajado en medio punto porcentual, la persistencia de la incertidumbre limita fuertemente el efecto positivo de abaratar el dinero.
Pero el Banco de México hizo lo que podía hacer.
Si el panorama internacional se complica y el entorno doméstico se deteriora en cuanto a la posibilidad de crecimiento, no dude que el Banxico bajara este año otro cuarto o hasta medio punto la tasa.
Pero, pese a ello, si prevaleciera la desconfianza, seguiríamos con una inversión detenida.
No sé si el presidente López Obrador ha leído a Keynes. No lo creo. Pero estoy seguro de que varios de sus colaboradores sí lo han hecho.
Debieran explicarle que una parte de las decisiones de inversión dependen de los llamados “espíritus animales”.
Si lo que prevalece es el temor, al margen de que haya baja de tasas o reactivación del gasto público, la inversión privada seguirá cayendo.
Quienes tienen ascendencia sobre el presidente de la República deben dejar la cautela y jugársela.
Quizás les vaya de por medio el cargo. Tal vez el presidente se enfade y los margine, o incluso los corra.
Pero ya no hay tiempo.
Si a los problemas domésticos le sumamos los riesgos que vienen del exterior, corremos el peligro de enfrentar un 2020 desastroso.
Hay que evitarlo.
AMLO tiene un ángulo pragmático. No va a dejar que un desastre económico eche por tierra todo su proyecto. Pero debe entender que hay ese riesgo. Mientras piense que no existe, no va a tomar decisiones en consecuencia.
El Banxico ya hizo lo que le toca. Veremos si el gobierno hace lo propio o sigue en la realidad paralela, en donde ya no puede permanecer más.
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