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viernes, 18 de enero de 2019

Papa Francisco: Hacer de la Palabra de Dios una ideología es de corazones perversos



“Atentos, hermanos, a que no haya entre ustedes un corazón perverso y sin fe que se aleje del Dios vivo”. Es el duro “mensaje”, es la “advertencia”, como la define el Papa en la homilía de hoy en Casa Santa Marta, que el autor de la Carta a los Hebreos (Hb 3,7-14) en la liturgia de hoy, dirige a la comunidad cristiana la cual, en todos sus miembros – “sacerdotes, monjas, obispos” – dice Francisco, corre este peligro, de “resbalar hacia un corazón perverso”.

¿Pero qué nos quiere decir a nosotros con esta advertencia? El Papa indica tres palabras, tomadas de la lectura, que pueden ayudar a entender: “dureza”, “obstinación” y “seducción”.

Cristianos pusilánimes, sin valor para vivir
Un corazón duro es un corazón “cerrado”, “que no quiere crecer, que se pone a la defensiva, que se cierra”. En la vida puede suceder a causa de muchos factores que intervienen, por ejemplo un “dolor fuerte”, porque los “golpes endurecen la piel”, observa el Papa. Sucedió a los discípulos de Emaús y también a Tomás. Y el que se queda en esta “mala actitud” es “pusilánime”, y un “corazón pusilánime es perverso”.

Podemos preguntarnos: ¿tengo el corazón duro, tengo el corazón cerrado? ¿Dejo crecer a mi corazón? ¿Tengo miedo de que crezca? Y se crece siempre con las pruebas, con las dificultades, se crece como crecemos todos de niños: aprendemos a caminar cayéndonos, desde gatear a caminar ¡cuántas veces nos hemos caído! Se crece con las dificultades. Dureza. Y lo mismo, cerrazón. Pero quien se queda en esto… “¿Quién soy, padre?” Son los pusilánimes. La pusilanimidad es una actitud mala en un cristiano, le falta valor para vivir. Se cierra. Es pusilánime.

Cristianos obstinados, ideologizados
La segunda palabra es “obstinación”: “Exhórtense mutuamente cada día, mientras dura este hoy, apra que ninguno de ustedes se obstine” está escrito en la Carta a los Hebreos y es “la acusación que Esteban hace a los que le van a lapidar”. La obstinación es la “cabezonería espiritual”: un corazón obstinado – explica Francisco – es “rebelde”, es “testarudo”, está cerrado en su propio pensamiento, no está abierto al Espíritu Santo”. Es el perfil de los “ideologizados”, también “orgullosos” y “soberbios”.


La ideología es una obstinación. La Palabra de Dios, la gracia del Espíritu Santo no es ideología: es vida que he hace crecer, siempre, seguir adelante y abrir el corazón a las señales del Espíritu, a los signos de los tiempos. Pero la obstinación es también orgullo, es soberbia. La testarudez, esa testarudez, que hace tanto daño: cerrados de corazón, duros -primera palabra – son los pusilánimes; los testarudos, los obstinados, como dice el texto, son los ideologizados. ¿Tengo un corazón testarudo? Que cada uno piense. ¿Soy capaz de escuchar a los demás? Y si pienso distinto, decir: “Yo pienso así…” ¿Soy capaz de dialogar? Los obstinados no dialogan, no saben, porque se defienden siempre con las ideas, están ideologizados. Y las ideologías, ¡cuánto daño hacen al Pueblo De Dios, cuánto daño! Porque acaban con la actividad del Espíritu Santo.

Cristianos por compromiso, esclavos de las seducciones
La última palabra en la que el Papa se detiene para comprender cómo no caer en el riesgo de tener un corazón perverso, es “seducción”, la seducción del pecado, la que hace el diablo, el “gran seductor”, “un gran teólogo pero sin fe, con odio”, que quiere “entrar y dominar” el corazón y sabe cómo hacerlo. Entonces, concluye el Papa, un ” corazón perverso es era que se deja seducir, y la seducción le lleva a la obstinación, a la cerrazón y a tantas otras cosas”.

Y con la seducción, o te conviertes y cambias de vida o intentas hacer un compromiso: un poco de aquí y un poco de allí, un poco de acá y un poco de allá. “Sí sí, yo sigo al Señor, pero me gusta esta seducción, pero un poco…” Y empiezas a hacer Una vida cristiana doble. Por usar la palabra del gran Elías al pueblo de Israel en ese momento: “Ustedes cojean de las dos piernas”. Cojean de las dos piernas, sin tener una firme. Es la vida del compromiso: “Sí, soy cristiano, sigo al Señor, sí, pero esto lo dejo entrar, esto…”. Y así son los tibios, los que van siempre al compromiso: cristianos de compromiso. También muchas veces nosotros hacemos esto: el compromiso. Cuando el Señor nos hace saber el camino, también con los mandamientos, también con la inspiración del Espíritu Santo, pero a mi me gusta esto, e intento ir por los dos carriles, cojeando de las dos piernas.

Que el Espíritu Santo, dice finalmente el Papa, nos ” ilumine para que nadie tenga un corazón perverso: “un corazón duro, que te lleve a la pusilanimidad; un corazón obstinado que te lleve a la rebelión, que te lleve a la ideología; un corazón seducido, esclavo de la seducción, que te lleve a un cristianismo de compromiso”.

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