Directorio
lunes, 29 de octubre de 2018
Ecatepec, con una juventud a la deriva.
Habitantes de San Andrés de la Cañada, en Ecatepec, tienen temor todos los días; denuncian asaltos, feminicidios y poca participación policiaca.
Ecatepec fue la entidad que reportó más homicidios de mujeres en el país durante 2017, con un total de 65 delitos, de acuerdo con el INEGI; además, este municipio es el segundo más poblado de México con más de un millón 600 mil habitantes.
El mayor problema que jóvenes de 15 años perciben en su comunidad —en San Andrés de la Cañada, zona conocida en Ecatepec por su alto grado de marginación e inseguridad— son los feminicidios, que representan, a través de un dibujo de una muñeca asesinada.
Cuando en la clase, de primer semestre —en la preparatoria 128 Francisco Villa—, su profesor de metodología de investigación les pidió a los chicos dibujar por equipos cuál era el problema que más afectaba a su región, de inmediato sacaron los colores y el grupo de Jocelyn pintó a una mujer en el cuaderno con el contorno del ojo izquierdo morado, una gota de sangre escurriendo por su boca y heridas punzocortantes en el abdomen. A esta “chava” la acompañaba la siguiente leyenda: tiene 20 años, fue violada, estrangulada, golpeada y encontrada en un terreno baldío.
“Lo que está pasando últimamente por aquí son los feminicidios y por eso decidimos con mi equipo, que este tema estaba bien para investigar. Mira lo que pasó con ese señor que vivía muy cerca de aquí (Juan Carlos N, asesino serial, conocido como el Monstruo de Ecatepec) que sólo porque no le parecía que las mujeres existieran, las mataba”.
En la justificación de por qué eligieron este tema como el más agudo de su comunidad, el equipo de Jocelyn explicó que era importante darle voz a los feminicidios y ellos, como estudiantes, investigar y comunicar lo que en realidad pasa, porque “actualmente se están dando varios casos y nadie les está dando solución alguna”, se lee en el cuaderno.
Al expresar de forma gráfica los feminicidios, estos jóvenes no solamente intentan mostrar cuál es su mayor problema en su comunidad y la situación que más miedo le tienen, sino que desde las aulas, también, a su corta edad y ante la ausencia de las autoridades para frenar este delito, pretenden ofrecer algunas soluciones que puedan ayudar a disminuir el número de asesinatos contra mujeres y después con ayuda del profesor de la materia, el sociólogo Manuel Amador Velázquez, hacerse escuchar.
Ya en 2011, este maestro había participado en un libro editado por la Universidad de Texas, desde donde denunció en el primer párrafo del capítulo Violencia y Feminicidio en el Estado de México, que el número de asesinatos en esta entidad entre 2005 y 2011 era mayor al reportado en Ciudad Juárez, en el mismo lapso.
En ese texto Manuel Amador también expuso que los problemas centrales que estos estudiantes vivían en la región eran: narcotráfico, violencia hacia la mujer y feminicidios.
Estos jóvenes de 15 años y estudiantes de primer semestre, ni siquiera llegan a la etapa de salir a su comunidad a entrevistar a sus vecinos, ni han consultado todavía la bibliografía ni estadísticas que sustenten su trabajo de investigación para poder entender las causas de los feminicidios, pero como es un problema tan cotidiano y sistemático, en la ficha de la joven asesinada y dibujada en su cuaderno, los datos son muy similares a los que el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios ha publicado en los últimos años sobre los homicidios de mujeres en el Estado de México: siete de cada diez víctimas fueron asesinadas con violencia física, sus cuerpos fueron abandonados en la vía pública y tenían entre 21 y 30 años.
La entidad que reportó más homicidios de mujeres en el país en 2017, fue precisamente el Estado de México (463), y de sus 125 municipios, Ecatepec fue el que abanderó este delito (65) de acuerdo con el Inegi.
Al cuestionar sobre qué llevó a Ecatepec de Morelos, el segundo municipio más poblado de México (con más de un millón 600 mil habitantes), según el Inegi, y en el que vive el mayor número de pobres en el país (786 mil 843), a convertirse en uno los los sitios más peligrosos, donde 96.3% de los pobladores lo perciben inseguro, según la la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana 2018 (ENSU), la comunidad estudiantil Francisco Villa, integrada por 500 alumnos y profesores nos invitó a asomarnos a su cotidianidad, pues aseguran que desde ahí se encuentran muchas de las respuestas de lo que ha originado la violencia.
“El problema en Ecatepec no solamente se trata de un asesino serial o de una pareja de asesinos seriales”, denuncia la comunidad estudiantil.
La vida cotidiana
La adversidad comienza desde que los profesores y estudiantes salen de casa para trasladarse a la preparatoria, ubicada en Carlos Hank González, una de las 12 colonias que integra el pueblo de San Andrés de la Cañada, que está atravesada por la Sierra de Guadalupe.
Manuel Amador, antes de subirse a la combi, que toma sobre la avenida México-Pachuca, trayecto reconocido por los vecinos por sus altos índices de robos, se asegura de llevar sólo el dinero justo para los pasajes, su café y algún refrigerio después de clase.
Mientras este profesor se traslada de Insurgentes Centro hacia Ecatepec, observa cómo los adultos van abandonado el municipio para irse a trabajar a la Ciudad de México y en este sitio se van quedando sólo mujeres, niños, adolescentes y personas de la tercera edad.
Según el Censo de Población y Vivienda, alrededor de tres millones 300 mil habitantes del Estado de México viajan diariamente a la Ciudad de México a trabajar, por la falta de oportunidades laborales en sus lugares de origen.
“La mayor parte del día, la gente deja Ecatepec, pues es una zona que se queda vacía y abandonada. Éste también es un factor para que se incremente la inseguridad”, dice Manuel Amador.
Al bajarse del transporte público, Manuel debe recorrer caminos estrechos, un puente hacia la preparatoria, sin alumbrado público y sin ningún policía por la zona.
Estos caminos surgieron cuando pobladores llegaron a los cerros, víctimas del incendio de San Juanico en el 84, del terremoto del 85 y migrantes, sobre todo de Oaxaca, que se quedaron sin tierras.
“Al caminar por calles oscuras y solitarias podemos entender que cualquiera de estos espacios sean propicios para cometer un delito. Lo único que nos toca hacer para mantenernos a salvo es echarnos las carreras, buscar las estrategias por dónde caminar”, reprocha.
Una vez que Manuel Amador llega a la preparatoria 128 Francisco Villa, saluda a los padres de familia que acompañan a los alumnos hasta la puerta de las instalaciones y que se esperan hasta ver que sus hijos por fin crucen y se encuentre en un lugar seguro.
Según datos de la ENSU del Inegi se cometieron 153 mil 902 delitos de enero a septiembre de este año en territorio mexiquense –sin contar la llamada “cifra negra”.
La familia Portales, por ejemplo, todas las mañanas se va en bola (abuelos, tía y dos alumnos) caminando hacia la escuela.
“Se ha vuelto muy inseguro Ecatepec. Sí nos da miedo que los chicos se vengan solos, así que todos nos venimos en bola y caminando durante 45 minutos (desde la parte alta del cerro), porque nos da miedo subirnos a los camiones, los asaltan mucho”, denuncia Guadalupe Portales.
Mientras doña Josefina —mamá de Guadalupe y abuela de dos alumnos de la preparatoria— asegura que los delincuentes ya ni las canas de los adultos mayores respetan, como las de ella, así que por eso está pensando en una estrategia más drástica.
“Me quiero traer un palo, pues así uno está mucho más seguro”, piensa doña Josefina.
Desde que María Limón Rodríguez escuchó cómo se han incrementado las violaciones y asaltos en contra de las muchachas, todos los días acompaña a su hija Esmeralda a la escuela.
Su trayecto, es de por lo menos 20 minutos caminando, y aunque el exgobernador del Estado de México Eruviel Ávila y el presidente Enrique Peña Nieto, inauguraron un teleférico (Mexicable) en 2016, siguiendo el modelo de transporte de las Favelas en Brasil y de las comunas en Medellín, para intentar ayudar a las familias de bajos recursos, como la María Limón, que viven en los cerros de la Cañada a movilizarse con mayor facilidad, para ella no ha representado ningún beneficio, porque como es madre divorciada no le alcanza ni para pagar los seis pesos que cuesta un trayecto.
Así que su única opción para que su hija vaya a la escuela es caminar pero con miedo.
Y es que el miedo, no sólo se vive por lo que la comunidad estudiantil escucha en las noticias, ellos mismos han sido víctimas y/o testigos de la inseguridad.
Hace un mes intentaron abusar sexualmente de una profesora de primer semestre en una esquina, mientras iba caminando hacia la prepa, a las 6:30 de la mañana.
“Observo a una persona y cuando menos me doy cuenta, ya venía atrás de mí. Me agarra y comienza a tocar todas mis partes íntimas y me trata de llevar hacia la esquina. Sí le vi la cara, estaba intoxicado y empecé a gritar lo más que pude”, cuenta.
Lo único que la salvó de que este incidente no terminara por dañarla más, porque desde ese día no ha vuelto a usar faldas, vestidos ni zapatos altos, fue que unos taxistas se percataron del abuso y salieron a defenderla.
“No es justo que nosotros nos limitemos hasta en nuestra vestimenta, porque estas personas pueden cometer actos que nos dañan. El ponernos un vestido, no es una provocación”, asevera la maestra, quien ahora esconde su cuerpo bajo un holgado traje sastre.
Otro profesor de esta preparatoria, que prefiere también mantener el anonimato, comenta cómo le tocó ser testigo, cuando se dirigía hacia su trabajo, del asalto de un camión, en donde una joven profesora de la colonia Tablas del Pozo, terminó asesinada por una bala que le atravesó la mejilla.
“La profesora recién tomaba el camión y unos asaltantes estaban dentro. Al momento de bajar le dispararon. Para los maleantes, la vida humana ya no tiene valor”, narra.
Pero los orientadores Fernando García Morales y Gloria Piñón García son los principales responsables de apoyar y si es necesario ir a levantar una denuncia cada vez que uno de sus alumnos llega a la escuela siendo víctima de algún delito.
Al orientador Fernando le tocó recibir en su oficina a una alumna, luego de que fue asaltada y ultrajada en la combi que la llevaba a la escuela.
“Se sube el asaltante y empieza a robar a todos, pero yo creo que para intimidar o agredir más a la estudiante, le da un beso en la mejilla pero con la lengua, recuerda Fernando.
Otro caso que este orientador acompañó, hasta que la alumna desistió de continuar su denuncia en el Ministerio Público, fue cuando unos delincuentes intentaron robarle a un papá a su hija adolescente.
“A la niña la querían subir a una combi. Su papá forcejeó con los tipos, porque le estaban jaloneando a su hija, hasta que llegaron otros vecinos a auxiliarlo”, narró.
Esta denuncia fue desechada por las víctimas por la falta de respuesta por parte de las autoridades. Son tantos los delitos y tan común la impunidad, que lo más normal es encontrarse en cada calle vecina de la preparatoria el siguiente letrero amarillo: “¡Ratero: si te agarramos… TE LINCHAMOS”.
“Los alumnos se nos acercan para decirnos ‘maestra hay balaceras’ o ‘yo vi cómo mataban a alguien’ o ‘hubo un muerto en tal lugar’. A nosotros nos preocupa la normalización de estas situaciones”, afirma la orientadora Gloria Piñón.
Mal presagio
De los tres alumnos que entrevistó Excélsior y que están en su último ciclo escolar (pues les quedan escasos ocho meses para graduarse de la preparatoria): Julio, Magaly y Aurora, los tres quieren abandonar el municipio y sueñan con emprender el sueño americano, ir a Canadá o, ya por lo menos, vivir en la provincia.
A Julio lo que menos le gusta de vivir en Ecatepec es que hay “demasiada inseguridad, drogas, bastantes puntos rojos y también hay demasiados asaltos. En la parte de donde yo vivo, por lo general van a tirar muertos, porque mi casa está en un cerro y hay menos población que aquí”.
A Aurora le da miedo el trayecto para ir a la escuela, como vive en la parte más alta de un cerro, le toca caminar con sus papás casi media hora por la mañana, pues no hay ningún transporte que la lleve de su casa a las clases. Ya en una ocasión le tocó presenciar una balacera cuando se dirigía hacia la escuela.
Mientras, a Magaly le gustaría poder tener más oportunidades, porque en Ecatepec se las han negado. En esta prepa, por ejemplo, no hay una sola cancha de futbol o de basquetbol, donde puedan jugar, porque prácticamente todo es terracería. Como apenas hay unas cinco bancas en el patio para una comunidad de 500 estudiantes, les toca sentarse en tabiques en el recreo y la mayoría de los techos en sus salones aún son de lámina.
Aunque la directora de esta institución, Leticia Fragoso Martínez, se ha manifestado en incalculables ocasiones para exigir recursos tanto a las autoridades municipales y estatales para mejorar las condiciones de las instalaciones, muy poco es lo que ha recibido, a pesar de que la preparatoria 128 es de las únicas posibilidades que estos jóvenes tienen en Ecatepec para acceder a la educación y a la cultura.
Mientras en Ecatepec hay sólo 14 museos para una población de más de un millón 600 mil habitantes, el municipio de Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, localidad que más oferta cultural tiene en el país, hay 78 recintos para 532 mil habitantes.
“Yo sí haría un llamado a todos los sectores: a los gobiernos estatal, municipal, al federal; a la sociedad civil; a los maestros y los padres de familia. Nos estamos llevando por el abismo a estos niños y jóvenes, que no son el futuro, sino que son el presente.
“Están aquí, viven y a pesar de enfrentar realidades devastadoras (como violencia, maltrato, golpes, abandono y narcotráfico), tienen ganas de hacer cosas, pero se las estamos negando.
“Tenemos que inyectarles esperanza, ayudarlos a salir adelante y que puedan confiar en el ser humano, que dejen de vivir creyendo que cualquiera puede hacerles daño”, concluye Fragoso Martínez.
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