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martes, 13 de junio de 2017

Un voto duro cada vez más blando

Dos formaciones políticas en México se precian de contar con un voto duro muy robusto: el PRI y Morena.


En el caso del partido tricolor, por la potente maquinaria política que tiene y que mostró en las pasadas elecciones; en el caso de Morena, por contar con el líder social más conocido e influyente de México, AMLO, que jala votantes cuando su nombre se asocia al partido o sus candidatos.

¿Qué tan importante fue el llamado ‘voto duro’ en las pasadas elecciones?

Si consideramos a este voto como el de los electores que votarían por el partido independientemente del candidato que tuviera o de la campaña que realizara, encontramos que cada vez tiene menos peso en México.

Hasta hace pocos meses, algunos priistas hacían cuentas de un ‘voto duro’ de 25 por ciento en buena parte del territorio nacional.
En las dos entidades más disputadas en las pasadas elecciones, la realidad fue diferente.

De acuerdo con las encuestas de salida realizadas por El Financiero el día de los comicios, en el Estado de México, el 42 por ciento dijo que su voto estaba decidido desde antes de las campañas.

Para el candidato ganador, Alfredo del Mazo, sólo el 15 por ciento de los votos recibidos correspondieron al “voto duro” que lo apoyó; otro 12 por ciento se inclinó por él durante la campaña y un 7 por ciento decidió por él justo en la fecha de la elección.

En el caso de Delfina Gómez, su “voto duro” fue de 14 por ciento; un 13 por ciento se inclinó por ella en la campaña y un 4 por ciento lo hizo el día de la elección.

Si excluimos a los que decidieron su voto hasta el último momento, hubiéramos tenido una elección prácticamente empatada.

Así que, más que el voto duro, la balanza se inclinó en el Estado de México hacia el PRI por el votante cuya preferencia es más volátil y que decide prácticamente en la casilla.

En el estado de Coahuila, el candidato triunfador, el priista Miguel Riquelme, obtuvo 20 puntos porcentuales de su “voto duro” contra 17 por ciento del panista Guillermo Anaya. Los que decidieron en la campaña le dieron otros 11 puntos a Riquelme por 13 para Anaya. Y los que decidieron al final, inclinaron la balanza pues le correspondieron 8 puntos a Riquelme y 6 puntos a Anaya.

Así que, pareciera que más que el “voto duro”, las dos gubernaturas ganadas por el PRI el pasado 4 de junio, dependieron principalmente de los electores que no tenían claro por quién iban a votar. Y, en el caso de Morena, su “voto duro” en la entidad no le daba para competir.

Los votantes que deciden hasta el final tienden a ser más variables que aquellos que deciden su voto desde antes de que comiencen las campañas.

Esto implica que puede haber muchos márgenes de incertidumbre para anticipar los resultados, aun entre quienes parecen encabezar las encuestas incluso al final de las campañas.

El “voto duro” de Morena y el PRI, aunque es cierto que es mayor que el de otras formaciones políticas, está muy lejos de alcanzar para ganar.
Todavía falta mucho para entender plenamente los resultados de las pasadas elecciones y el PRI se equivocaría completamente si piensa que sus triunfos del 4 de junio lo encaminan a ganar las elecciones del próximo año.

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