Por Luis A. Chávez
DE LA DIRECCIÓN: Hoy debuta en las páginas de MEXIQUENSE, mi gran amigo y paisano Luis Alberto Chávez Fócil, escritor y periodista, oriundo de Minatitlán, Veracruz, quien con su estilo jocoso y una narrativa muy personal, salpicada con el humorismo y la picardía jarocha y el lenguaje típico de los nativos del istmo de Tehuantepec, hacen en Chávez Fócil, un personaje muy especial que lo distingue de los tradicionales narradores de hechos de la vida cotidiana. Bienvenido a Mexiquense amigo y paisano Luis Alberto Chávez Fócil.
Sólo hubo una persona que se atrevía a mentarme la madre: mi mamá.
Es cierto pues cuando yo la sacaba de quicio –y sobre todo estando fuera de su alcance- ante su impotencia no le quedaba más remedio y lanzaba, derecha, la imprecación. Me daba risa, por supuesto, y salía yo tan campante a la calle.
Mi madre fue la que al preguntarme: “y qué vas a estudiar” y responderle yo: “Teatro”, ella me contestó: “estás pendejo”, se dio la media vuelta y se fue.
Dicen que un mal no se le desea a nadie, como tampoco se maldice a nadie y sólo en casos muy extremos se llega a estos últimos términos que contienen desesperación, angustia, coraje y odio. Ese estado de ánimo catapulta más allá del improperio pues, de poderse, llegar a las manos (lanzar objetos, maldiciones y demás) se haría con gusto a como ya ha sucedido.
Todos, creo, tenemos digamos “enemigos” que, en casos muy personales son sencillamente rumorólogos que, cautivos de fenomenal envidia, se dedican a propagar toda suerte de infundios. En lo personal los tengo, dos o tres, pero ninguno tiene la calidad que se requiere para ser enemigo pues, considero, uno verdadero es, sencillamente, mortal.
En México mentarle la madre a una persona se considera grave. Depende claro está del motivo, instante e intención con la que se haga ese recordatorio familiar que, se dice, en el Medio Oriente no tiene relevancia pues, allá, la figura del padre supera al matriarcado, es decir, insultar al papá sí es gravísimo.
Que yo recuerde ya tiene muchos años que nadie, en lo absoluto, me ha recordado así a mi madre, en paz descanse. Me han dicho de todo, pero nunca eso y, la única persona que lo hacía, ya lo dije, era ella misma, mi mamá.
Sin embargo yo, y me atrevo a decir millones de mexicanos –lo que hace del asunto causa de profundo análisis- de hace varios años a la fecha hemos estado profiriendo maldiciones, deseándoles la muerte y recordándoles a su madre a aquellos desalmados de cúpulas políticas que, a causa de su impunidad y raterías sin término, saquean constantemente los dineros del pueblo, todo para su beneficio personal y, las mentadas de madre, son equitativa y puntualmente dirigidas tanto a abogados, jueces, “autoridades” y cómplices que auxiliaron en su momento a aquellos en sus raterías. Pero parece ser que les vale, y a sus mamás también.
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