por Silvino Rivera López
Tu que has de pulir mi alma y modelar mi espíritu,
Compadécete de mí fragilidad física.
No me mires con ceño adusto. Si no te comprendo
Todavía, tenme paciencia.
Que mis impulsos no sean reprimidos por tu gesto.
No te moleste mi bulliciosa alegría..
No llenes mi inteligencia con conocimientos superfluos.
Enséñame lo útil, lo verdadero, lo bello.
Lo bello, que mis ojos aprendan a verlo, y mi alma a sentirlo.
Lo útil, Maestro, que me permita lograr más con menos esfuerzo.
Lo verdadero, que me haga confiar más en la vida, que es tan hermosa para bien vivirla.
Desentraña la belleza de cuento merodea y házmela
Gustar.
Trátame con dulzura, maestro, ahora que soy niño o
Joven, quien sabe los dolores que me depare el destino y
en medio de ello el recuerdo de tu benevolencia bienorientada, será mi bienhechor estímulo.
No me riñas injustamente; averigua la causa de mi falta
Y verás casi siempre atenuada mi culpabilidad.
Ámame, Maestro, como ama el padre a sus hijos, por que
Yo también aunque no sepa mostrártelo, te amaré mucho
Y mañana masque hoy.
Si tú me enseñas con amor, tus lecciones serán
Provechosas; pero si no me amas, no podré
Comprenderte nunca.
Cultívame, Maestro, como el jardinero a las flores que le
Dan su encanto y su aroma.
Yo también perfumaré tu existencia con el incienso
Perene del recuerdo, la gratitud y el aprecio.
Ayúdame a ser humilde y sencillo, para comprender a los humildes y a los
Humildes y a los desvalidos; para poder ser justo con ellos.
Si yo he de ser tu obra maestra, enorgullécete de ello.
MAESTRO AMIGO.
Tu que haz de dar luz a mis ojos, aliento a mi cerebro,
Bondad a mi corazón, belleza a mi alma, verdad a mis
Palabras y rectitud a mis actos,
¡NO DESOIGAS MI SUPLICA!
TU ALUMNO QUE TE ADMIRA.
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