
Niños, jóvenes y adultos mayores no es tema de distinción para la pobreza; ellos la viven en carne propia y este día, como todos los demás deambularán por las calles, en los mercados públicos, salidas de las iglesias, así como en las estaciones del Metro en busca de una moneda, la cual este sector de la población no la busca para juntar una cantidad considerable de dinero.
Sería un milagro para ellos que lograran reunir unos 500 pesos para poder tener una cena digna en su hogar; si acaso llegarían a los 100 pesos. Pero son conscientes y saben que ese dinero apenas les servirá para colocar en sus mesas una humilde comida, que podría consistir en una olla de frijoles, tortillas y chile, y para pasarse el bocado, agua simple, pero simple de la llave, no purificada por el alto costo para ellos.
Mañana se rompen para miles los sueños y las ilusiones, porque reconocen algunos que si en este año no lograron ningún avance en su precaria vida, el año siguiente no les traería parabienes. Ni pensar que puedan realizar todos los rituales que se hacen en hogares de familias de clase media y alta. ¿Calzones rojos o amarillos? Que va, más bien es lo que les hacen falta para su vida diaria sin importar el color.
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