El resultado de la simulación, en donde lo importante era entrar al sistema educativo sin evaluaciones ni planificación, terminó por generar el atraso que hasta hoy se sufre.
Durante buena parte del siglo XX, la educación impartida por el Estado mexicano se basó en simulaciones propias de un régimen que suponía poder controlar todo, incluso aquella preparación que se impartía en todos los niveles educativos y que era compatible con el discurso de la Revolución Mexicana. Educación laica y gratuita, que al mismo tiempo abrió el camino para que los privados, encabezados por la Iglesia católica, generasen un modelo de instrucción adecuado a las élites sociales y relativamente ajenas a los controles estatales. El 68 mexicano, impulsado desde la Universidad Nacional Autónoma de México, demostró el grado de ruptura entre el modelo de sumisión ejercido por el Estado y la necesidad de ruptura por parte de liderazgos ajenos al sistema.
El resultado de la simulación, en donde lo importante era entrar al sistema educativo sin evaluaciones ni planificación adecuada, terminó por generar el atraso que hasta hoy se sufre y la falta de opciones adecuadas para hacer de la educación un instrumento de ascenso social, como sucede en países desarrollados. Así, mientras la minoría de la educación privada encontraba salidas a sus necesidades, la educación pública, a la que se sometió a las mayorías, demostró su obsolescencia y generó una frustración social en miles y miles de profesionales cuya inserción en el mercado de trabajo era imposible por su falta de preparación en el mundo real y la carencia de empleos adecuados a su perfil.
El manejo de la educación básica a través de maestros formados más en el ámbito del control político, que en el de una meritocracia reconocida por su esfuerzo y resultados, sirvió a un sistema autoritario, pero no así a los millones de educandos que transitaron por un esquema educativo que ni enseñaba ni preparaba ni mucho menos evaluaba aquello que en el papel era un modelo de enseñanza-aprendizaje que cubría todas las ramas del conocimiento. Los primeros resultados de las evaluaciones efectuadas en el año 2000 fueron demoledores. Los conocimientos de español y matemáticas en la educación básica eran deficientes en la mayoría de los alumnos, y esto empeoraba conforme se avanzaba en el siguiente ciclo.
La Reforma Educativa aprobada en este sexenio trata de resolver el primero de los problemas, que es el rescate de la educación de manos de sindicatos de uno y otro tipo que usurpaban las funciones de Estado en la materia. La detención de Elba Esther Gordillo y el descabezamiento de esa cúpula sindical abrió la puerta a los procesos de evaluación de un magisterio cuyo liderazgo gozaba de los privilegios propios de un grupo de presión que tenía en sus manos el poder de la educación, pero no las responsabilidades de la misma. La decisión de quitarle a la CNTE los recursos federales y estatales en Oaxaca va en la misma dirección.
Las decisiones de la Suprema Corte de Justicia, anulando legislaciones locales en materia de educación que contravenían el espíritu de la reforma federal, cierran el círculo del rescate anunciado. A partir de este momento y una vez realizadas las evaluaciones magisteriales, vendrá la parte de la transformación de programas de estudio que garanticen los mínimos indispensables para transitar por todo el sistema sin rezagos imposibles de subsanar en el bachillerato o la universidad.
Hacer que la enorme cantidad de recursos económicos que se gastan en educación, se traduzcan en resultados tangibles para México a través de la elevación real del nivel de conocimientos que se adquieren y su inserción en el aparato productivo nacional, es el siguiente paso para intentar reducir el enorme rezago que se sufre y que impide hacer de la educación un medio de ascenso social sólido y sostenido. Ésa es la gran apuesta.
Twitter: @ezshabot
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