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domingo, 11 de octubre de 2015

¿Hacia dónde?

Macario SchettinoHemos visto que en el mundo occidental hay muchas personas que están dispuestas a seguir a un líder que les ofrezca regresar a lo que ellos consideran que era preferible. No importa si eso es posible o no, o si efectivamente era preferible, lo relevante es que sea creíble. La manera en que esto se convierte en un fenómeno político es a través de la conformación de un discurso en el que el “pueblo bueno” ha sido despojado por las “élites malas” de sus valores, prosperidad e incluso identidad, pero existe un líder capaz de enfrentar a esas élites corruptas y regresar al pueblo lo suyo.

Sin embargo, veíamos que el proceso que destruyó eso que las personas creían preferible, al mismo tiempo sacó de la miseria a más de mil millones de personas en el mundo. Es decir, las pérdidas de cientos fueron ganancias de miles. Pero, claro, eso no consuela a quienes perdieron, que quisieran recuperar lo que consideran suyo. Pero también veíamos que una parte de eso que consideraban suyo era simplemente imposible, errores de estimación, ilusiones. El proceso al que me refiero es la segunda globalización, cuyo inicio podemos fechar en 1980 (Reagan, Thatcher, Juan Pablo II, Deng). Como la anterior globalización, 1870-1914, da como resultado personas obscenamente ricas, pero también a millones que mejoran sus condiciones de vida. Genera presiones sociales y políticas muy complejas. Y a veces grandes guerras. Hay también parecidos con la ocasión anterior, que no sé si llamar proto-globalización, de fines del XVIII.

Los tres casos, y otros anteriores, pueden explicarse con la hipótesis de las tecnologías de aplicación general, que alguna vez comenté con usted en estas páginas, y que desarrollo más ampliamente en El Fin de la Confusión. En esencia, la idea es que cuando hay un cambio tecnológico que afecta a toda la economía, el resultado inmediato no es la prosperidad, sino una caída en la productividad, una ampliación en la desigualdad, relocalización de la producción, y otros fenómenos. Varias décadas después, cuando la tecnología es finalmente asimilada, todos resultan beneficiados. Así ocurrió con el uso de agua y vapor para mover maquinaria a fines del XVIII, o con la electricidad y el motor de combustión interna a fines del XIX, o con las TIC ahora.

Estas transformaciones son también evidentes en lo social: del proletariado miserable del siglo XIX pasamos al trabajador de clase media del siglo XX, y ahora nos movemos a algo que todavía no podemos clasificar, pero que no será ni el explotado que trabajaba 16 horas diarias ni el clasemediero de ocho horas, vacaciones y jubilación. Los votos del proletariado construyeron la base del Estado de Bienestar que disfrutó el clasemediero, mientras que los votos de los consumidores lo destruyeron (eso fue lo que ocurrió en los setenta). En cada momento, hubo resistencia: quienes no querían ampliar el derecho al voto a fines del XIX, o quienes hoy quieren regresarse. Y también hay quien gana desproporcionadamente: los barones bandidos a inicios del XX, los “geeks” de hoy. Y la gran fama de artistas e intelectuales de hace un siglo la tienen hoy deportistas, actores y expertos del entretenimiento.

Vea las constantes: ampliación del mercado (es decir, ingresos, comunicación y logística), importancia del conocimiento, eficiencia energética. Creo que es todo. Eso debe darnos pistas de hacia dónde nos movemos. Las formas económicas, sociales y políticas las definirán las ideas que hoy compiten. Perderá el populismo, el calentamiento global y el arrepentimiento de occidente. No sé aún qué ganará.

El autor es profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey

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