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martes, 22 de septiembre de 2015

Treinta años de aprendizaje

Por Antonio Cuéllar
No puede pasar desapercibido un evento de remembranza y reflexión tan importante como el que tuvo lugar la semana pasada, para recordar las dolorosas y traumáticas consecuencias del terremoto que sacudió a la Ciudad de México a las 7.19 horas por la mañana del 19 de septiembre de 1985, y del que ya se han cumplido treinta años.

Los efectos devastadores del fenómeno cobraron la vida de entre 20 y 45 mil personas, pero dejaron dos enseñanzas positivas que, en el nombre de cada uno de ellos, no podemos olvidar: el invaluable sentimiento de solidaridad que reside en el alma de todos los mexicanos en momentos de desgracia; y, la firme convicción de que hemos de invertir todo nuestro esfuerzo y conocimientos en materia constructiva para evitar, en la medida de lo posible, una catástrofe similar en el futuro por un evento de la naturaleza de cualquier tipo.

Acciones inmediatas que fueron abordadas por el Gobierno del Distrito Federal, a la sazón de lo dicho en la segunda parte del párrafo que precede, fue la modificación sustancial del Reglamento de Construcciones del Distrito Federal, en el que se incorporaron normas técnicas y procedimientos estrictos para verificar que, la construcción inmobiliaria en la capital, se adaptara a los más estrictos estándares internacionales que permitieran, estructuralmente hablando, afrontar de la mejor manera posible los movimientos telúricos que esporádicamente afectan al valle de México.

El portal de la Secretaría de Obras y Servicios del GDF da cuenta de los avances que incorpora la normatividad en el ámbito constructivo, al explicar cómo es que técnicamente se ha decidido dividir a la capital en cuatro sub-zonas, en atención a la variación en los espesores de los estratos de arcilla y en los períodos dominantes del suelo, lo que provoca un diferencial importante en la amplificación de la onda sísmica; cómo es que en la normatividad se contempla la geometría de las estructuras, su flexibilidad y el peso de las estructuras entre un piso y otro; la inclusión de concretos de alta resistencia y mayor durabilidad; la necesidad de desarrollar dispositivos que permitan la disipación de la energía en los edificios de gran altura; la aplicación exitosa de losas postensadas con tendones no adheridos o elementos estructurales prefabricados, para reducir los tiempos de ejecución de las obras; la proliferación de piezas de mampostería y paneles de malla de alambre cubierta con mortero, lo que permite un adecuado comportamiento de cargas; o el diseño de elementos estructurales compuestos, formados por perfiles de acero, entre otras ideas.

En el ámbito federal se creó en 1988 el Centro Nacional de Prevención de Desastres y, a partir del 2000 en que se expidió la Ley General de Protección Civil, reformada por última vez en junio de 2014, se dio forma y estructura al Sistema Nacional de Protección Civil, instancia de articulación y organización de agentes públicos y privados, dedicados a la protección de la ciudadanía frente a los efectos de un desastre natural.

El avance en la materia de la prevención de desastres y la protección civil es ejemplar, al gozar ya de un sistema que permite la atención expedita y puntual de las fuerzas de emergencia, en el momento mismo en el que un fenómeno de la naturaleza aparece, por una parte, como también de toda una metodología financiera que permite la distribución de recursos para la reconstrucción de las áreas devastadas, por cuenta de la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, por la otra.

No obstante los avances logrados en los aspectos administrativos y formales a los que nos referimos, quizá hoy llama la atención de la pobreza del estado en que se encuentra el otro aspecto que anotamos al inicio, el de la solidaridad humana tan bien demostrada el mismo 19 de septiembre de 1985 en que todos salimos a la calle.

La pérdida de valores en el avance de las agendas liberales, el galopante crecimiento de la desigualdad, la degradación de la actividad partidaria, la revelación del arraigado fenómeno de la corrupción y la enraizada desesperanza en la que se sume una población que crece y que demanda incansablemente, desvanecen en un triste olvido el sentimiento de fraternidad que, en ese día, unió a todos los mexicanos sin distingo de raza o condición social.

Mucho se ha logrado en el terreno de los aspectos técnicos que constructores, organizaciones civiles, agentes gubernamentales y sociedad civil debemos observar de cara a un movimiento telúrico o un maremoto; lejos estamos de lograr la retracción de este sentimiento de explosión y división que hoy nos aqueja y que tanto llena las páginas y ventanas de las redes sociales.

Twitter:@Cuellar_Steffan

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