El grupo de Joaquín Guzmán Loera está dividido en ocho pequeñas bandas; Tamaulipas es el estado más afectado por la atomización; en él operan 18 bandas.
Por Víctor Hugo Michel
CIUDAD DE MÉXICO.- Los cárteles mexicanos de la droga se fracturan y subdividen cada vez más. Tras años de presión gubernamental, competencia interna y desgaste permanente, grandes organizaciones como el Cártel de Sinaloa, el del Golfo y Los Zetas se han fragmentado en al menos 45 células semiindependientes que hoy compiten entre sí por el control de las principales ciudades y rutas del país, revela un informe de inteligencia la Procuraduría General de la República en poder de El Financiero.
Joaquín El Chapo Guzmán regresa a un Cártel de Sinaloa que se ha subdividido en 8 células. Los restos del Cártel de Tijuana se han atomizado en tres facciones. El del Los Beltrán Leyva se ha desagregado en 7 bloques y Los Zetas ahora funcionan en 9 comandos. La información de inteligencia más reciente apunta a que la era del megacártel llega a su fin y que México, como Colombia antes, da pasos hacia una etapa de atomización casi generalizada, según se establece en un reporte elaborado por el Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia (Cenapi), en respuesta a una solicitud de transparencia.
Tamaulipas es el estado en el más se ha acentuado la fragmentación de los cárteles de la droga en células rivales; hoy su geografía se asemeja a la de un mapa feudal. En total, 18 pequeñas bandas —no siempre aliadas— se han asentado en donde antes el Cártel del Golfo y Los Zetas fungieron como organizaciones monolíticas, con estructuras verticales. El caso más evidente es el del Cártel del Golfo, que ha comenzado a descomponerse en facciones como Los Metros, en Reynosa; Los Rojos, en Matamoros; el Grupo Lacoste, en Altamira; Grupo Dragones, en Tampico; Grupo Bravo, en Aldama; Grupo Pumas, en El Mante, y Grupo de Apoyos Ceros y Los M3, en Reynosa. Es una división que en ocasiones ha traído brotes de violencia intracártel.
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Los Zetas, en tanto, han dado paso a su propia dispersión. La organización paramilitar, que de por sí se basa más en un modelo de franquicias que en el de un mando centralizado, tiene ahora 9 grupos que operan bajo su nombre, entre los que destacan Los Sangre Zeta, en Coahuila; Los Negros, en Guanajuato, y las Fuerzas Especiales Zetas, en Tabasco y Quintana Roo. En Tamaulipas, la metástasis es más evidente: operan Los Néctar Lima, en Nuevo Laredo; el Grupo Delta Zeta, en Valle Hermoso, y El Círculo y El Extranjero, en Jiménez, Victoria, Abasolo y Ciudad Madero.
El Cártel de Sinaloa —que recién recuperó a Guzmán Loera como máximo jefe tras su escape del penal del Altiplano— ha depositado sus operaciones en 8 células delictivas, que están activas en seis estados de la República. En Chihuahua y Sinaloa tienen a La Gente Nueva. En Durango y Chihuahua, Los Cabrera. En Guerrero, a La Barredora. En Durango y Coahuila, al Cártel del Poniente. En Baja California mantiene a dos células: El Aquiles y El Tigre, mientras que en Chihuahua continúa vinculado a dos pandillas, Los Artistas Asesinos y Los Mexicles.
Las únicas dos organizaciones que no han sufrido escisiones recientes o que se han subdividido administrativamente son Los Caballeros Templarios —producto, en sí, de una ruptura con la Familia Michoacana, en 2009— y el Cártel Jalisco Nueva Generación, del que se tiene registrada presencia en nueve entidades, incluido el DF.
“No se identifican grupos, células o pandillas vinculadas a la organización”, destacó el Cenapi.
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