Hoy es el Día Mundial Contra la Trata de Personas.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en su convención contra la delincuencia organizada transnacional del 15 de noviembre de 2000, aprobó el protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente la de mujeres y niños. Acuerdo firmado por México el 13 de diciembre y suscrito por el Senado de la República, con vigencia a partir del 11 de junio de 2011.
por Juan Carlos Sánchez Magallán
Sin embargo, en nuestro país sólo 25 entidades federativas tipifican en sus legislaciones locales este delito, debiendo armonizarlas con la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia de las Víctimas de estos Delitos, cuyas víctimas principalmente son mujeres, niñas, niños y adolescentes.
El Protocolo de Palermo lo define con claridad: por “trata de personas” se entenderá la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Está incluida la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos.
La trata de personas es un flagelo mundial y es de los delitos más vergonzosos que existen, pues priva de su dignidad a millones de personas en el mundo. La forma más conocida es la explotación sexual, pero cientos de miles de víctimas lo son con fines de trabajo forzoso, servidumbre doméstica, mendicidad infantil, etcétera. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 2.4 millones de personas son víctimas y las ganancias que reporta este delito ascienden a unos 32 mil millones de dólares anualmente. En Europa es uno de los negocios más lucrativos de que son presas las personas más marginadas de mundo; los tratantes consideran a las personas meras mercancías.
Las víctimas de explotación sexual se encuentran atrapadas en un círculo vicioso de violencia y degradación. Mediante engaños y coacción, las redes delictivas organizadas hacen caer a las víctimas en situaciones de abuso de las que es difícil escapar, desde golpes, violaciones y amenazas a su familia si intentan fugarse, les quitan sus pasaportes al llevarlos a otro país del que no hablan su idioma.
Las víctimas son objeto de trata dentro de su propio país, hacia países vecinos e incluso de un continente a otro. A nivel mundial, una de cada cinco víctimas es un niño, aunque en las regiones más pobres, como África y el gran Mekong, son infantes la mayoría de las víctimas. Los niños son objeto de trata con fines de mendicidad forzosa, pornografía infantil o explotación sexual, se les prefiere, pues consideran que sus manos pequeñas son más aptas para desenredar redes de pesca, coser prendas lujosas o cosechar cacao, también son reclutados por la fuerza como soldados en zonas de conflicto armado.
Dos terceras partes de las víctimas de la trata en el mundo son mujeres. La mayoría jóvenes engañadas, con falsas promesas de empleo y después violadas, drogadas, encerradas, golpeadas o amenazadas con actos de violencia, imponiéndoles deudas, chantajeándolas.
El porcentaje de casos descubiertos de hombres es desproporcionadamente menor al de mujeres.
Para escoger víctimas no se tiene en cuenta la edad ni su origen. Se llevan niños de la Europa Oriental a la Occidental para obligarlos a mendigar o robar carteras. En África, a las jóvenes las engañan con la promesa de emplearlas como modelos, y después están atrapadas en un mundo de explotación sexual y pornografía; se hacen falsas promesas de trabajo a mujeres de Asia y terminan en virtuales confinamientos y abusos.
Hombres y mujeres por igual, llevados de América del sur al norte, obligados a trabajar en condiciones deplorables en plantaciones. ¡Grave! ¿O no, estimado lector?
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