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miércoles, 2 de octubre de 2013

México, el País del Cuento

Mentimos por costumbre y las palabras ya han perdido su parentesco con la realidad.
Lo mal de la cuestión es que la palaras hoy, no significan ya lo mismo. Lo malo de la cuestión es que las palabras, enhiladas en frases, han perdido su parentesco con la realidad. Y que en México, como deporte, mentimos de costumbre. Hemos caído en el cinismo. La mentira tiene ya, en nuestro país, tamaños de institución.

¿Ejemplos?

Nuestro decir diario los aporta: “El señor está de acuerdo”, dice la secretaria, por teléfono, a quien busca al señor. “Ya no tengo ni qué ponerme”, exclama la señora frente al clóset lleno de ropa. “¡Qué lida está tu niña!”, miente la amiga. “Ya voy a entregar”, alega el taxista. “Nos echamos la última y nos vamos”, se escucha en la cantina. “Cuando yo tenía tu edad…” dice el papá. “Aquí no se cobra el 4 por ciento”, señala la tienda. “La próxima semana la liquido sin falta”, engaña el deudor. “Papá”, dice el niño.

Sobras, sobran ejemplos:

“Motel para turistas”, dice el anuncio. “Aquí todos somos iguales”, alega el líder. “Si lo hago es porque se trata de ustedes, pero yo no acostumbro…”, señala el funcionario. “Este sí es del de puro”, promete el pulquero. “Me invitaron a la gira”, miente el colado. “Usted no sabe con quién trata”, grita el presunto influyente. “El lunes sin falta se lo tengo listo”, promete el mecánico. “Qué vas a pensar de mí”, comenta la damita. “Te presento a mi novia, la señorita…”

Sí, si lo que sobran son ejemplos. Mire usted:

“La Solución Somos Todos”, dice el slogan. “En autopista levanta fácil los 14”, promete el vendedor. “Ya lo sé, pero se va a divorciar”, alega la muchacha. “Salón para Familias”, dice el bar. “Servicio nocturno”, ofrece la farmacia. “no dé propinas”, reza en la oficina pública. “Precios fijos”, se lee en el escaparate del cajón de ropa. “Por esta que no vuelvo a tomar”, promete el crudo. “Ay, pero si es un señor muy decente”, dice la empleadita, al hablar de su jefe, al novio. “Traiga sus fotos, chula, yo la impulso”, promete el empresario.

Y luego…

“Ambiente distinguido”, anuncia el cabaret. “Es que tuve mucha chamba”, alega el parrandero. “Pero si toda la tarde estuve en el salón, si quieres pregunta”, se disculpa la señora. “Prohibido estacionarse”, dice el disco. “Fue en defensa propia”, dice el juez. “Yo se lo cuidé, mi jefe”, señala el policía auxiliar. “Está casi nuevo, era de una viejita que nomás lo usaba para ir a misa”, argumenta el vendedor. “Perdona, pero ya ves cómo se pone el periférico”, es la clásica disculpa.
¿Y las cabezas de los diarios, qué…?

Veamos:

“No habrá aumento de tarifas”.
“El peso mexicano, más firme que nunca”.
“Guerra a muerte a la corrupción promete el jede de la policía”.
“Se hará justicia caiga quien caiga, ofrece el procurador”,
“Este año no será reestructurados los ferrocarriles”.
Y así, así por el estilo…

¿Le quedan ganas para más ejemplos?

Bueno, pues ahí van:

“La próxima vez me toca pagar”, escuchamos en el restaurante. “No te va a pasar nada”, tranquiliza el novio. “Con nadie había sentido lo que siento contigo”, tranquiliza la novia. “Pero si ayer se veía tan bien”, reconfortan en el velorio.

“Era tan bueno”, dicen en el mismo velorio. “Ay, qué bien te quedó el vestido”, exclama la amiga; “a ti ese peinado te rejuvenece”, le contestan. “Eres igualito a tu padre”, manifiesta la tía. “Que mañana no hay clases porque hay junta”, se atreve el niño. “si el voto del pueblo me favorece”, exclama el candidato. “ora sí, mañana empiezo la dieta”, miento el gordinflón. “Qué gusto de verlos por esta su casa”, indica el anfitrión. “¿Con quién? ¡Ah, sí, era una compañera de trabajo!, se justifica el marido. “Su asunto ya está en estudio”, asegura el secretario privado.

“Dese sus vueltas, yo le ayudo”, escucha quien pide trabajo. “Le prometo que estudiaré su asunto con toda atención”, promete el funcionario. “Con esto ya se va a aliviar”, ofrece el médico. “Es que no siguió mis instrucciones”, alega el mismo médico. “siempre vamos a tener que bajar toda la máquina”, dice el mecánico. “Es que no había llegado la lechi”, refunfuña la sirvienta.

“Honorable Congreso de la Unión…”escuchamos desde hace siglos…

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