Los mercados accionarios, de bonos y aun de materias primas han reaccionado con cautela al conflicto armado en Medio Oriente.
Por si algo nos faltara en el complejo entorno global en el
que vivimos, se desató la guerra en el Medio Oriente, con la incursión
masiva del grupo terrorista Hamás a Israel y con la respuesta que ha dado el
Estado de Israel.
Diversas personas me han preguntado si estos hechos pueden
significar una nueva fuente de trastornos a la economía global, como
por ejemplo lo fue la invasión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022.
La respuesta es que hasta este momento no lo ha sido.
Los mercados accionarios, de bonos y aun de materias primas
han reaccionado con cautela. Pero, esto no implica que, en el futuro, la
escalada de este conflicto no pudiera traer consecuencias económicas y
financieras más grandes.
El efecto más notorio hasta este momento es el alza de
los precios del crudo.
Hasta ayer por la tarde, se habían incrementado en
poco más de 4 por ciento, lo cual es todavía una cifra que no prende
las alarmas pero que ya es significativa.
Los mercados accionarios, si bien cayeron ayer en Europa lo
hicieron en proporciones relativamente menores y en EU hubo incluso alzas
leves.
Y, en el caso del tipo de cambio del peso frente al dólar,
prácticamente no lo ha resentido y, de hecho, nuestra moneda avanzó
ligeramente.
Sin embargo, como en todo conflicto armado, los escenarios
son inciertos.
Más allá del tremendo costo humano que traerá esta guerra,
como ya la llamó el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y que ya ha
afectado incluso a mexicanos que fueron secuestrados por Hamás, el impacto
económico global dependerá sobre todo de la posibilidad de que escale e
involucre principalmente a Irán.
Los expertos en diversos países han señalado que la
planeación precisa del ataque de Hamás a Israel difícilmente podría haberse
conseguido sin el respaldo del gobierno de Irán, que tiene cercanía
con ese grupo palestino.
Tendrá que verificarse qué tan involucrado está realmente
Irán. El gobierno de EU señaló que aún no tiene evidencias plenas de la
participación iraní.
El curso de los acontecimientos próximos podría implicar
desde el endurecimiento de las sanciones internacionales contra Irán, hasta
el extremo de eventuales acciones militares en contra de ese país por
parte de Israel.
En todos los escenarios, quizás el ámbito de afectaciones
más directo es el de los precios del petróleo, que seguramente van a tender a
subir más.
En los escenarios extremos, podríamos tener disparos de
los petroprecios que nuevamente generen inflación global y se acentúe
el riesgo de recesión.
Ojalá que la sensatez y la inteligencia gobiernen las
reacciones ante la agresión a Israel, que como casi cualquiera de esta
naturaleza, tuvo un signo irracional y de acuerdo con algunos, incluso de
carácter suicida.
Esperemos que ese espíritu no sea contagioso.
Inflación persistente
El INEGI dio a conocer ayer las cifras de inflación al mes
de septiembre, en el que alcanzó 4.45 por ciento anual. La llamada inflación
subyacente se colocó en 5.76 por ciento.
Este último indicador es el que refleja con más precisión la
tendencia inflacionaria de mediano plazo.
No solo está aún muy lejos del objetivo de 3 por ciento que
ha establecido Banxico, sino que su ritmo de descenso es lento.
Alcanzó el máximo en noviembre de 2022 cuando llegó a 8.51
por ciento. Para marzo de este año estaba apenas en 8.09 por ciento y a partir
de entonces, el ritmo de reducción ha sido de 0.38 puntos porcentuales cada
mes.
Si así siguiera, tardaría aún poco más de siete meses para
llegar a 3 por ciento, es decir, lo haría en el curso del mes de mayo de 2024.
Es en este contexto que se ve poco probable que el Banxico
decida este año una baja de tasas de interés, menos aún si el entorno
internacional se complica todavía más.
Así que no sería nada raro que el nivel de 11.25 por ciento
que hoy tenemos se mantuviera sin cambios aún en el primer trimestre del 2024.
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