La precampaña que hizo Claudia Sheinbaum en los dos últimos meses y medio tuvo en la oscuridad toda la operación de Estado para fortalecer y cuidar a la candidata del presidente.
Salvo que suceda una catástrofe, Claudia Sheinbaum, la
exjefa de Gobierno de la Ciudad de México que desde que inició el sexenio tuvo
la preferencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, será la ungida. Hay
quien piensa que Sheinbaum es un distractor del Presidente para que llegue Adán
Augusto López, y otros, como Marcelo Ebrard, ilusionados en que podía cambiar
el rumbo de la corriente de la catarata que alimentaba López Obrador. No es
así. El Presidente ha comentado en su primer círculo, sin mencionarla
directamente, que dejar a una mujer en el cargo que retome su narrativa será el
legado de su transcendencia.
Las señales objetivas todo este tiempo no recomiendan
apostar contra Sheinbaum. La incorporó a las reuniones de los lunes del
gabinete de seguridad, pese a ser un asunto federal, no local; le levantó
varias veces la mano en eventos públicos y la señaló con su índice; estimuló
la bufalada de gobernadores, presidentes municipales y políticos de
Morena detrás de ella, que utilizaron recursos para respaldar sus movilizaciones,
como la del sábado, en el cierre de su campaña en la Ciudad de México, donde
decenas de autobuses de transporte público llevaron a cientos de personas al
Monumento a la Revolución.
Pero hay mucho más, escondido de la vista de todos.
Primero fue la integración del cuarto de estrategia, donde
López Obrador envió como miembro permanente a su vocero, Jesús Ramírez Cuevas,
quien comenzó acompañándola en sus recorridos los fines de semana y en dos
últimos meses, con una participación más directa en la toma de decisión. A
través de Ramírez Cuevas, Sheinbaum enviaba los mensajes de que no se separaría
de sus dictados –completa obediencia a su proyecto cuatroteísta–, para tenerlo
tranquilo. Mario Delgado, líder de Morena, también puso a la diputada Gabriela Jiménez
en ese mismo equipo, para tener ojos y oídos sobre lo que estaba pensando hacer
la aspirante. Ninguna otra de las llamadas corcholatas recibió
respaldo tan directo de Palacio Nacional y Morena.
Segundo, que es la última acción clara de cómo Sheinbaum es
la virtual candidata de Morena a la Presidencia, fue alinear a la candidatura
al Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el aparato de inteligencia del Estado
mexicano, para que hicieran tareas de vigilancia y monitoreo sobre la
Secretaría del Bienestar para verificar que las instrucciones de apoyo a la
delfín de López Obrador se cumplieran, e informar si alguno de los aspirantes
restantes no se desviaba del guion diseñado por el Presidente y buscaba
alianzas indeseables.
La intervención del CNI no tiene precedentes, al compartir
sus tareas de seguridad nacional con el trabajo a favor de la candidata
presidencial. Las instrucciones se dieron a principios de julio, en una reunión
convocada por el general Audomaro Martínez, director general del CNI, a la cual
asistieron el secretario general, y número dos de la institución, Osmar Saúl
Parra, los siete coordinadores, los 15 directores y los 32 delegados en los
estados.
Las principales instrucciones fueron muy precisas, asegurar
que los programas sociales sean encaminados a respaldar a Sheinbaum, y vigilar
lo que hacen sus adversarios, no sólo dentro de Morena y sus aliados, PT y
Partido Verde, sino también la oposición. La vigilancia sobre la aplicación
discrecional de los programas sociales y el reporte inmediato sobre acciones
que pudieran llegar a afectar a Sheinbaum puede ser medido por el CNI, que
realiza encuestas permanentes en los estados, sobre cuyos cuestionarios se
podrían incluir las preguntas que mostraran los resultados de la inducción
federal.
El CNI es un organismo muy fuerte, no de ahora, de siempre,
por el volumen de información que recoge en el país a través de la inteligencia
humana y la tecnológica. Pese a los vaivenes provocados por sus directores en
los últimos años, mantiene una masa crítica relevante en materia de análisis, a
la que se añade el control que tiene sobre los gobernadores a través de las
mesas de seguridad en los estados, que siempre preside el secretario técnico de
ellas, que es el delegado del CNI, por encima de la Guardia Nacional, que en
papel es quien debería coordinarlas.
Aunque por razones de inteligencia siempre han elaborado
fichas sobre políticos y personas públicas, rara vez las utilizan con fines
políticos y las filtran a los medios. En el gobierno de López Obrador ésta ha
sido, si bien no una práctica regular, una práctica recurrente de intimidación
y advertencia a quienes consideran en Palacio Nacional que no quieren
alinearse, ya sea mediante la difusión de datos confidenciales del CNI que
aparecen en el mar de cosas en la mañanera, o mediante la filtración a medios
específicos que sirven como conducto para hacerlos públicos.
Lo que es extraordinario de lo que está haciendo el CNI es
su intromisión en temas electorales, lo que subraya no sólo la determinación de
López Obrador de imponer a Sheinbaum en la Presidencia sino, sobre todo, que no
tiene límites para garantizar la continuidad, en sus términos, de lo que llama
el proyecto de la cuarta transformación, la guerra cultural en la que se ha
embarcado para aniquilar el régimen anterior e instalar uno nuevo, el suyo.
La precampaña que realizó Sheinbaum en los dos últimos meses
y medio tuvo en la oscuridad toda esta operación de Estado para fortalecer,
impulsar y cuidar a la candidata de López Obrador, utilizando recursos públicos
–por la vía de gobernadores para las movilizaciones–, el aparato de
inteligencia civil del Estado mexicano, y un comisario político del Presidente
en el cuarto de estrategia de la candidata, que a la vez juega el mismo papel
en el Instituto Nacional Electoral. Con todo esto detrás de ella y
apuntalándola, sólo una catástrofe, como se señaló en un principio, podría no
permitirle llegar a la candidatura.
Una vez ungida como tal, la potencia de la maquinaria legal
e ilegal en manos de López Obrador, se incrementará. Quien enfrente al
Presidente y a Sheinbaum en la disputa por el poder el próximo año debe tener
claro contra qué tipo de monstruo peleará.
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