Para la mayoría de los beneficiarios es necesario que se fortalezca el andamiaje institucional público para sacarlos de la pobreza y la marginación.
Una de las banderas que enarbola el presidente López Obrador
como suya, es la de los programas sociales; algunos los diseñó e implementó y
otros los mantuvo, como el de los Adultos Mayores, pero más allá de la
paternidad, lo cierto es que para la mayoría de los beneficiarios es necesario
que se fortalezca el andamiaje institucional público para sacarlos de la
pobreza y la marginación.
Los programas sociales en favor de diversos grupos de la
población ya tienen rango constitucional. El artículo cuarto de la Constitución
garantiza la extensión progresiva de seguridad social para la población que se
encuentra en estado de vulnerabilidad.
La Carta Magna mandata que se debe contar con un sistema
nacional de salud para las personas que no cuentan con acceso a la seguridad
social; se debe garantizar el derecho a una pensión a las personas adultas
mayores de 65 años; un sistema de becas para estudiantes de todos los niveles,
priorizando los que viven en situación de pobreza; apoyo a las personas con
discapacidad y grupos indígenas, además de garantizar el derecho a la
alimentación, vivienda y medio ambiente adecuado para el desarrollo, en
resumen, a la inclusión social.
Sin embargo, esta administración utiliza los programas
sociales como carne de cañón electoral y no con el propósito para el que fueron
creados, ya que si fueran de utilidad ya se hubiera abatido en buena medida la
pobreza que, con AMLO, aumentó en cuatro millones más de mexicanos.
En tiempos electorales como los de ahora, todos buscan
sacarle raja política a los programas sociales y el primero en hacerlo es el
gobierno de la 4T, que se abroga la paternidad y el usufructo, sin considerar
que, si bien es cierto que la entrega directa de dinero en efectivo a los
beneficiarios fue idea de AMLO y es una ayuda vital para la subsistencia de
algunos, en realidad es una forma de mantenerlos viviendo a expensas de este
apoyo, porque no se les incorpora al círculo virtuoso de la productividad y
menos se les acoge con el resguardo institucional del gobierno, porque es
deficiente, precario e insuficiente.
La administración de López Obrador no ha sido capaz de crear
un sistema de salud que atienda a los sectores más vulnerables de la población,
ya no digamos como en Dinamarca, sino como estaba con Enrique Peña Nieto.
Al cancelar el programa de escuelas de tiempo completo o el
de las estancias infantiles —solo por citar dos casos— se eliminaron
instituciones y programas que tenían un impacto directo en temas como la
educación, alimentación, apoyo a las mujeres y a sus hijos, para dar paso a la
ayuda en efectivo.
Hay que decirlo con todas sus letras, con el disfraz del
asistencialismo directo en efectivo, se creó una base electoral de
beneficiarios que apoyan irrestrictamente al presidente.
Los jóvenes benefactores del programa Jóvenes Construyendo
el Futuro, reciben 6 mil 300 pesos mensuales por capacitarse en empresas,
principalmente de la iniciativa privada, para después de un año, en teoría con
las nuevas habilidades que adquirieron, poder realizar una actividad
productiva.
Eso es en el mundo de los sueños, porque en la cruda
realidad, la mayoría de esos jóvenes dilapidaron el dinero recibido casi de
forma gratuita y siguen siendo considerados como “ninis”, ya que ni estudian ni
trabajan y peor aún, son carne de cañón de la delincuencia.
La Auditoría Superior de la Federación ha dado cuenta de los
graves actos de corrupción que ocurren en la administración de los programas de
política social, como el de tener a personas fallecidas como beneficiarias.
La sangría a las arcas públicas de todo ese dinero que se
entrega en efectivo y que, como ya citamos, para unos es una ayuda vital, para
otros, es un incentivo para no trabajar y para algunos funcionarios del
gobierno de la 4T, son fuente de ingresos mal habidos; para este año es de 598
mil 8 millones de pesos y seguirá en aumento cada año.
Esta progresividad del costo de la política asistencial
representa una carga financiera y presupuestal muy severa para las finanzas
públicas y que junto con las pensiones, la deuda y sus intereses, así como el
rescate de Pemex y las ocurrencias del presidente como la cancelación del
aeropuerto de Texcoco, la construcción de la refinería Dos Bocas o el Tren
Maya, ponen al borde de la quiebra al gobierno de López Obrador.
El próximo presidente de México, sin importar su procedencia
partidista, recibirá una bomba de tiempo por la precaria situación de las
finanzas públicas, ya que los ingresos generados por el gobierno a través de
los impuestos y otras vías, además del endeudamiento que en esta administración
ya es más del doble de lo que contrajo Felipe Calderón, no alcanzará a cubrir
el creciente gasto por el asistencialismo y los rubros que ya citamos.
Los programas sociales implementados por AMLO a la larga
tendrán que desaparecer so pena de quebrar a las finanzas públicas.
No hay comentarios :
Publicar un comentario