El matrimonio entre el dictador mexicano y la hija del político Manuel Romero Rubio fue precedido por un mensaje donde él confesa sus sentimientos
Porfirio Díaz es reconocido por la larga duración de su mandato presidencial, durante el cual impulsó grandes avances en México pero también políticas que agudizaron la desigualdad social. Sin embargo, también ha llamado la atención su vida personal, particularmente sus matrimonios, el primero con su sobrina Delfina Ortega y el segundo con Carmen Romero, con quien se casó durante el breve periodo en que dejó la presidencia de la Republica Mexicana a cargo de su compadre, Manuel González.
Díaz conoció a su segunda esposa, con quien se casó en 1881,
durante una fiesta en la Embajada de Estados Unidos y después de conocerla en
esa reunión, el mandatario se convirtió en su alumno, ya que la joven
comenzó a darle clases de inglés. Fue entonces que el general comenzó a mostrar
interés en ella y cortejarla, hasta que finalmente declaró su amor a
través de una carta que comenzaba con la frase: “Carmelita, yo debo avisar a
usted que la amo.”
En la epístola, Díaz no solo confesó sus sentimientos sino
que le expresó que estaba seguro de que ella podía corresponderle, ya que
él se encargaría de conquistarla mediante un amor sincero y leal. Además de que exaltaba
sus cualidades, tales como su gran bondad e intelecto, que demostró al ser
diestra en los idiomas inglés y francés. Así, en un fragmento de la misiva, él
escribió:
“Yo debo expresar a usted que la amo. Comprendo que sin una
imperdonable presunción no puedo esperar que en ánimo de usted pase otro tanto
y por eso no se lo pregunto; pero creo que en un corazón bueno, virgen y
presidido de una clara inteligencia como el de usted puede germinar ese
poderoso sentimiento, siempre que sea un caballero el que lo cultive y
sepa amar tan leal, sincera y absolutamente como usted lo merece y yo lo hago
ya desde un modo casi inconsciente”.
Díaz también confesó su amor a su primera esposa a través de
una carta. Fotos: Mediateca/INAH
Cabe mencionar que el político mexicano tenía por
costumbre escribir cartas de amor desde años antes, ya que fue por ese medio
que declaró sus intenciones de casamiento a su primera esposa, Delfina. En
aquel mensaje le propuso matrimonio, pero también le aclaró que él entendía si
rechazaba su propuesta y que, en caso de aquí así fuera, él la adoptaría para
asegurarse de su bienestar. La firme intención que tenía de protegerla se debía
a que ella era una hija no reconocida por su padre.
De su primer matrimonio nacieron sus hijos Porfirio y
Luz, quienes quedaron a cargo de Carmelita cuando su madre murió. Ella también
cuidó de Amada, hija ilegítima del presidente, e incluso es posible que
estuviera inmiscuida en el arreglo de su matrimonio con el acaudalado Ignacio
de la Torre y Mier. Pero, a diferencia de Delfina, Carmelita se desempeñó no
solo como madre y ama de casa, sino que estuvo encargada de la preparación
de importantes eventos y ayudó a su esposo a mejorar sus modales.
Se sabe que fue idea suya uniformar a los menesterosos de
caqui para no causar mala impresión a los visitantes extranjeros durante las
celebraciones por el Centenario de la Guerra de Independencia o que ponía polvo
de arroz sobre el rostro de su cónyuge para disimular su piel morena. Su
conocimiento de las reglas sociales provenía de la educación que recibió en
Estados Unidos, a donde fue enviada por su padre, el ex lerdista Manuel Romero
Rubio.
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