Esta administración prácticamente destruyó la capacidad de gestión del gobierno federal por completo.
Todos conocemos el refrán: lo barato sale caro. En palabras
diferentes, existe en muchas partes del mundo: guardar centavos para perder
pesos. Todavía más interesante, uno de los teoremas de economía de la
información demuestra su validez. Sin embargo, parece que muchas personas no
pueden comprender su significado.
Sueldos bajos y prestaciones miserables impiden tener
personal calificado. No se trata de pagarle millones a todos, pero sí de pagar
lo que vale lo que cada quien produce. Hay sueldos razonables para todo tipo de
trabajos: albañil, plomero, soldador, maestro, banquero o funcionario. En cada
una de esas actividades, pagar menos de lo que es razonable implica tener
personas incapaces o tramposas. Un funcionario suele ganar menos que un
banquero, en todas partes del mundo, pero por debajo de cierto nivel, las
personas que buscan el puesto ya no son de utilidad para la gestión pública. O
son incapaces, o buscan aprovechar la posición para hacer negocios privados, es
decir, son corruptos.
Esta administración prácticamente destruyó la capacidad de
gestión del gobierno federal por completo. Ahuyentó a miles de profesionistas
capaces, ya con experiencia, por bajar sueldos y eliminar prestaciones. Cuando
a eso se sumó la famosa frase de 90 por ciento honestidad y 10 por ciento de
experiencia, que muy pronto significó 90 por ciento lealtad y 10 por ciento
honestidad, quedó todavía menos capital humano en el gobierno. La incapacidad
es cada día más evidente y peligrosa. Lo barato sale caro.
Un ejemplo reciente tiene que ver con el control de los
vuelos, que parece resultar no sólo de la incapacidad de funcionarios, sino
también de que el experimento del espacio aéreo compatible para el AICM y Santa
Lucía ha fracasado. Recordará usted cómo insistió el Presidente en que saldría
más barato Santa Lucía que terminar Texcoco, y podrá confirmar que mintió. Al
final, hubo que pagar el que no se usa, y el nuevo, que para usarse debe
detener las operaciones en el AICM. No ganamos nada, pero pagamos 500 mil
millones de pesos. Lo barato sale caro.
Nos insisten en que vamos a ser autosuficientes en
combustibles, pero es otra mentira. Con la cantidad de crudo que producimos
(1.6 mbd) se pueden obtener 500 mil barriles diarios de gasolina, frente a los
850 mil que consumimos. Es decir que no seremos autosuficientes. Pero para
producir esa gasolina, generamos un tanto igual de combustóleo, que es difícil
de vender, de forma que lo quema la CFE para producir electricidad. Gracias a
eso, la Ciudad de México ha estado en contingencia ambiental varios días de
mayo. Algo similar ocurre en Tampico, Salamanca y Cadereyta, al menos. Lo
barato sale caro.
La idea de utilizar los recursos públicos para repartir
dinero, muy atractiva para políticos, tiene un costo. Aunque muchas personas no
lo crean, el dinero del gobierno es finito. Y bastante escaso, además. Entre
pensiones, sueldos de maestros y médicos, pagos de servicios, y los barriles
sin fondo que son Pemex y CFE, queda muy poco disponible. Si ese dinero se
reparte, ya no queda nada para gastar en cosas muy importantes, pero que se ven
poco: agua, drenaje, mantenimiento.
Cuando López Obrador fue jefe de Gobierno en la Ciudad de
México inició esta mala práctica, que se fue comiendo los recursos del
mantenimiento de la capital, que poco a poco se ha deteriorado a niveles
deplorables, si uno ve pavimentos o luminarias, o preocupantes, si piensa en
agua, drenaje o el Metro. Si, además, se contrata la construcción con el que
vende más barato, y no se vigila, se arriesga uno a una tragedia. Lo barato
sale caro.
Para la próxima elección, no olvide esta lección: No compre
lo mismo, pero más barato.
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