Enrique Quintana
De acuerdo con la medición hecha por El Financiero, el presidente López Obrador llega al término del segundo año de su mandato con un nivel de aprobación de 64 por ciento.
Esto implica que cerca de dos terceras partes de la población respaldan a AMLO.
El porcentaje que obtuvo AMLO en las elecciones de julio de 2018 fue de 54.7 por ciento de los votos válidos.
Esto quiere decir que pese al desgaste que implica gobernar, y aún más como él lo ha hecho, existe poco más de 9 por ciento de personas que lo respaldan aún sin haber votado por él.
Además, en este lapso, el país ha vivido la peor crisis sanitaria de la historia moderna, con una pandemia que ha dejado más de 100 mil fallecidos de acuerdo con cifras oficiales. Tenemos una caída económica sin precedente en las últimas décadas y un incremento de la pobreza -de acuerdo con datos del Coneval- en varios millones de personas. Además, hay niveles elevados de inseguridad en múltiples regiones de la República.
¿Cómo es posible que, en ese contexto, el presidente tenga los niveles de aceptación de los que hoy goza?
Hay hipótesis diversas para responder a esta interrogante. Una de las más usuales es que su estrategia de comunicación, basada en las conferencias mañaneras, le han dado una omnipresencia y le han permitido que sea él quien defina la agenda nacional.
Otro de los señalamientos usuales apunta a una política social que le ha dado una clientela muy amplia, que recibe los beneficios de diversos programas que implican transferencias de recursos. Él dijo ayer en su discurso que alrededor de 70 por ciento de los hogares recibe al menos algún programa social.
Otra hipótesis señala la inexistencia de una oposición que logre realmente cuestionar las políticas públicas aplicadas en estos años. Es decir, no hay otras voces que tengan resonancia.
No creo que exista una respuesta única. Me parece que son todos esos factores los que se conjugan para explicar la popularidad presidencial, además de una personalidad carismática que resulta atractiva para gran número de mexicanos.
Muy pocos pensaban que la aceptación del presidente fuera a resistir un año tan adverso como el que hemos vivido.
Después de haberlo visto, hemos de preguntarnos si eso implica que el apoyo a AMLO es a prueba de todo o si el natural desgaste que tienen los gobernantes va a erosionar ese respaldo en el curso de los próximos años.
Tampoco hay una respuesta terminante para este hecho. No lo sabemos.
Pero, creo que incluso es más relevante preguntarnos si se logrará trasladar la popularidad presidencial a Morena.
En 2018 ocurrió de manera parcial. En las elecciones para diputados federales, Morena en lo individual o en la coalición en las que participó obtuvo 45 por ciento de los votos válidos.
La alianza que estableció con otras fuerzas políticas permitió que obtuviera la mayoría absoluta en la cámara en virtud de la sobrerrepresentación que prevé la ley y al sumar los legisladores de otros partidos que se aliaron con Morena.
Para el próximo año, esto será un tema crítico, que en alguna medida definirá la perspectiva de la segunda mitad del gobierno de AMLO.
Este será muy diferente si cuenta con una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados o si la pierde.
Uno de los problemas que existe es que desde hace varias legislaturas se ha podido darle la vuelta a los límites de la sobrerrepresentación que establece la Constitución en su artículo 54 fracción V, a través de los esquemas de coaliciones.
En el INE ya se prepara una resolución para evitar que se le saque ventaja a ese esquema, que en 2018 le dio a Morena 'un extra' de 39 diputaciones.
Tenga la certeza de que esto se va a convertir en uno de los temas políticos más polémicos de las próximas semanas y meses.
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