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viernes, 25 de diciembre de 2020

Delfina en la SEP

 




David Calderón

 De lo mejor que ocurrió la semana pasada en nuestro sector fue despejar la incertidumbre sobre la titularidad de la Secretaría de Educación Pública federal. Todo el tiempo que pasa entre el anuncio de la salida de un funcionario y la designación del siguiente no sólo se llena de especulaciones, sino de luchas internas y, peor, de falta de continuidad en las tareas de implementación. Ya estamos mal, sobrellevando con regular tino la crisis más extensa y profunda que ha tenido el sistema educativo nacional, como para estar perdiendo energía y atención en el reacomodo de facciones.

El nombramiento de la maestra Delfina Gómez es, a mi juicio, de esperanza. Sin duda para tomarse con optimismo cauto, pero con rasgos positivos a destacar en su perfil y trayectoria. A mí sí me hace ilusión que al frente de la SEP para su cumpleaños 100 –en octubre de 2021– y de los 50 años del Consejo Nacional de Fomento Educativo, el heroico Conafe, llegue justamente alguien que representa lo que el sistema quiere lograr: mujer, maestra, con experiencia de representación popular.

Que cien años después del aristocrático Vasconcelos, quien entró en 1921 al viejo ex Convento de San Gregorio, donde desde entonces tiene sede la dependencia, con corbatín de pajarita, zapato de doble color y sombrero de carrete, en un país de huarache, manta y sombrerote, y ahora llegue el sobrio traje sastre o el chaleco de invierno de la profesora Gómez, no tan distinto de las mamás y maestras de los niños a quienes llega a servir, me resulta digno de congratulación.

La maestra Delfina no sólo fue maestra frente a grupo de primaria, sino que dirigió el centro escolar más grande de Texcoco por diez años, además de tener la experiencia de haber sido también directora de un colegio particular de enfoque integral, y también funcionaria estatal. Es egresada de la Normal, de la Universidad Pedagógica y del Tec de Monterrey, y ese abanico puede permitirle una diversidad de referencias que no la cierre a una única versión o enfoque de las cosas.

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Muchos de los últimos titulares de la SEP –y me consta por la confianza con la que me permitieron tener conversaciones francas, incluso con frecuencia de áspero reclamo mutuo– llegaron con grandes ilusiones; la mayoría, después de un tiempo, reconocieron que estaban condescendiendo con pactos políticos, falta de comprensión de lo que ocurre a nivel territorio, escasez de talento para cubrir las posiciones intermedias que son estratégicas, restricciones por el presupuesto y el entramado burocrático.

Como candidata a la gubernatura del Estado de México, en 2017, la maestra Delfina adelantó tres propuestas de enorme vigencia: primero, un programa de incorporación de la tecnología (le llamó TuIIT, Tu Inteligencia con Innovación y Tecnología) con la promesa de llevar conectividad a cada plantel, facilitar que también en los hogares se familiarizaran con las plataformas digitales, favorecer la conexión de los maestros, enriquecer con oficios relevantes al presente la educación media superior; segunda, la promesa de ampliar el Programa de Escuelas de Tiempo Completo, cuyos beneficios la profesora Delfina constantemente ponderó como una de las mejores respuestas para la mejora y la consolidación de las comunidades de aprendizaje; tercera, ofreció un gran impulso a la profesionalización docente, lamentando la poca importancia que le deban quienes manejaban la educación en su estado y en el país.

Ahora llegó el momento en que la maestra Delfina pueda honrar esas promesas; como nunca, se han dado las condiciones para que dependa de ella que la conectividad, las Escuelas de Tiempo Completo (recordemos que la SEP nos debe todavía las precisiones sobre cómo va a cumplir el mandato del Presupuesto de Egresos de la Federación, que le da la responsabilidad de establecer medidas para que con el dinero de La Escuela es Nuestra se cumplan los objetivos de Tiempo Completo), y la profesionalización docente den pasos sólidos y verificables. Antes no pudo, pero a partir de su toma de posesión tendrá las atribuciones, el equipo, el manejo de los dineros, el marco normativo y reglamentario para no achacar a otros el incumplimiento de lo que puede ella, ahora sí, lograr. Además, con gran mérito por su visión y capacidad de juicio propio, firmó el Pacto por la Primera Infancia, la propuesta de en ese entonces más de cien –ahora son más de 400– organizaciones de la sociedad civil para tener metas y mecanismos de verificación en el cumplimiento de los derechos de niñas y niñas de cero a seis años de edad. Fue una señal de apertura, de suma de voluntades y de dejar fuera una visión adversarial que maltrate el trabajo de comunidades y organizaciones.

Fue un alivio que no llegaran al despacho de Vasconcelos tantos autopromocionados funcionarios, autoproclamados populares, radicales y alternativos, que, tras su mucha palabrería, pobres cuentas tienen para presentar. Pero no hay que ser ingenuos: la gran prueba de fuego de la maestra Delfina es si sabe acordar con sus homólogos de los estados, sin diálogos simulados que son presentaciones de decisiones ya tomadas; si su representación de los maestros no se empantana en las insidias ambiciosas de las cúpulas sindicales; sobre todo, si sabe sumar voluntades y entiende su servicio a las niñas y niños, a adolescentes y jóvenes como su prioridad, y desarrolla la debida independencia de criterio para que el presidente no la arrastre a un discurso divisivo y una práctica de favoritismo a las clientelas y hostigamiento a los críticos. Que la SEP de una maestra reivindique todo lo que no se hizo durante el triste pasado de una SEP arrodillada al capricho de otra. Esperar, colaborar, pero también exigir desde ya: ésa es la mejor bienvenida que podemos darle a Delfina en la SEP.

 

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