Un amigo muy querido
me sugiere que ya no nos refiramos a las homilías matutinas como la 'mañanera',
sino que le demos el nombre que merece: el púlpito de la infamia. Como este
amigo es, además, mayor que yo, y aprendí desde niño a respetar a mis mayores,
transmito a ustedes este mensaje.
Creo que tiene razón,
al menos en parte. El evento matutino, que los seguidores de López describen
como esfuerzo informativo, es en realidad un instrumento de propaganda, en el
peor sentido de la palabra. No existe respeto alguno por la verdad en esas
conferencias, que, a decir de Luis Estrada, y su agencia SPIN, promedian 70
mentiras diarias hasta el 30 de octubre pasado. No se anuncian medidas de
política pública de verdad, aunque a veces firmen decretos sin sustento, o
proyecten PowerPoint sin sentido.
Lo que en realidad
ocurre cada mañana en Palacio, frente a un grupo selecto de personas que fingen
dedicarse al periodismo, que obstaculizan a los verdaderos periodistas, es la
destrucción de la fama pública de los adversarios de López Obrador. Pequeño
como es él, incapaz de demostrar con hechos algún resultado, prefiere atacar,
denostar, descalificar a quienes desde hace mucho, o recientemente, lo critican
con fundamento.
En esta semana, por
ejemplo, la tomó contra Mexicanos contra la Corrupción. Por un lado, no le
gusta que le critiquen a sus amigos corruptos, que abundan; por otro, tiene
odio personal a Claudio X. González. Afirma que este último es su adversario,
que tiene financiamiento para atacarlo, y anuncia que pondrá bajo investigación
esos recursos. Con ello, pone en riesgo la operación de una organización civil
que denunció diversos actos de corrupción en gobiernos anteriores. Dicho más
claro, atacar la corrupción le importa poco. Atacar a sus adversarios, reales o
imaginarios, es su vida.
En otro momento, hizo
una lista mental (con las limitaciones naturales que tiene) de esos
adversarios, que no pudo mencionar correctamente, ni alcanzó a ubicarlos en
donde hoy se desempeñan. No importa, le basta con enlodar la fama pública de
los demás. 'Calumnia, que algo queda', era el famoso dicho que parece haber
aprendido a pie juntillas.
No es coincidencia que
esta semana de ataques sea también en la que decidió descalificar el proceso
electoral estadounidense, sugiriendo que puede haber un fraude masivo en 50
elecciones estatales independientemente organizadas, en las que votaron 150
millones de personas. Lo que importa es recuperar el mito del fraude de 2006 y hacerlo
a través de la figura especular que es Donald Trump.
Tiene razón mi amigo.
Aunque las conferencias de cada mañana responden también a la incapacidad de
López Obrador de pensar estratégicamente, y por eso necesita abrir un nuevo
agujero cada mañana para tapar el del día anterior, a la sarta de mentiras e
inexactitudes que recita se suma, indudablemente, un esfuerzo consciente de
acabar con la fama pública de quienes él considera adversarios. En ese sentido,
es totalmente cierto que cada mañana asistimos al púlpito de la infamia.
Sólo una persona de
muy mala fe, como es López Obrador, puede dedicarse cada día a destruir la vida
de los demás. No le ha bastado terminar con los recursos para la salud pública,
que hoy se refleja en la falta de medicinas para niños con cáncer, la
incapacidad de hacer operaciones a las mujeres con esa misma enfermedad, la
ausencia de vacunas para influenza y tuberculosis, y la desaparición de
recursos para las vacunas de coronavirus en 2021. Eso no parece ser suficiente.
Además, tiene que hundir en un pantano imaginario a quienes él odia.
Ese resentimiento que
lo corroe debe tener su origen en sus propias tragedias, pero el país no tiene
por qué pagar su terapia. Que busque ayuda.
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