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lunes, 17 de agosto de 2020

Nadie quiere un presidente débil, pero tampoco un presidente omnipotente: Camacho Quiroz





México necesita robustecer el equilibrio en el ejercicio del poder para que a todos nos vaya bien, aseguró el exgobernador César Camacho Quiroz, al advertir el riesgo de que los ataques contra algunos organismos autónomos busquen minar su credibilidad para desaparecerlos o manipularlos.

En la charla virtual a la que fue invitado por Jorge Ramos Campirán, expresidente del Colegio de Notarios Públicos del Estado de México, recordó que a finales del siglo XX se crearon los tres primeros organismos autónomos y todos ellos sirvieron para quitarle atribuciones al presidente de la República.

Subrayó que la creación de los tres primeros organismos constitucionalmente autónomos: el Banco de México, el Instituto Federal Electoral (hoy Instituto Nacional Electoral) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, restaron poderes al titular del Ejecutivo federal en respuesta a una demanda ciudadana.

“La sociedad se dio cuenta que no era bueno que hubiera un presidente tan fuerte; nadie quiere un presidente débil, pero una cosa es que sea un presidente fuerte y otra que se un presidente omnipotente, que nadie pueda con él, eso no es bueno para los mexicanos”, argumentó.

A pregunta expresa, Camacho Quiroz aceptó que desde una visión ortodoxa, los organismos constitucionales autónomos rompen con la tradicional división de poderes, pero con lo que no rompen y más bien abonan es al espíritu que origina esa división, que es el equilibrio.


Resaltó que la división de poderes se creó para evitar el absolutismo y los organismos constitucionales autónomos llegaron para restarle ese absolutismo que tenían antes los presidentes en México; se crearon para equilibrar el poder, para evitar el abuso y los atropellos.

Precisó el riesgo de quitarle poder a esos organismos, pues se debilitaría el equilibrio entre poderes y al debilitar a los eventuales impugnadores surgiría de nuevo la figura del “tata mandón”, recuperaría las facultades absolutistas del presidente que, en su momento, la sociedad se dio cuenta que no era bueno para nadie.

En conclusión, resaltó, los organismos sí rompen con la tradicional división de poderes porque no son el Ejecutivo, del Legislativo ni del Judicial; justamente su vida institucional está en la Constitución, por eso hay organismos públicos descentralizados que no son constitucionales, tienen cierto nivel de independencia y de autonomía, pero no tienen estatus constitucional.

Precisó el caso de las universidades, que si tienen autonomía en su gobierno interno y en sus planes de estudio, pero no obedecen a esta lógica de equilibrio entre poderes como todos los demás, especialmente en el caso del Coneval, porque si el que me evalúa es mi empleado, pues qué va a decir de mí; es decir, no me hace ningún bien.

Finalmente, señaló que los organismos constitucionales autónomos tampoco deben ser adversarios, pero deben ser instituciones que gocen de libertad; además, al ser órganos colegiados realizan su trabajo con objetividad y con base en la frialdad de los datos y los números.

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