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viernes, 5 de junio de 2020

La difícil tarea de encontrar lugar para enterrar a los muertos


La primera semana de la nueva normalidad de la pandemia de COVID-19 en el Valle de México concluyó con 4 mil 931 defunciones acumuladas.





Los rehiletes giran casi al ritmo de la guitarra del trovador que busca matizar el ruido de la pala que lanza tierra sobre la caja, sonido que se complementa con murmullos, lágrimas y risas. El ritual mortuorio en este panteón no tuvo sana distancia, no se limitó o impidió el acceso, pero sí incluyó gel y cubrebocas.

La primera semana de la nueva normalidad de la pandemia de COVID-19 en el Valle de México concluyó con 4 mil 931 defunciones acumuladas y una peregrinación en la búsqueda de un espacio en el parque funeral Jardines del Retiro, en el municipio mexiquense de Coacalco, donde apenas la semana pasada se terminó de construir una nueva fosa para incrementar su capacidad, ante un sistema de salud capitalino agotado.

El corredor de kilómetro y medio de tumbas y fosas se ubica en la colonia Potrero Popular, con capacidad para alojar 15 mil cuerpos. A 37.8 kilómetros de la capital, se convierte en uno de los pocos camposantos de la periferia con espacio disponible ante la imposición de obligadas listas de espera en los crematorios capitalinos del sector público.

La propagación del virus SARS-CoV-2 pasa desapercibida en el pasillo de cenotafios. Algunos asistentes acuden con los rostros cubiertos, mientras que los trabajadores lo traen al cuello o de plano no lo usan, los trajes especiales para evitar contagios no existen y, según confesó uno de los enterradores, ni siquiera se les avisa de qué se murió.

-¿Y esas fosas nuevas?

-Las empezaron a construir en marzo, con todo y la pileta –refiere José, quien accede a platicar con El Financiero, mientras desempaca su comida: un plato de carnitas.

El servicio, “con caja y todo”, tiene un costo de 17 mil pesos, pero hay hasta de 90 mil con tres lugares, con todo y velatorio.

El ritual mortuorio se modifica radicalmente a 45 minutos en la alcaldía Miguel Hidalgo. En el panteón Francés de San Joaquín, una pareja notablemente nerviosa desciende de su camioneta para colocarse rápidamente su atuendo para la nueva normalidad; cubrebocas, guantes y careta; además, una bolsa de plástico para cubrir la ropa.

El silencio invade el lugar y una carroza ingresa al recinto; del vehículo se baja un hombre con una urna en las manos, quien les pide ingresar para completar los trámites y entregarles las cenizas. Van solos, sin trovadores o lloronas.

El incremento en los servicios de cremación privados es explicado por Oscar Padilla, CEO de J. García López, empresa con el 60 por ciento del sector funerario, y se convirtió en el último eslabón de la cadena ante los cuellos de botella gubernamentales. Los ocho hornos que tiene repartidos en la ciudad han trabajado 16 horas al día para mil 150 casos de personas con COVID-19, de los cuales 324 han sido gratuitos para personas de escasos recursos.

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