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sábado, 14 de marzo de 2020

El coronavirus podría encender la mecha de una bomba gigantesca




Durante años, los especialistas y sus hojas de cálculo han advertido que las corporaciones de todo el planeta han desarrollado una adicción peligrosa a la deuda. Las tasas de interés eran tan bajas que pedir préstamos en esencia era gratis, y esto tentó a las empresas a pedir con entusiasmo. Con el tiempo, algo tendría que salir mal y los prestatarios batallarían para pagar sus deudas. Los acreditantes se inquietarían cada vez más y endurecerían las restricciones para todos. El mundo se enfrentaría a una nueva crisis.

Algo malo está pasando ahora. Conforme se propaga el brote del coronavirus, deteniendo fábricas desde China hasta Italia, desplomando los mercados bursátiles y provocando temores de una recesión a nivel mundial, los niveles históricos de la deuda corporativa amenazan con intensificar el daño económico. Las empresas que tienen serias cargas de deuda podrían verse obligadas a recortar costos, despedir trabajadores y reducir inversiones, a fin de evitar incumplimientos de pago.

“Siempre hemos dicho que estamos sentados en una bomba sin detonar, pero no sabemos qué la va a activar”, comentó Emre Tiftik, director de Investigación para Iniciativas de Políticas Globales del Instituto de Finanzas Internacionales, una agrupación comercial de la industria financiera con sede en Washington. “¿El coronavirus podría ser el detonador? No lo sabemos. Tal vez”.

Para finales de 2019, la deuda pendiente total entre las corporaciones, a excepción de las instituciones financieras, se había disparado a un récord de 13,5 billones de dólares en todo el mundo, de acuerdo con un informe reciente de Serdar Çelik y Mats Isaksson de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, el instituto de investigación con sede en París. Esa cifra se ha incrementado debido a que muchas empresas han vendido sus bonos más riesgosos para financiar expansiones.

Pánico a la deuda de las empresas en todo el mundo
Las preocupaciones sobre la deuda corporativa parecieran realzar el pánico que ha secuestrado a los mercados mundiales, pues los inversionistas han desechado activos más riesgosos como las acciones y han optado por tenencias más seguras, como los bonos del gobierno de Estados Unidos.

Esto quedó especialmente en evidencia el lunes, cuando los mercados se desplomaron como reacción al rumor de que Arabia Saudita iba a bajar los precios del petróleo. Muchas empresas energéticas dependen de los bonos más riesgosos. Para estas, precios más bajos del petróleo se traducen en ingresos menores. Tal vez se vean obligadas a reducir costos a través de despidos o inversiones reducidas para encontrar efectivo con el que puedan pagar sus deudas.

La inquietud por los préstamos a las corporaciones también sirve para explicar por qué la semana pasada la Reserva Federal de Estados Unidos optó por bajar las tasas de interés. Las tasas bajas de interés limitan los pagos de las deudas a empresas que, de no pagar, podrían meterse en problemas.

La preocupación por la magnitud de la deuda corporativa es una consecuencia de la forma en que el mundo reaccionó a la crisis financiera de 2008. Los bancos centrales desde Estados Unidos hasta Europa y Japón llevaron las tasas de interés a cero o por debajo de cero, para estimular a las empresas a pedir préstamos e invertir.

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