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sábado, 6 de julio de 2019

Justicia, paridad y reelección en la 4T



Ivonne Melgar

Se concretó una causa del feminismo mexicano que, vertebrado por organizaciones como Mujeres en Plural y 50 más 1, supieron capitalizar una inédita circunstancia: el hecho de que ésta sea la bien llamada “legislatura de la paridad de género”
Aun cuando todavía es muy pronto para reclamar resultados medibles, el cambio político que el Presidente de la República encabeza es poderosamente viral.
Su liderazgo social y efectiva comunicación han fijado una nueva agenda de prioridades nacionales, hilvanadas con la oferta de desterrar la corrupción, bajo la premisa de que ésta es el mal que impide resolver todos nuestros males.
Es tal la fuerza de la narrativa presidencial que las promesas de cambio se han incrustado en la conversación cotidiana de los ciudadanos, visibilizando situaciones que, como sociedad, habíamos normalizado: la desigualdad, los negocios al amparo de los cargos públicos, la parafernalia del poder…
De modo que mientras la oposición reclama en la Cámara de Diputados que el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 del gobierno carece de metas y se limita a un catálogo de buenas intenciones, estas intenciones se acreditan como nuevas verdades sociales en el diálogo de los gobernados.
Y de eso se está tratando el cambio político que los mexicanos experimentan con un Presidente que, reiteradamente, nos dice que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre, que ser corrupto debe convertirse en motivo de vergüenza, que los jóvenes no merecen ser etiquetados como ninis, que las personas que viven con una discapacidad deben contar con el apoyo del Estado, que los adultos mayores tienen un lugar en su proyecto, que esta es una sociedad con sed de justicia…
De manera que, en medio de la incertidumbre sobre las consecuencias que tendrá el decretado cambio de régimen, López Obrador visibiliza que hemos sido un país que se acostumbró al saqueo del erario mediante diversos enjuagues disfrazados de consultorías.
Y, más allá de las críticas al paternalismo y a los programas clientelares sostenidos en el reparto del dinero público, el Presidente nos concientiza de la indefensión de los jóvenes, nos alerta del riesgo de que sean fichados por el crimen organizado y busca convencernos de lo relevante que es invertir en el pago de sus becas y transferencias monetarias.
Ese sentido y sentimiento de justicia social que López Obrador transmite, ese llamado que prende y emociona a los estudiantes que lo escuchan en los mítines de fin de semana, contrarresta y contrasta con el mirreinato que el pasado sexenio se volvió signo del privilegio juvenil.
Esa tarea pedagógica de visibilizar que hemos vivido bajo la normalización de una sociedad injusta, ajena al dolor de los otros, desplegó ayer un nuevo esfuerzo, el de la prevención y atención de adicciones desde un enfoque ajeno a la criminalización de los consumidores de drogas.
Haciéndose cargo de los efectos de un Estado que dio por válida la existencia de ciudadanos de primera y de segunda, el discurso presidencial es una permanente reivindicación de la democracia en los hechos, incluida la de las asambleas, donde a mano alzada somete a votación su política exterior con Donald Trump.
Si bien ese recurso le genera críticas y abona en la idea de que su gobierno raya en el populismo, la apelación constante a la democracia podría convertirse en cambio cultural de fondo si esa democracia nos da frutos democráticos también sonantes y concretos.
De ahí la relevancia del mensaje en el primer aniversario de su triunfo electoral: “No luchamos para construir una dictadura, luchamos para construir una verdadera democracia”.
Y es que el arrastre popular de López Obrador ha hecho temer sobre una reelección que él mismo se ha encargado de rechazar.
Por lo pronto, una de las banderas más relevantes de la democracia sustantiva se ha concretado ya en el Congreso de la 4T: la paridad constitucional, una reforma que diputados y senadores aprobaron por unanimidad.
Se concretó así una causa del feminismo mexicano que, vertebrado por organizaciones como Mujeres en Plural y 50 más 1, supieron capitalizar una inédita circunstancia: el hecho de que ésta sea la bien llamada “legislatura de la paridad de género”.
No es casual, y hay que decirlo, que esa lucha histórica se haya concretado en el arranque de un gobierno que cuenta, por vez primera en México, con un gabinete paritario.
Es este clima político el que explica que, en voz del coordinador de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, el bloque de las bancadas de oposición —PAN, PRI, PRD y MC— se pronunciara a favor de un relevo de género en la presidencia del Senado, una vez que el morenista Martí Batres concluya su periodo.
Interesante observar que desde ya se ponga freno a los impulsos reeleccionistas, en la pista parlamentaria.
Son los ánimos del cambio político intangible, sí, pero también colectivo y de efectos contagiosos. Para bien de todos.









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