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jueves, 9 de mayo de 2019

Un día de vergüenza nacional



Pablo Hiriart

Ayer fue un día de vergüenza nacional.

Los mismos que aprobaron la reforma educativa en 2012, la demolieron ayer para quedar bien con el presidente en turno.

Los diputados de Morena, del PRI, Movimiento Ciudadano, el PES y el Verde, echaron abajo la reforma educativa que colmaron de elogios en diciembre de 2012.

De los priistas no extraña gran cosa, pues muchos los vimos llenar el Zócalo de la Ciudad de México para festejar la decisión del presidente López Portillo de estatizar la banca, y unos cuantos años después vitorear a Carlos Salinas de Gortari por privatizarla.

Lo penoso de ayer fue el daño a la infancia mexicana, sólo por quedar bien con el presidente de la República.

El líder de los diputados de Morena, Mario Delgado Carrillo, fue el artífice de la demolición de la reforma que él mismo aprobó como senador el 20 de diciembre de 2012.

Dijo Mario Delgado en aquella histórica jornada legislativa: “¿Por qué vamos a votar en favor (de la reforma) en el PRD? Porque la educación es una bandera histórica de la izquierda… (Con el tiempo) se gestó un sistema escolar altamente centralizado que despojó de todo poder a la escuela y al maestro, y desde su creación, en 1943, el sindicato, el SNTE, fue dotado de privilegios excesivos y se articuló al sistema educativo deformando los mecanismos de gestión de éste y vulnerando la autonomía del proceso educativo”.

El mismo legislador Delgado, ayer miércoles, encabezó en San Lázaro la destrucción de la “mal llamada reforma educativa” porque según él y los suyos era “una reforma punitiva”.

De nuevo el Estado se echa para atrás ante una camarilla que tiene en sus manos el SNTE, porque le interesan sus votos y sus recursos para apoyar a los candidatos de los partidos que lo cortejan.

Los priistas deberían ser los más avergonzados por doblegarse ante la mafia del SNTE y el poder presidencial.

Echaron abajo lo que ellos construyeron.

Quitaron los requisitos para la permanencia de un profesor ante un grupo.

La mayor garantía que tenía un padre de familia que inscribía a su hijo en una escuela pública, era que si el profesor no era competente sería removido.

Se acabó. Va a permanecer ahí sea capaz o no. Tenga conocimientos o no.

Y va a quedarse frente al grupo gracias a los votos de los mismos que hace seis años y medio votaron porque fuera evaluado para medir sus conocimientos.

Adiós a la evaluación obligatoria para entrar al servicio docente.

No habrá ninguna garantía de que el profesor que accede a una plaza tendrá las capacidades para educar a nuestra infancia.

Se quitó la evaluación y fue suplida por una ambigua figura de “procesos de selección”, cuya especificación quedará en las leyes secundarias que, para aprobarlas, no se necesita mayoría calificada: Morena las saca con sus votos y nada más.

La negociación del gobierno con la CNTE y el SNTE consiste en darles las leyes secundarias.

¿Qué se va a entender por “procesos de selección”?

Seguramente que los alumnos que hayan aprobado con siete para arriba en las normales podrán tener su plaza de maestro.

Es el regreso al pase automático de la Normal al aula.

Ya lo dijo el presidente: si aprobaron en las normales quiere decir que están capacitados para dar clases.

Qué tristeza por la infancia pobre de nuestro país.

Desaparecieron el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, que desde su autonomía técnica evaluaba las políticas de la SEP y hacía las preguntas para los exámenes a maestros.

Su función se va a diluir en comités sin autonomía, en los cuales el sindicato de maestros tendrá voz cantante.

Vuelta a la hegemonía sindical y al repliegue del Estado en la rectoría de la educación.

Todo sea por la política, los votos y el dinero que manejan la camarilla del nuevo César del SNTE, Alfonso Cepeda, y la CNTE con sus expertos en incendiar autobuses.

Ya 500 mil maestros habían hecho su evaluación de desempeño.

Doscientos mil pasaron los concursos de ingreso.

Cincuenta mil realizaron exámenes para ascender.

Era la garantía de que los maestros se preparaban para hacer frente a una evaluación y por tanto para educar.

Ya no será necesario.

Se pierde la posibilidad de tener buenos maestros para todos los que van a una escuela pública, no solamente para algunos.

Y un buen maestro es prácticamente todo en la formación de un educando, como lo recordamos quienes pasamos por un aula.

Para abajo todo lo avanzado.

Una tristeza para el país y su futuro.

Una vergüenza para morenistas, priistas y perredistas que habían elogiado lo que ayer destruyeron para darle gusto al presidente.


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