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martes, 4 de diciembre de 2018

EPN, cierre ignominioso




Jaime Sánchez Susarrey

EPN cerró ignominiosamente su sexenio. Después de volverse ojo de hormiga y no defender –argumentando– ninguno de los proyectos esenciales de su gobierno, desde la reforma educativa hasta el NAIM, reapareció al tres para las 12 para otorgarle la orden del Águila Azteca a Jared Kushner.

Las condecoraciones son actos de Estado que no siempre se distinguen por la calidad de los condecorados. No sólo sucede en México, sino en todo el mundo. Sin embargo, hay personajes que jamás deben ser honrados. Maduro sería un buen ejemplo y Jared Kushner otro. El primero porque es un dictador, y el segundo porque su mérito es ser yerno del presidente de EU que más ha agredido y denigrado a los mexicanos.

Hay que reconocer, sin embargo, que tanto Peña Nieto como Videgaray son consistentes. La afrenta mayor, la original, fue la invitación a Trump en plena campaña electoral, cuando las encuestas tenían al candidato republicano en la lona y el presidente Obama y Clinton le habían tendido la mano, en varias ocasiones, a Peña Nieto.

Los entresijos de cómo, cuándo y por qué se organizó esa visita deberían ser objeto de una novela apegada a la realidad. Sin embargo, el actor principal de esa trama no es Peña Nieto, sino Luis Videgaray. ¿Qué pasó por su mente y qué agenda tenía en el portafolio –dada la relación que mantenía con Kushner– sigue siendo un misterio?

Haya sido como haya sido, el saldo de la visita fue desastroso internamente. La invitación, con trato de jefe de Estado, a quien había calificado a los mexicanos como ladrones y violadores, fue percibida como lo que fue: una humillación sin precedente en la historia moderna de México. Ningún presidente de ningún color había caído tan bajo tan innecesariamente.

Externamente los costos fueron igualmente altos. Obama, Clinton y los demócratas la interpretaron como una traición. Pero además les resultó, en sentido estricto, inexplicable. ¿Por qué invitar a quien hacía del odio a los mexicanos su principal bandera de campaña? A la fecha, la pregunta sigue sin respuesta. Peña Nieto ha enmendado la plana resaltando que sin tal invitación Trump jamás habría firmado el TLC. Pero no hay ninguna evidencia de ello. Porque además, la visita terminó en un fiasco cuando el candidato republicano tronó, esa misma noche, en Arizona, contra el presidente de México.

La palabra clave en este proceso es traición. Peña Nieto traicionó a los mexicanos al someternos a una humillación innecesaria. Peña Nieto traicionó a sus aliados naturales, Obama, Clinton, los demócratas.

Y aquí vale rememorar dos hechos: La invitación funcionó literalmente como un salvavidas para Trump, que estaba en uno de los peores momentos de su campaña; la visita se organizó en el máximo secreto y así se mantuvo hasta el último minuto. Para colmo, se trató de taparle el ojo al macho con una invitación tardía y descortés a Clinton.

Así que traición es la palabra. Y hay que recalcarla porque se ha repetido. Peña Nieto intervino en la elección presidencial en dos momentos: primero, para posicionar a su candidato; segundo, para hundir a Anaya y asegurar el triunfo del puntero. De hecho, EPN había colaborado de manera decisiva en el ascenso de López Obrador. The Economist lo anticipó con exactitud: la corrupción terminaría impulsando al populismo.

La realidad es que todo eso se armó como un conjunto de traiciones. Traición a sí mismo y su proyecto, porque AMLO enterraría toda la agenda reformista, incluido el NAIM. Traición a los priistas porque apostó contra su partido. Traición a su candidato porque lo engatusó y, finalmente, le retiró el apoyo. Fue así como un buen número de gobernadores priistas asumió el mensaje y se sumó a la cargada.

Es por todo lo anterior que el sexenio de Peña Nieto será recordado por dos palabras: traición y corrupción. No hay en todo el siglo XX un referente similar. Echeverria y López Portillo dejaron un desastre, pero no se puede hablar de traición. Para encontrar un referente hay que mirar al siglo XIX.

Pero la historia aún no termina. Porque la oferta de amnistía a Peña tiene una cláusula específica: AMLO ejecutará lo que decida su amo, el pueblo, en consulta próxima, tal como lo ratificó en su toma de posesión. Y el pueblo sabio, ya se sabe, nunca se equivoca.

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