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martes, 27 de noviembre de 2018

Dilapidar confianza es perder dinero para la 4T


Luis Carlos Ugalde


Cada caída de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y cada aumento de la tasa que pagan los bonos mexicanos significan menos dinero para que López Obrador cumpla sus promesas de campaña. Cada gota de confianza que se dilapida significa un piso más frágil para que el nuevo gobierno inicie con estabilidad y pueda así llevar a cabo la cuarta transformación (4T). Los divertimentos políticos de AMLO y sus aliados, como las consultas populares o las constituciones morales o las iniciativas de ley que proponen nacionalizar el dinero de las Afore, no suman a su proyecto, porque siembran duda de su pericia, responsabilidad y madurez para conducir al país en un momento de enorme incertidumbre internacional.

Ciertamente la reacción de los grandes capitales es –a los ojos de muchos seguidores de López Obrador– la mejor prueba de que las cosas se están haciendo bien. Y como me dijo un legislador de Morena: “Si hay crisis financiera, al carajo los mercados. Quizá sea la ruptura necesaria para independizarnos de una vez por todas para iniciar la 4T”.

La caída de la bolsa de ayer es reflejo de que los mercados financieros han entrado en modo de pánico, que puede lanzar, en cualquier momento, al peso por la resbaladilla y convertir un problema de confianza en una crisis financiera y luego económica, de la cual podríamos tardar una generación en recuperarnos.

La conferencia de prensa de Carlos Urzúa, próximo secretario de Hacienda, ayer por la tarde, es una medida para calmar a los mercados. La misma refleja prudencia, transparencia y deseo de mantener la confianza. Anunció la postulación de Gerardo Esquivel como subgobernador del Banco de México (Banxico), rechazó que se use el dinero de las Afore o de las reservas del Banco Central para financiar gasto, y anunció un superávit primario mayor en 2019, ahora de 1.0 por ciento.

El mensaje gana confianza en el corto plazo. El problema es que Urzúa no manda y López Obrador no lo ha empoderado para que comande orden en materia económica al interior del gabinete, menos con los grupos parlamentarios de Morena. Urzúa parece bombero: sale a apagar los fuegos que otros causan con sus dichos y sus propuestas atrevidas, muchas sin pies ni cabeza.

Dudo que los mercados se tranquilicen de forma permanente. Ya olieron una debilidad estructural del nuevo gobierno: desorden interno, pleitos entre facciones y corrientes, falta de una línea de control y planeación. ¿Cuándo será la nueva declaración o iniciativa que detone una nueva caída de la Bolsa?

López Obrador requiere un piso estable y muchos recursos para iniciar su mandato y cumplir sus promesas de campaña. Los inversionistas ven con buenos ojos que se altere la estructura de gasto para revertir décadas de desigualdad y marginación. Pero quieren reglas claras y estables para poder invertir. Hasta hace pocas semanas había tranquilidad de que el nuevo gobierno sería prudente al inicio y que, en algún momento, las presiones políticas o las condiciones internacionales podrían causar desbalance macroeconómico. Decían que si había daño, este se gestaría de forma gradual (tienen amplia experiencia de crisis que se han gestado en otros países en los últimos 20 años).

Esa tranquilidad de corto plazo se ha puesto en duda.

El desafío de López Obrador es mantener la enorme confianza de sus electores sin derruir la de empresarios e inversionistas. La de superar falsos dilemas de que estar con el pueblo significa excluir (aun maltratar) a empresarios. La de transmitir que el dinero público es insuficiente para la 4T. Que la única salida viable es que la bolsa para combatir la pobreza y la desigualdad sea la suma de los esfuerzos de empresarios, inversionistas, organismos de la sociedad civil y gobiernos, empezando por el que encabezará López Obrador a partir de este sábado.

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