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miércoles, 31 de mayo de 2017

Perros policía, nuevo blanco de amenazas del narco

La intervención de los binomios caninos para resolver casos, se ha vuelto una molestia para las organizaciones criminales en México, por ello, ahora buscan eliminarlos.


grupo de agentes de la Policía Federal (PF) huye a toda velocidad del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Nadie en las calles sabe que esos hombres embozados y armados temen que en cualquier momento se pueda desatar una balacera a plena luz del día, si alguien intenta cerrarles el paso. Y aunque viajan en dos vehículos blindados con ametralladoras en lo alto en señal de amenaza —y además les han asignado una escolta que les abre el paso por las avenidas— van con los nervios alterados.

Se mueven con la urgencia de una ambulancia con un moribundo. Y de cierto modo, eso creen que llevan: un condenado a muerte. Horas antes, un agente, acompañado de otro que pertenece a la División de Detección de Narcóticos, descubrió 300 kilos de cocaína ocultos en varias maletas procedentes de Lima, Perú. El tamaño del decomiso había prendido los focos de alerta en el gobierno federal: una cosa es hacer campañas de prevención para que las drogas no lleguen a las calles y otra, muy diferente, es arrebatarle a los cárteles un paquete que tiene un valor de unos 8 millones de dólares. Así que se emitió una orden desde lo más alto de la PF: el agente que hizo el hallazgo debe ser sacado inmediatamente del aeropuerto ante la posibilidad de que atenten contra su vida, mientras el otro compañero hace los trámites para poner a disposición de las autoridades el estupefaciente decomisado.

La operación de, al menos, seis agentes de élite protegiendo al gran descubridor de la droga se prolonga por la ciudad. Rompen los límites de velocidad por las calles, rebasan a los automóviles, pisan el acelerador hasta el fondo y terminan por devorar unos 18 kilómetros. Sólo hacen alto hasta que entran a las oficinas de la Policía Federal en la zona de Coapa, al sur de la ciudad. Una vez que se estacionan ahí, los nervios se disipan. Pero el custodiado no está preocupado. En lo absoluto.

Cuando se abren las puertas de la camioneta blindada, el agente baja de un salto. Y mueve la cola. Para él —un perro de raza labrador de ocho años que trabaja localizando droga en la Unidad Canina— sólo ha sido un día más de juego.

Yo creo que es normal que si tú quieres cierta cantidad de dinero, y vas a hacer tráfico de drogas, (los criminales) le van a poner precio a tu cabeza y a la del perro— cuenta en su oficina el suboficial, Hiram Zaragoza, encargado de Operaciones y Planeación de la Unidad Canina de la Policía Federal.

Porque eso sucede en México: hace varios años que el país está en ese punto en que los narcos ya amenazan hasta a los animales.

Un día sin fecha precisa en el calendario, los narcotraficantes mexicanos decidieron que romperían las "reglas" no escritas de cómo se trata a los inocentes que quedan en medio de sus disputas. Eso ocurrió hace 19 años, en 1998, cuando enviados de Miguel Ángel Félix Gallardo, 'El Padrino', fundador del Cártel de Guadalajara, le enviaron una hielera a su rival del Cártel de Sinaloa, Héctor 'El Güero' Palma con la cabeza decapitada de su esposa. Quince días después, dos hijos de 'El Güero', de sólo cuatro y cinco años, fueron lanzados desde un puente de 150 metros de altura.

Para algunos cronistas especializados en la historia del narcotráfico en México, aquellos asesinatos rompieron el pacto de que los cárteles sólo atacaban criminales. En los años siguientes, los mexicanos vieron en las planas de los diarios y las redes sociales —especialmente después de 2006, el inicio de la "guerra contra el narco"— que nadie era intocable ante la ira de los criminales: ancianos, mujeres, adolescentes, y niños eran asesinados y torturados. Si servían para mandar un mensaje de poder e impunidad, podían ser ejecutados.

Pero fuera de la televisión, la radio y los periódicos, hay otro grupo de inocentes que ha tolerado calladamente la violencia de los cárteles: la Unidad Canina de la Policía Federal. Especialmente, lo que ellos llaman "binomnio", es decir, la combinación de una mujer u hombre policía y su perro o perra. Ellos viven las amenazas de muerte como una carga frecuente. En esta dupla, los elementos de cuatro patas —hoy 108 en todo el país— sin cargar una pistola ni chaleco antibalas, hacen un trabajo que implica un riesgo extremo en tres divisiones: arruinar los trasiegos multimillonarios de droga, frustrar los explosivos y desenterrar los cadáveres de las víctimas del narco.



La mayoría de esos animales fueron traídos a México desde Estados Unidos gracias a un convenio de colaboración internacional que data desde 2008, cuando se activó el Plan Iniciativa Mérida. Ya en suelo nacional, se les adiestra con aromas artificiales para que hallen narcóticos, dinamita o cadáveres. Todo se hace a través de un juego: si el animal se esfuerza y concreta el hallazgo, recibirá festejos, abrazos y un juguete.

Pero su labor es todo menos un juego. En entrevista con VICE News, los jefes de la Unidad Canina o K9 —llamada así porque la fonética en inglés de K (key) y 9 (nain) es similar a "canine" o canino— revelan una parte de las muchas historias en las que sus perros, que ellos reconocen como "agentes" de la Policía Federal, han estado amenazados de muerte por los cárteles de droga.

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