Por Macario Schettino
Por si usted se quedó con la duda de si efectivamente tenemos un problema muy serio con las finanzas públicas para los siguientes años, permítame compartirle las proyecciones que presenta Hacienda en sus Criterios de Política Económica hasta 2021.
Los ingresos del sector público, de 2008 a 2015, promediaron 23 puntos del PIB. De 2016 a 2021, se estima que no superarán 21.5. El petróleo, que alguna vez daba seis puntos, no dará más de 4.5, por ejemplo, y aunque se recauda más y mejor, los impuestos van a aportar entre 12 y 13 puntos en los cada uno de los próximos seis años. Con los otros ingresos, incluyendo las cuotas al IMSS e ISSSTE y los ingresos de CFE, llegamos a esos 21.5 puntos que le comentaba.
El gasto total del gobierno, en los últimos seis años, promedió 25.5 puntos del PIB. Para evitar una catástrofe en deudas, deberíamos gastar cada año justo lo que tendremos de ingresos. Pero el gobierno no lo cree posible, porque implicaría una contracción brutal, así que estima que gastaremos 23.5 puntos cada año. Eso implica un déficit anual de dos puntos del PIB, o un poco más, que nos llevaría a una deuda de cerca de 60 por ciento del PIB para 2021, que ya no sería muy manejable.
Aún así, simplemente no alcanza para el gasto. El gasto programable deberá reducirse a 16.5 puntos para esos seis años, de los 20 en que ha estado en los seis pasados. Pero en ese lapso las pensiones pasarán de tres a cuatro puntos del PIB, de forma que habrá que hacer un ajuste adicional en el gasto de un punto. Es decir, el gasto disponible, quitando pensiones, será de entre 12.5 y 13 puntos del PIB. Para que usted imagine qué significa esto, gastamos en educación cinco puntos, en salud otro tanto, y en seguridad y defensa 1.5 puntos. En sólo esas tres actividades se nos van 11.5 puntos del PIB. Nos quedará disponible entre uno y 1.5 puntos del PIB para pagar todo lo demás: infraestructura, gobierno, relaciones exteriores, agricultura, Congreso, Poder Judicial, combate a la pobreza, y lo que usted guste añadir. Todo eso tendrá que reducirse, de los seis puntos actuales a 1.5 puntos: un recorte de 75 por ciento.
Las estimaciones de Hacienda no son pesimistas, al contrario. Suponen que podrán ir cancelando plazas conforme se retiren quienes hoy trabajan en el gobierno, y que las pensiones apenas subirán sólo un punto del PIB en seis años. Ambas cosas me parecen optimistas. Y con todo y eso, el recorte es de la magnitud que le he mostrado. No consideran, por ejemplo, que en salud tendremos que incrementar nuestro gasto al doble del actual para 2025, si no queremos una tragedia (para llegar al gasto que hacen hoy en Europa occidental, en términos relativos).
Vuelvo a insistir: o reducimos las obligaciones del gobierno (es decir, lo que llamamos derechos de la población), o incrementamos los impuestos. Se puede repartir el golpe entre las dos medidas, pero el golpe no nos lo quita nadie. No olvide que este país es el que menos recauda en el mundo, pero es uno de los que más derechos ha otorgado (en el papel) a su población. Los que cubre, lo hace con muchas dificultades y en muchos casos de forma deplorable. Otros son pura ficción. Pero ya llegamos al final del cuento, y habrá que decidir.
Sería mejor en esta administración, porque si no, quienes lleguen en 2018 verdaderamente habrán ganado la rifa del tigre.
El autor es profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey.
Twitter: @macariomx
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