* Abonando puntos a AMLO
* Naufragan estrategas oficiales
* Los escenarios rumbo al 2018
Por I. León Montesinos
Los mexicanos debemos sentarnos a observar, tranquilamente y palomitas en mano, el desenlace que en 2018 tendrá la declarada guerra política que habrán de librar en las urnas los neoliberales contra los populistas.
En la esquina neoliberal, se encuentra el actual grupo de tecnócratas que asesoran, con su averiada brújula, al Presidente Peña Nieto; y del otro lado del cuadrilátero, en la esquina de los populistas, se ubica al dirigente nacional de MORENA, Andrés Manuel López Obrador.
El equipo cercano al Jefe del Ejecutivo que se ha encargado de “promocionar” el encuentro estelar parece no aquilatar los peligros que encierra la telaraña ideológica y conceptual en que lo están metiendo, sobre todo si consideramos que el tema del populismo --en un sentido despectivo del término--, se ha convertido en asunto central de sus discursos públicos de los últimos dos meses.
Recordemos que a finales de julio pasado, en un acto celebrado en la sede del PRI nacional, el presidente Enrique Peña Nieto alertó sobre “la sombra del populismo y la demagogia”.
Dijo entonces: “No podemos confiarnos. Hoy la sombra del populismo y la demagogia amenaza a las sociedades democráticas del mundo. En varias naciones, están surgiendo opciones políticas que, en su ambición de poder, prometen soluciones mágicas que en realidad terminan por empobrecer a las familias y restringir las libertades ciudadanas (...) México tiene que estar consciente de estos riesgos”.
Y si bien sus “asesores” se guardaron de meterlo en terrenos fangosos al no aludir de manera directa a qué países se refería el mandatario, el planteamiento en lo local se quedó en el terreno de las especulaciones pues no se puso nombre y apellido a las opciones políticas que en México “prometen soluciones mágicas”.
En su Tercer Informe de Gobierno el Presidente volvió a hacer mención de la tesis que le han armado sus consejeros: “La demagogia y el populismo erosionan la confianza de la población; alientan su insatisfacción y fomentan el odio en contra de instituciones o comunidades enteras”
México está "amenazado" por opciones políticas que ofrecen alternativas populistas para enfrentar sus problemas. "En este ambiente de incertidumbre, el riesgo es que en su afán de encontrar salidas rápidas, las sociedades opten por salidas falsas. Me refiero a creer que la intolerancia, la demagogia o el populismo son verdaderas soluciones. Esto no es nuevo", acotó el mandatario.
Y de nueva cuenta, como en su mensaje ante los priístas, globalizó su tesis: "Es una amenaza recurrente que ha acechado a las naciones en el pasado. Hay ejemplos en la historia en donde los sentimientos de inconformidad tras crisis económicas globales facilitaron el surgimiento de doctrinas contrarias a la tolerancia y los derechos humanos".
Cabe hacer notar que en posterior entrevista con la conductora de Televisa, Adela Micha, el Jefe de las Instituciones negó que su mensaje llevará dedicatoria explícita a López Obrador. Y habrá que preguntarse: ¿Si no es el tabasqueño el objetivo a denostar, entonces quién? ¿Acaso sólo se trata de satanizar políticamente al concepto del populismo? ¿De subirse a un ring de especulaciones soltando golpes a un enemigo imaginario?
¿A qué se refería entonces el Jefe del Ejecutivo cuando ponderó en su mensaje de Palacio Nacional?:
"De manera abierta o velada, la demagogia y el populismo erosionan la confianza de la población, alientan su insatisfacción, y fomentan el odio en contra de instituciones y comunidades enteras. Donde se impone la intolerancia, la demagogia o el populismo, las naciones, lejos de alcanzar el cambio anhelado, encuentran división o retroceso".
¿Acaso sus asesores se están amarrando el dedo antes de la cortada; es decir, antes de que los nulos resultados económicos sean la “excusa” de estas opciones políticas para alentar odios e insatisfacciones en contra de las instituciones?
¿Han valorado quienes aconsejan al Presidente los riesgos de utilizar peyorativamente al populismo en contra de una oposición a la que ellos mismos están haciendo crecer al ponerla al centro de los discursos presidenciales? ¿Está la actual administración a salvo de no cargar sobre sus espaldas con algo del populismo que trata de agraviar?
Si consideramos algo de lo que las ciencias políticas y sociales han estudiado sobre el fenómeno del populismo, podemos señalar que si bien el término encierra múltiples significados, su raíz histórica nos indica que empezó a emplearse como un apego directo al pueblo por parte de un determinado líder con fines de movilización y control político, representando una marcada personalización del poder, sobre todo en la figura de un líder carismático.
Pero, ¡cuidado¡ también por populismo se puede entender una política basada en criterios asistencialistas de beneficio popular.
Y viene a colación la interrogante: ¿Qué acaso el Seguro Popular, la Cruzada Nacional Contra el Hambre y otros programas sociales no son, bajo este definición de la teoría política, claros ejemplos de populismo? ¿No caen en este terreno los 266 compromisos de campaña que el entonces candidato del PRI firmó ante Notario Público? ¿No resultará demagogia el no cumplirlos?
¿Quién puede negar que el populismo ha acompañado a la historia política del país?
Cuando el Presidente Lázaro Cárdenas enfrentó los embates de la derecha y las amenazas a su gobierno por parte del llamado Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles, contó un irrestricto, y hasta espontaneo, apoyo popular para anular tales acechanzas; fue el suyo un populismo con marcados tintes ideológicos nacionalistas que además le permitió llevar a cabo actos históricos como la expropiación petrolera.
Nada que ver el populismo de Cárdenas con el utilizado por Carlos Salinas de Gortari que adoptó un estilo autoritario y pragmático con aparentes tintes de apertura democrática y beneficios sociales; o el populismo barato y ese sí, ultra demagógico de Fox, utilizado tanto en su campaña como en su toma de posesión cuando, primero desayunó con niños de la calle para luego acudir a San Lázaro a ceñirse la banda presidencial besando un crucifijo, para concluir con un evento masivo en el Zócalo, despojándose de saco y corbata y subir al templete, haciendo una cómica segunda al cantante Manuel Mijares. El exacerbado populismo de Fox que buscó imponer nuevos paradigmas políticos, terminó siendo el peor chasco político del país.
Si nos atenemos a los innumerables episodios populistas de nuestra memoria histórica, debemos preguntarnos: ¿a qué populismo se refieren hoy en día los asesores presidenciales? ¿Acaso al que ubica al término en el campo de la mera retórica donde el populismo busca sólo crear una ilusión, un engaño, al proponer como fondo central un imposible, contradictorio con la democracia misma? Si es por esta ruta, su destartalada brújula recobra alguna orientación.
Porque si del otro lado de las conceptualizaciones se interpreta al populismo como la idea de que el líder puede estar mucho más cerca de la gente que los demás políticos y las instituciones, representando un ideal de eficiencia y justicia social que un determinado gobierno no puede garantizar, entonces el asunto se les puede complicar a la gente del primer círculo del Presidente, por el nada promisorio panorama económico que está por venir.
Si planteamos de manera hipotética un escenario de agudizada crisis económica en pleno 2018, la tela a cortar, no únicamente para MORENA sino para toda la oposición, será más que suficiente que la actual administración sea torpedeada ante la opinión público, ante los potenciales votantes.
Así, el sentido degradado del populismo abarcará en la errada conducción del discurso ideológico de los mentores de Los Pinos a todos los partidos que busquen arrebatarle el poder al PRI. ¡Todos tendrán cabida en la asignación de populistas y demagógicos¡ Estará prohibido, pues, proponer soluciones mágicas para sacar adelante al país.
Ha llegado el momento de que así como el Presidente ejecutó cambios en su Gabinete y en diversas áreas estratégicas, empiece a darles las gracias a ese grupo de iluminados que ha terminado por polarizar a su administración, obligándolo a subirse a un ring donde lo han ubicado en la incómoda esquina neoliberal, desde la cual deberá absorber todos los golpes que le soltará su indudable rival populista, Andrés Manuel López Obrador.
En los primeros rounds de sombra, los populistas ya empezaron a asestar certeros ganchos al hígado a los neoliberales; uno de ellos, la iniciativa de austeridad republicana que propone bajar el sueldo a la alta burocracia para ahorrar 450 mil millones de pesos. Enconchados, los neoliberales han preferido recortar 221 mil millones de pesos del presupuesto de egresos 2016, afectando rubros como educación y salud. De seguir así, no se necesitará una bola de cristal para avizorar quién ganará en el 2018. La pelea estelar está pactada y sin tongos: populistas contra neoliberales. ¿Serán necesarias las apuestas?
Nuestro correo electrónico: garrasleo6@yahoo.com.mx
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