POR CARLOS MOTA
Qué momento más extraño para Enrique Peña Nieto. Situemos nuestra memoria tres años atrás, en septiembre de 2012, cuando todo mundo habría pensado que el presidente rendiría un informe glorioso a mitad de su sexenio. En 2012 las expectativas para lograr el Pacto por México crecían; y el regreso del PRI a Los Pinos era visto como el retorno de los que “sí saben gobernar”. El mexican moment estaba en ciernes. Venía lo mejor.
Tres años después la historia muestra que no es tan sencillo planificar. Los detractores de Peña se regocijarán diciendo que el presidente tendrá que informar únicamente ignominiosos sucesos. La lista la encabezaría la matanza de los 43 normalistas de Ayotzinapa, pero vendría aderezada con no menores descalabros: la licitación de un tren cancelada; escándalos y manchas por inmuebles de uso personal; crecimiento económico en constante revisión a la baja; fuga de un reo clave; licitación de la reforma energética desinflada…
Este no fue el 1 de septiembre de 2015 que Enrique Peña tenía en mente. Un script estándar diría que el presidente habría querido reportar un crecimiento de al menos 4.5 por ciento en el tercer año de su gobierno; una disminución notoria del número de pobres; un apetito internacional colosal por los hidrocarburos de nuestro subsuelo; una prensa internacional favorable a México; una ausencia de temas de seguridad, violencia y narcotráfico en el debate público.
No fue así.
Pero el presidente Peña ha comprendido el espinoso momento de México. Y actuó. Esto incluye una nueva estrategia, empezando por su refrescado gabinete, sí; pero también involucrando una disculpa pública por el tema de las casas; una flexibilización de lo que vendrá como carga fiscal a los empresarios con el paquete económico 2016 –que se presenta la próxima semana–; y hasta un relajamiento de los criterios para asignar la segunda licitación de la Ronda I… Se podría decir que a partir de mañana, cuando Peña se dirija a la Nación en el mensaje por su Tercer Informe, estaremos atestiguando el renacimiento de un gobierno. Quién lo habría dicho.
En política no es común que se tengan segundas oportunidades, pero en esta ocasión Peña Nieto se la ha dado a sí mismo.
Hay un error que el presidente no puede cometer mañana, cuando hable ante la Nación: dejar a la ciudadanía ignorando la visión del país que quiere entregar en 2018. Sus asesores y secretarios le orillarán a inundar de cifras el discurso. Pero eso no es lo que anhela escuchar la gente. El país está sediento de saber cuál será nuestro destino en tres años. Si no llena ese hueco mañana, Peña dejará el camino libre para que los populistas de la izquierda tejan su maraña discursiva con gran facilidad.
Twitter: @SOYCarlosMota
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