Por Ernesto González González.
Columnista y Analista Político del MEXIQUENSE y estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Normalmente se dice que soy libre en la medida en que ningún hombre ni ningún grupo de hombres interfieren en mi actividad. En este aspecto, la libertad política es, simplemente el espacio en que un hombre puede actuar sin ser obstaculizado por otros. Si otros me impiden hacer algo que antes podía hacer, entonces soy en esa medida menos libre; pero si ese espacio es recortado por otros hombres más allá de lo admisible, entonces puede decirse que estoy siendo coaccionado o hasta esclavizado. Entiendo por ser libre en ese sentido, no ser importunado por otros. Cuanto mayor sea el espacio de no interferencia mayor será mi libertad.
El sentido positivo de la palabra libertad, se deriva del deseo por parte del individuo de ser su propio amo. Que su vida y sus decisiones dependan de el mismo, y no de fuerzas exteriores, sean estas del tipo que sean. El ser instrumentos de nuestros propios actos voluntarios y no de los de otros hombres. Ser sujetos y no objetos para persuadirse por razones y por propósitos conscientes propios y por causas que afectan, por así decirlo, desde fuera. Poder decidir y no que otros tomen las decisiones, con el fin de realizar actos y conductas propias.
Tener conciencia de uno mismo como un ser activo que piensa y quiere y que es responsable de sus propias decisiones. Y es capaz de explicarlas por referencia a sus ideas y propósitos propios.
La libertad que se funda en que uno sea su propio amo, y la libertad que se funda en que otros hombres no impidan a uno elegir, pudieran parecer a primera vista, conceptos que no distan uno del otro y que no son más que las formas positiva y negativa de decir la misma cosa.
El estar en posesión de razón y voluntad, se conciben fines y se desea alcanzarlos, pero si se impide el lograrlos ya no se siente uno dueño de la situación. Puede que los impedimentos sean las leyes de la naturaleza, accidentes, actividades de los hombres, o el resultado, a veces no intencionado, de instituciones humanas.
Si la esencia de los hombres consiste en que son seres autónomos , entonces no hay nada peor que tratarlos como si no fueran autónomos, como objetos naturales, accionados por influencias casuales, como criaturas a merced de estímulos externos, cuyas elecciones pueden ser manipuladas por sus gobernantes mediante la amenaza de la fuerza o el ofrecimiento de recompensas. Tratar a los hombres así es tratarlos como si no pudieran autodeterminarse.
Se dice que el único método para conseguir la libertad es usando la razón critica, mediante la comprensión de lo necesario y lo contingente. Estamos esclavizados por déspotas, que solo pueden eliminarse mediante el análisis y el entendimiento.
El conocimiento libera al ampliar nuestras posibilidades de elección pero también al ahorrarnos la frustración de intentar lo imposible.
Puesto que vivimos en sociedad, todo lo que hacemos afecta a los demás y somos afectados por lo que los demás hacen,
Debido a nuestra condición de seres sociales, el poseer distintos atributos, tales como la nacionalidad o la ocupación, llevan consigo el ser reconocido por otras personas de la sociedad como perteneciente a determinado grupo o clase y que este reconocimiento forma parte del significado de la mayoría de los términos que denotan algunas de mis características más personales y permanentes.
Las únicas personas que pueden reconocer, son los miembros de la sociedad a la que el individuo siente pertenecer históricamente, moralmente, económicamente y quizá étnicamente.
Lo que vale para los individuos, vale para aquellos grupos de hombres conscientes de las necesidades y fines que tienen como tales miembros del grupo.
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