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jueves, 3 de enero de 2013

Crece desigualdad de ricos y pobres

El Vaticano, Italia.- El Papa dijo hoy que la Humanidad tiene una vocación innata por la paz, a pesar de los focos de tensión provocados por el aumento de las desigualdades entre ricos y pobres, "debido a un capitalismo financiero no regulado", además de varias formas de terrorismo y de criminalidad.

La primera misa de 2013 en la Basílica de San Pedro por Santa María Madre de Dios y al mismo tiempo con motivo de la XLVI Jornada Mundial de la Paz, la celebró el Papa en este su octavo año de pontificado que comienza.

El lema de la Jornada de la Paz en 2013 es "Educar a los jóvenes en la justicia y la paz" y a la solemne misa asistieron, entre otras autoridades religiosos y civiles, y como es tradición cada 1o. de enero, los embajadores del mundo acreditados ante la Santa Sede a quienes el Papa les dio la comunión.

Al igual que ayer durante la celebración del Te Deum, el Papa, de 85 años de edad, utilizó la plataforma rodante, guiada por dos ayudantes, para recorrer, mientras bendecía a los asistentes, la nave central de la Basílica hasta el altar donde presidió la solemne ceremonia.

Tocado con una mitra con la imagen de la Virgen de Guadalupe bordada en oro y apoyado en el báculo, Benedicto XVI afirmó que aunque este tiempo está caracterizado además por varias formas de terrorismo y de criminalidad, está persuadido de que "las múltiples obras de paz, de las que el mundo es rico, testimonian la innata vocación de la Humanidad por la paz.

"En cada persona -dijo- el deseo de paz y la aspiración esencial coincide, en cierta manera, con el deseo de una vida humana plena, feliz y bien realizada".

El Sumo Pontífice afirmó que el hombre "está hecho para la paz, que es un don de Dios" y aseguró que para este mensaje ha sido influido por las palabras de Jesucristo: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios".

Para el Papa teólogo, "la paz es con Dios, vivir de acuerdo con su voluntad. Es la paz interior con uno mismo, y la paz externa entre sí y con toda la creación".

Se preguntó por cuál es el fundamento, el origen, la raíz de esta paz y por cómo podemos sentir la paz, a pesar de los problemas, la oscuridad y la angustia y se remitió al Evangelio de Lucas, que se propone contemplar la paz interior de María, la Madre de Jesús.

María -explicó-, durante los días en los que "dio a luz a su hijo primogénito", pasó por muchos acontecimientos imprevistos, no sólo el nacimiento del Hijo, sino también antes en el arduo viaje de Nazaret a Belén donde, al no encontrar alojamiento, buscó un refugio improvisado en la noche.

Y en todo ello -mantuvo el Obispo de Roma- María no se descompuso, no se agitó, no se sintió molesta por estos grandes acontecimientos, simplemente considera, en silencio, lo que sucede, que guarda en su memoria y en su corazón, reflexionando con calma y serenidad.

"Esta es la paz interior que queremos tener en medio de los acontecimientos, a veces, tumultuosos y confusos de la historia, los sucesos de los cuales a menudo no comprendemos el significado y nos desconciertan".

La primera lectura -prosiguió el Papa- nos recuerda que la paz es un don de Dios y está relacionada con el esplendor de la cara de Dios, de acuerdo con el texto del Libro de los Números, que recoge la bendición usada por los sacerdotes de pueblo de Israel en sus asambleas litúrgicas.

Una bendición que repite tres veces el nombre Santo de Dios, el nombre impronunciable, y cada vez lo conecta con dos verbos indicando una acción en favor del hombre: "el Señor te bendiga y te guarde. El Señor haga resplandecer para ti su rostro y te conceda la paz".

La paz es, por tanto -dijo-, la culminación de estas acciones de Dios en nuestro favor, en las que se dirige a nosotros con el esplendor de su rostro.

Para las Sagrada Escritura, contemplar el rostro de Dios es la felicidad suprema: "la inundación de alegría delante de tu rostro".

De la contemplación del rostro de Dios "nacen la alegría, la paz y la seguridad", sostuvo el Obispo de Roma.

Nada puede quitar a los creyentes esta paz, ni siquiera la dificultad y el sufrimiento de la vida e incluso, en el sufrimiento se acrecienta nuestra esperanza "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo", concluyó.

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