Recargado en la base del semáforo espera la
luz roja para limpiar los parabrisas de los autos; viste una sudadera verde
olivo cuya capucha le cubre el rostro infantil, debe tener unos diez u once
años y mira de reojo a un par de niñas pequeñas que, sentadas en la tierra, en
la sombra que proyecta el tramo del inacabado tren interurbano México-Toluca,
juegan con unos muñecos sucios. Él no sabe que pertenece a los más de 300 mil
niños que trabajan en el Estado de México.
El trabajo infantil se define “como todo
trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es
perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”, es aquél que es peligroso
y prejudicial para su bienestar físico, mental o moral y que les impide, de
alguna manera, asistir a la escuela, los obliga a abandonarla o les exige
hacer ambas cosas.
El Estado de México tiene condiciones
poblacionales y sociales polarizadas; según la medición de la pobreza realizada
por el Coneval para esta entidad, de 2018 a 2020 el porcentaje de pobreza subió
de 41.8 a 48.9%, y el rezago educativo de 2020 se registra en un 14.1% de la
población.
Las razones por las que existen niños en los
semáforos limpiando parabrisas, vendiendo dulces o simplemente pidiendo dinero
son diversas, Marco Antonio Leyva Piña y Santiago Pichardo Palacios, en el
artículo “Un mundo sin trabajo infantil” señalan que “el trabajo infantil
se encuentra sumergido en esa constelación de condiciones estructurales que lo
condicionan en su aparición y reproducción en nuestra sociedad. También hay
otros factores que intervienen en su incidencia e impactos sociales, como los
sistemas familiares a los que se encuentran ligados los niños que trabajan, en
cuanto a su composición, su forma de organización económica y laboral, al significado
que otorgan a la educación y al trabajo, y a sus cambios en la era moderna del
individualismo”.
Según el Módulo de Trabajo Infantil de la ENOE
más reciente, que corresponde a 2017, en la entidad mexiquense hay 349 mil
768 niños y niñas de 5 a 17 años en trabajo infantil, de ellos, 208 mil
764 son hombres y 141 mil 004 son mujeres; son los varones quienes tienen mayor
acceso al mercado laboral, mientras que las mujeres quedan relegadas a los
quehaceres domésticos que, aunque no es considerado por la encuesta como una
actividad económica.
Las razones por las que los niños y niñas
realizan trabajan son diversas y están, asimismo, relacionadas con factores
sociales; una de las situaciones a considerar en estos casos que no están ni
cerca de lejos de terminar, es el trabajo no remunerado, Leyva y Pichardo ofrecen
como “una posible comprensión de este comportamiento laboral … que el
trabajo asalariado de los menores es contratado principalmente por la propia
familia, entorno que también se encuentra trazado por autoritarismos y
relaciones humanas verticales, que en muchas ocasiones llegan a los abusos y
degradación de la dignidad humana. 61.67% trabaja con algún familiar, 34.04% lo
hace con otra persona y sólo 4.20% lo hace de manera independiente”, mencionan.
El trabajo infantil se puede ver desde
diversos enfoques, tales como el abolicionista o el proteccionista, sin
embargo, tanto las diversas perspectivas académicas como los discursos
oficiales y los sistemas, también oficiales, de protección a las infancias
pasan al lado de esta realidad que, en territorio mexiquense, no se acoge a los
tratados internacionales ni a los esfuerzos de asociaciones civiles por su
erradicación, así, en los semáforos, los centros históricos, el campo, las
periferias urbanas, los talleres familiares los niños y niñas siguen trabajando
sin ningún tipo de regulación ni, por supuesto, celebración del Día del Niño.
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