Las madres buscan a más de 112 mil personas desaparecidas o no localizadas en México desde que hay registro.
El miedo que implican las amenazas, los disparos, las
búsquedas en “zonas calientes”, las muertes de compañeras o los mensajes para
que cesen en su empeño no es suficiente para que las madres que buscan a sus hijos desaparecidos en
México dejen de hacerlo.
“Nos preguntan si tenemos miedo, y claro que tenemos miedo,
temblamos de miedo, pero es más fuerte el amor, el deseo de buscar y encontrar
a nuestros hijos”, dijo en una entrevista con EFE María Herrera, madre de
cuatro hijos desaparecidos en México y reconocida recientemente como una de las
100 personas más influyentes del año por la revista TIME.
La tediosa, dolorosa y habitualmente larga labor que ejercen
ellas, las madres que buscan a las más de 112 mil personas
desaparecidas o no localizadas en México desde que hay registro, merece la
pena, relata María, si logran darles a sus hijos una sepultura.
“Si ya permitieron que les dieran una muerte indigna,
darles una sepultura digna es lo que buscamos”, dijo.
“A pesar de que estas son las cifras que se ventilan
públicamente la problemática es mucho mayor y estas madres buscadoras no
tienen las medidas de protección necesarias por parte del Estado”,
compartió en una entrevista con EFE César Contreras, abogado colaborador en el
área de defensa integral del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro-Juárez
(Centro Prodh), que acompaña a víctimas.
Contreras explicó que la crisis de desapariciones no
ha logrado erradicarse en este sexenio, sino que se ha mantenido como una
tendencia.
Además, las madres y el resto de los familiares buscadores
afrontan lo que ellas denominan una “doble desaparición”, porque cuando van a
denunciar, se encuentran con fiscalías que no se mueven y no actúan de manera
temprana.
Esto sucede por dos motivos, consideró el abogado, por falta
de capacidades al verse rebasadas por un gran número de casos y pocos
ministerios públicos, y por falta de voluntad política por parte de fiscalías y
autoridades.
Acudiendo a la Fiscalía, las madres esperan que al presentar
una denuncia un ministerio público realizara “diligencias básicas”, tales como
pedir grabaciones de cámaras de vigilancia, buscar vehículos o solicitar
información a instituciones, pero no sucede.
“Al ver que no ocurre, toman en sus propias manos la
búsqueda, y esto quiere decir que tienen que ir a los lugares donde sucedió la
desaparición o donde dejan rastro, son lugares de alta peligrosidad”, explicó
Contreras.
Y la protección que el Estado les concede es casi
inexistente, en muchos casos a pesar de que haya habido amenazas anteriores.
La esperanza materna
Aun con este panorama, las madres salen a buscar a sus hijos
por todo el país con la esperanza de encontrar algo.
“Todas decimos que cualquier resto que se encuentre en
cualquier parte es nuestro hijo, le llamamos tesoros (a los restos localizados)
porque eso son. Sabemos de antemano que para las madres lo más sagrado que nos
dio Dios en esta vida son nuestros hijos, y por ellos tenemos que luchar y
aguantar”, explicó María.
María vivió las desapariciones primero de dos de sus hijos,
Raúl y Jesús Salvador, en 2008 en Guerrero.
Después, el resto de sus hijos (tiene ocho en total)
salieron a otros estados a trabajar porque necesitaban dinero para sobrevivir y
también para seguir buscando.
En 2010 Luis Armando y Gustavo salieron a Veracruz y tampoco
regresaron.
“Lo primero que pensé fue dejarme morir, porque pensé que no
iba a poder soportar más las ausencias”, relató María, quién tras la
desaparición de sus otros dos hijos, sacó fuerzas para la búsqueda que dura
hasta hoy, aunque entonces creyó no tenerlas.
Los cuatro hijos desaparecidos de María fueron detenidos por
la Policía en el momento en el que se perdió su rastro.
Como ella, miles de mujeres buscan a sus familiares. Su vida es otra
porque el Estado no evitó las desapariciones y tampoco logró encontrar a sus
hijos, ni vivos, ni muertos.
Contreras recordó que todas ellas tendrían otro proyecto de
vida con su familia y se vieron forzadas a cambiar el rumbo “para poder
realizar la búsqueda en medio de todo el dolor que eso implica y lo han sabido
hacer con mucha dignidad”.
María terminó recordando que “México entero es un panteón
clandestino”.
“Yo creo que las madres a las que nos faltan nuestros hijos
vamos a estar (en el lecho de muerte) con la mirada perdida. No creo que
vayamos a tener esa paz que se siente cuando tienes a tus hijos a tu lado.
Vamos a morir solas, sin ese calor y sin esa fuerza que dan los hijos”,
sentenció.
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