Morena tiene la marca con mejor reputación del mercado, sobre todo en comparación a sus dos contrincantes principales (PAN y PRI).
“¡Hay tiro!” es la expresión coloquial que
varios líderes de la oposición usaron la noche del domingo para festejar el
resultado de las elecciones y decir que darán la batalla rumbo a 2024. ¿Es esto
posible?
Si las cosas siguen el curso de los últimos
años, no hay “tiro” posible en 2024. El partido oficial ganaría cómodamente la
Presidencia de la República y se terminaría de consolidar como la nueva
hegemonía política del país.
Morena tiene la marca con mejor reputación del
mercado, sobre todo en comparación a sus dos contrincantes principales (PAN y
PRI). López Obrador es un presidente popular que lo seguirá siendo hasta el
final de su sexenio. Aunque su aprobación no es transferible de forma lineal a
los candidatos de su partido, sí les da un colchón de apoyo político que otorga
una ventaja inicial.
Asimismo, Morena es la fuerza regional más
potente del país, ya con dimensiones hegemónicas. Con los resultados del fin de
semana, Morena tendrá 20 gubernaturas y, de la mano de sus aliados, hasta 22,
una cifra superior a la del PRI en su periodo de mayor fortaleza en el inicio
del sexenio de Peña Nieto. (Por cierto, Acción Nacional jamás superó las 12
gubernaturas en los dos sexenios que controló la Presidencia de la República).
Finalmente, el gobierno hace uso clientelar de
los programas sociales de manera efectiva y muchas veces ilegal. Esta coacción
del voto se mantendrá hasta 2024 y –además– el presidente ha dicho que
aumentará los fondos destinados a estos programas, aun si esto implica una
“pobreza franciscana” en los recursos de las burocracias federal y locales.
A pesar de ello, la oposición tiene tres
oportunidades para generar una elección competitiva en 2024. Primero, si
construye una narrativa asequible y atractiva que emocione al ciudadano y
ofrezca un mundo posible y mejor al sistema compensatorio y victimizador del
obradorismo. Segundo, si va en coalición. Tercero, si definen un método para
elegir a un candidato aceptable para las partes y atractivo para el electorado.
Si lo anterior ocurre, habría una elección
competida en 2024. Si además la oposición logra entusiasmar a las clases medias
urbanas para que voten masivamente (60 por ciento o más), no solo hay tiro
posible, sino que la oposición puede ganar la Presidencia de la República.
Pero, para ello, la oposición debe hacer un
análisis autocrítico de por qué no está convocando a la gente a las urnas, de
por qué su discurso no compite con el de López Obrador y por qué su
credibilidad sigue mancillada. Sin este balance, difícilmente habrá “tiro” en
2024.
Cuando la tasa de participación es baja, como
lo fue en Oaxaca y Quintana Roo este fin de semana, donde votó menos del 40 por
ciento de la lista de electores, el partido oficial (hoy Morena, antes PRI)
gana por amplios márgenes: predominan los votos de los grupos más movilizables,
vinculados a programas del gobierno o que trabajan en burocracias
gubernamentales.
A mayor participación, mayor competencia
electoral en 2024. Si se detona una amplia participación como ocurrió en 2021
en diversas zonas del país, sobre todo en la Ciudad de México, la elección de
2024 puede ser muy reñida. Además, si hay una alta participación, sea quien sea
el candidato ganador, resultará electo por el voto convencido de la gente y no
por algún tipo de mecanismo de coacción del voto. La alta participación es el
mejor antídoto democrático contra el clientelismo.
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