El 10 de junio de 1971, miles de jóvenes universitarios de la Ciudad de México volvieron a salir a las calles para exigir el libre ejercicio de sus derechos como ciudadanos y ciudadanas, sin embargo, fueron nuevamente increpados por el Estado Mexicano; controlado por un régimen autoritario, quien volvió a derramar sangre inocente para acallar cualquier voz disidente contra el sistema.
México inició el año de 1971 con un nuevo presidente, Luis
Echeverría Álvarez, quien se pronunció por establecer un gobierno a favor de la
concordancia con cualquier voz de oposición, así como entablar un diálogo entre
el Estado y los estudiantes, quienes habían experimentado el terrorismo de
Estado la noche de 1968. Acciones como la derogación del delito de disolución
social (1970) y la liberación de algunos presos políticos de la cárcel de
Lecumberri, llevaron a creer en la simulación.
No tardó mucho el Estado en volver a mostrar su verdadera
cara, asestando los primeros golpes a los estudiantes de la Universidad
Autónoma de Nuevo León (UANL), los cuales al intentar manifestar su
inconformismo y expresar sus demandas hacia una mayor democracia universitaria,
fueron señalados como revoltosos, comunistas, minorías violentas y criminales
del Estado, cientos de estudiantes regios fueron aprehendidos en junio de 1971.
La solidaridad académica de la Ciudad de México pronto se
hizo escuchar a favor de los académicos de la UANL y el rechazo del
autoritarismo. Una vez más, los principales núcleos se organizaron para volver
a salir a las calles de la Ciudad de México de manera pacífica, la fecha
elegida fue el jueves 10 de junio de 1971, día de Corpus Christi.
La marcha integrada principalmente por estudiantes del
Instituto Politécnico Nacional, Universidad Nacional Autónoma de México,
Escuela Normal Superior, Universidad Iberoamericana y Escuela de Agricultura de
Chapingo, entre otros colectivos universitarios, salió a las 5 de la tarde del
Casco de Santo Tomás rumbo al Monumento de la Revolución. Al llegar a la
Avenida de los Maestros el contingente fue encapsulado dentro de una maniobra
previamente coordinada entre el cuerpo de granaderos de la Ciudad de México y
fuerzas paramilitares que vestían de civiles identificados con el nombre clave
de Halcones, apelativo que denotaban su formación castrense al compararse con
un ave rapaz de gran fuerza, agresividad y agilidad al momento de cazar a su
presa.
La información que han llegado a proporcionar
testigos, testimonios y expedientes, hacen evidente que entre las décadas de
los 60, 70 y 80 se conformaron en el país distintos grupos paramilitares o de
choque, uno de ellos fueron los halcones quienes fueron conformados por
militares y pandilleros, todos bajo un mando militar e incluidos de manera
clandestina dentro de la nómina del Departamento del Distrito Federal. Los
porros fueron otras de las agrupaciones que se llegaron a conformar y fortalecer
en aquel año por las autoridades universitarias para reprimir cualquier
organización estudiantil dentro de las aulas.
Con palos de bambú en mano y propalando consignas como “Viva
la revolución” o “Viva el Che Guevara”, los sujetos denominados halcones
embistieron cara a cara a los manifestantes, mientras que, de las calles
secundarias laterales otra división de halcones cerró el cerco. Al pasar los
minutos, cientos de estudiantes caían presos, heridos o muertos, pocos lograron
escapar ilesos de aquella mortal trampa.
La versión institucional que fue manejada por el Estado
señalaba que el ataque a los estudiantes fue provocado por una facción radical
estudiantil. Con tal mentira se buscaba revictimizar a la misma juventud
mexicana y, al mismo tiempo, declarar la guerra sucia a las diversas
agrupaciones universitarias de izquierda. Sin embargo, los archivos y registros
visuales que fueron saliendo a la luz permitieron conocer lo que realmente
ocurrió aquella sangrienta tarde, en donde cerca de 120 estudiantes perdieron
la vida y otros miles fueron heridos o privados de su libertad.
En el Archivo General de la Nación se cuenta con evidencias
fotográficas de la Colección Hermanos Mayo en donde se puede apreciar como las
personas que formaban parte de la agrupación de Halcones mantuvieron una posición
muy cercana con las fuerzas policíacas durante aquel día, mismas que;
permanecieron como simples espectadores de los acontecimientos sin llegar a
intervenir, a pesar de que en la manifestación se accionaron en varias
ocasiones diversas armas de fuego.
Adicionalmente, los expedientes de la Dirección de
Investigaciones Políticas y Sociales y de la Dirección Federal de Seguridad de
la Secretaría de Gobernación dan prueba de como los diversos grupos
paramilitares participaron de manera clandestina en la infiltración y ataque de
la marcha estudiantil del 10 de junio, por ejemplo, en un informe de la
Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales se dio a conocer por
los infiltrados la fecha, hora y recorrido que tendría la manifestación, por lo
cual, no fue casualidad que los granaderos, el Ejército Mexicano y la
agrupación de los Halcones estuvieran posicionados en las calles por donde
pasaría el contingente, eligiendo la Avenida de los Maestros como la zona cero
del ataque, puesto que la barda perimetral de la Escuela Normal se prestaba
para acorralar a los estudiantes.
A las 12:40 horas, los contingentes de las fuerzas
públicas situados en la esquina de Ribera de San Cosme e Instituto
Politécnico Nacional han aumentado, encontrándose hasta el momento 6 camiones de granaderos, 5 jeeps, 5
camiones antimotines, 20 agentes de tránsito que no permiten la
entrada de vehículos “sospechosos” al Casco de Santo Tomás.
Otros reportes comentan que aquel día se encontraban
armados varios infiltrados dentro de la manifestación, los cuales al momento de
disparar hacia los Halcones provocaron que estos respondieran con las armas que
se encontraban dentro de los camiones de seguridad de la policía. Además, se
llegaron a identificar varios tiradores que estaban distribuidos por las
azoteas de los edificios aledaños, quienes tenían el objetivo de disparar
contra los que intentaban escapar del lugar.
El día 10 de junio de 1971, por la tarde, nos fue
ordenado por nuestro comandante del Segundo Batallón de Guardias
Presidenciales salir de nuestro cuartel, sitio en el Ex Hospicio de
Tlalpan, vestidos de civiles (éramos alrededor de 850), para ir a confundirnos
entre los estudiantes manifestantes que ese día salían del Casco de Santo
Tomás… Cerca de las 18.30 hrs.; cumpliendo instrucciones comenzamos a
disparar unos abajo y otros desde las azoteas de los edificios próximos.
Los hechos del 10 de junio de 1971 nunca fueron
esclarecidos, a pesar de la promesa del entonces presidente Luis Echeverría de
hacer justicia o de los intentos en 2006 por la Fiscalía Especial para
Movimientos Sociales y Políticos del Pasado para buscar el resarcimiento de los
daños. Sin embargo, la Masacre del Jueves de Corpus o El Halconazo ha pasado a
nuestra historia como una huella indeleble de sangre, que a 50 años no tiene
“Ni perdón, ni olvido”, tal como reiteran, año con año, los sobrevivientes y
víctimas del 71 y de la guerra sucia, puesto que debemos recordar que:
“El combate que el régimen autoritario emprendió
en contra de estos grupos nacionales –que se organizaron en los movimientos
estudiantiles, y en la insurgencia popular- se salió del marco legal e incurrió
en crímenes de lesa humanidad y violaciones al Derecho Humanitario
Internacional, que culminaron en masacres, desapariciones forzadas, tortura
sistemática, y genocidio, al intentar destruir a este sector de la sociedad al
que consideró ideológicamente como su enemigo. Al efecto, se utilizaron a
las instituciones del Estado, pervirtiendo a las mismas”
Informe de la Dirección General de Investigaciones Políticas
y Sociales de las 11:25 horas del 10 de junio de 1971,
contenido en el libro “Los Papeles Secretos del 10 de junio
de Enrique Condés Lara. Recuperado de Fiscalía Especial para Movimientos
Sociales y Políticos del Pasado. “Capítulo 4. El 10 de junio de 1971 y la
disidencia estudiantil”, en, Informe Histórico a la Sociedad Mexicana. Ciudad
de México, 2006, p. 188. Consultado
A la altura de Circuito Interior con esquina Segunda
Cerrada de Nogal, un grupo de halcones permanece junto a una unidad antimotines
las cuales se encontraban estacionadas sobre Circuito Interior.
Unidades de autobuses y carros particulares
fueron utilizados para mover a los halcones sobre la Calzada México-Tacuba y
Av. Ribera de San Cosme.
Los halcones pudieron moverse libremente sin ser detenidos o
increpados por las fuerzas policiacas, a pesar de portar varas de bambú como
armas.
Fuerzas policiacas caminan sobre la calle Lauro Aguirre, a
pesar de su presencia, y fuertemente armados, varios grupos de halcones
atravesaron dicha calle para llegar a la Av. de los Maestros.
Al integrarse la marcha estudiantil sobre la Av. de
los Maestros, es notorio la presencia de individuos que se encuentran
observando a los manifestantes.
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