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lunes, 27 de mayo de 2019

BOSQUEJO



Por: Fernando Flores Bailón



Al otro lado de la ventana se ven las imponentes montañas, congestionadas por el
amontonamiento de viviendas que amenazan con escalarlas totalmente y llenarlas de un color
gris; es el color del concreto, que deprime al atento observador, ese color todo lo abarca,
incluso cuando el sol cae con aplomo consumiendo el verdor de las montañas, el gris
permanece, ni las torrenciales lluvias lo destiñen.

El entorno es un reflejo de la sociedad, pero además ese entorno tiene la capacidad de
adentrarse en el ánimo de las personas, que acostumbradas o familiarizadas con un opaco
color no tienen la facilidad de aprovechar al máximo sus emociones y sentimientos. Un
paisaje hosco y agreste da como resultado un ánimo hermético y de desconfianza. Lo
hermético lleva a la persona a no considerar otras posibilidades, por ejemplo: otras opiniones,
otras costumbres, otra forma de vivir. Con la desconfianza se inhibe cualquier forma de
solidaridad desinteresada, el apoyo se reduce a sectores o círculos con un pequeño número
de miembros. No es la intención de estas palabras contribuir con un ánimo pesimista o
derrotista, al contrario, lo que se intenta es la trascendencia de estas condiciones, aunque para
ello es necesario señalar el problema, sólo así es posible la trascendencia.

Estimado lector, tú que al igual que yo, ves al otro lado de la ventana el amontonamiento de
casas, donde el color que predomina es el gris, tú, debes saber que eso incide en tu ánimo y
condiciona en cierta medida tu forma de ver el mundo y tu desenvolvimiento dentro de él.

Sin embargo, no se trata de un destino inamovible, en esto se puede ir más allá; para ello no
es necesario empezar de cero, el trabajo inicial ya fue hecho y es lo que yace frente a ti. Ese
paisaje gris y tosco hay que tomarlo como un bosquejo, como la base de un cuadro que no
está terminado y al cual hace falta el toque artístico; eso corresponde a cada uno de nosotros,
colorear esas vistas con nuestro ánimo y genio, habrá entonces que sacudirse ese hermetismo
y desconfianza, nutrirnos con música, poesía o cualquier tipo de obra artística, de tal forma
que nuestro espíritu se llene de la belleza que trae consigo el arte y así comencemos a habitar
en nuestro entorno. Basta recordar a un par de genios que en medio de paisajes tétricos
pudieron ver belleza en esos lugares, es el caso de Van Gogh y su estancia en el miserable
Borinage o tierra negra, de Bélgica; qué decir de Charles Baudelaire y su vida en el pobre
barrio latino de Paris. Ellos crearon y vivieron artísticamente entre lo adusto y triste.

Eso al otro lado de la ventana es un bosquejo, el inicio de una obra de arte; estos comentarios
podrían ser tomados como un intento de hacer de la realidad ficción o mera ilusión, pero
aclaremos: el arte y la visión artística del mundo es algo que acontece cuando no se está
satisfecho con lo que se ve, ni se está convencido que ahí se agote la realidad. El engaño está,
en realidad, con aquel que vive en el hermetismo y la desconfianza, creyendo que vivir
rodeado del gris es la única forma de vivir.

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