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miércoles, 5 de diciembre de 2018

La Cuarta Transformación (Primera de varias partes)

COLUMNA: BÚHO DE MINERVA
Artículo de fondo sobre política
Serie: platinum.















“Un líder es alguien que conoce el camino, anda el camino, y muestra el camino”
John C. Maxwell


La mañana del sábado 1 de diciembre de 2018 es neurálgica para los destinos de la nación. El reloj señalaba las 11: 25 horas aproximadamente cuando Andrés Manuel López Obrador se ceñía, después de dieciocho años de intensa lucha, la banda presidencial y se convertía, al fin, en el 65 Presidente de México. Enseguida, después de los saludos protocolarios del discurso de toma de posesión, arenga: “Amigas y amigos, por mandato del pueblo iniciamos hoy la cuarta transformación política de México”.

Continua con mayor énfasis: “puede parecer pretencioso o exagerado, pero hoy no solo inicia un nuevo gobierno, hoy comienza un cambio de régimen político.” Y así prosigue Andrés Manuel su discurso de dieciocho páginas, una hora dieciocho minutos después lo concluye. Para muchos fue un discurso fantasioso y poco claro, sobre todo para la pléyade de los intelectuales orgánicos que se han cobijado en los gobiernos neoliberales que durante 36 años rigieron a la nación; para otros son las vislumbres de un gobierno socialista populista.

Todos ellos, consumados expertos, se equivocaron. Los primeros por un auténtico ataque de perversidad, quieren seguir colgados de las ubres; los segundos por una muy oscura ignorancia. El discurso de AMLO es una pieza de oratoria profunda y congruente. Dicho discurso, además de esbozar un programa de gobierno, - algo que ya es digno de ser aplaudido, pues ahora todos luchan por obtener el poder, sin saber para que se utiliza, salvo para beneficio propio,- contiene fuerte raíces históricas, culturales y filosóficas de nuestra nación.

La Cuarta Transformación tiene su esencia en la ardua lucha por vencer los dos grandes males que siempre nos han aplastado y ahogado, impidiéndonos desarrollarnos como un pueblo libre, próspero, cívica y culturalmente fortalecido y adelantado, como nuestra verdadera cultura madre, la olmeca. Esos males son la corrupción y la lacerante desigualdad. La lucha la inician Hidalgo y Morelos; la amplían Juárez y esa maravillosa camada de intelectuales liberales del 57, la buscan culminar los hombres que forjaron la Revolución Mexicana.




Andrés Manuel López Obrador, a diferencia de nuestros últimos presidentes, tiene el sano hábito de la lectura. Ello lo conectó con su destino. Pues la Cuarta Trasformación es un golpe de timón para retornar al camino extraviado a partir de 1946, cuando en México gobernaba un presidente conservador y de derecha, los principios de la Revolución ya habían sido permeados por la corrupción y la desigualdad persistía, Manuel Ávila Camacho. En ese entonces, se levanta la voz solitaria de nuestro mejor historiador político denunciando el desvió de metas.

Así como Moisés encontró en Hermes Trismegisto al visionario que le indicó las luces del camino a la libertad del pueblo hebreo; así también AMLO descubre a su guía espiritual en Daniel Cosío Villegas, un indomable liberal, creyente de las bondades y principios cívicos de una república democrática liberal y austera, critico implacable de quienes perdieron el camino de los principios revolucionarios y se refugiaron en la corrupción, propiciada por la impunidad de una presidencia monárquica, autoritaria, hueca y sin contrapesos.

Siendo Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, en las fiestas decembrinas de 2001, López Obrador repartió a todos sus allegados como obsequio de Navidad ejemplares de un valioso ensayo llamado: “La Crisis de México”, de Daniel Cosío Villegas. Las ideas vertidas en ese pequeño ensayo escrito hace 71 años, impregnan toda la vida política y también el discurso de toma de posesión de Andrés Manuel. La deshonestidad y la corrupción, instituía Don Daniel, más que ninguna otra causa, han tronchado la justicia social y el desarrollo de México.

De la gran obra histórica de Daniel Cosió Villegas, la cual comprende los diez tomos de la Historia Moderna de México (1867-1910), agotada hace mucho tiempo, así como sus diversos ensayos, verdaderos obuses en contra de la arbitrariedad y la podredumbre política del presidencialismo postrevolucionario mexicano, se origina el pilar central del discurso de López Obrador, la aversión y combate a la corrupción, el mal que más daño ha causado a la nación, junto con la desigualdad social y la violencia. “Es necesario purificar la vida pública”.

Cabe agregar que el ideario político y, desde luego, el discurso de López Obrador se completan con la inclusión de otros dos pilares fundamentales. Ellos son la necesidad de saciar la sed de justicia social que tiene el pueblo de México, de ahí surge precisamente ese generoso mantra: “Por bien de todos, primero los pobres”, así como esa necesaria y extraña cualidad social y política, propia de las grandes repúblicas, el saber perdonar. Estos dos pilares tienen mucho que ver con los chontales, Carlos Pellicer, Gandhi y León Tolstoi.

Ya los veremos, con mayor detenimiento, en nuestra próxima entrega.









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