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martes, 25 de septiembre de 2018

Jugando con los medios




Macario Schettino

Como usted sabe, en Estados Unidos se decide en estos días un nuevo nombramiento en la Suprema Corte de Justicia. Se trata de un asunto de la mayor importancia, por el papel que tienen las cortes en ese país, mucho más poderosas que en prácticamente cualquier otro. El movimiento hacia el centro de la política estadounidense en los sesenta y setenta no requirió sólo del impulso de Lyndon Johnson, sino de decisiones de la Suprema Corte que permitieron reducir la discriminación.
En las últimas décadas ha habido una tendencia al retroceso, con el nombramiento de ministros conservadores. Fue el caso de Clarence Thomas, nominado por Bush, que sustituyó a nada menos que Thurgood Marshall, el líder de los liberales en la Corte. Obama nombró dos ministros (Elena Kagan y Sonia Sotomayor), pero ya no pudo nombrar el tercero, Merrick Garland, porque los republicanos lo impidieron. Entiendo que fue la primera vez que se impidió a un presidente nombrar a un ministro de la Suprema.
Donald Trump, en cambio, pudo nombrar muy pronto a Neil Gorsuch (precisamente para el lugar al que no pudo llegar Garland), y ahora está por nombrar a un segundo ministro, que ocupará el lugar de Anthony Kennedy, que se retira. Este nombramiento pondrá la Corte 5-4 a favor de los republicanos, y el nominado, Brett Kavanaugh, ha sido muy claro en su posición conservadora en los derechos sociales, empezando por el aborto. Se cree que su ratificación pondría en riesgo la sentencia Roe vs Wade, que es la que sostiene el derecho a abortar en Estados Unidos.
Por eso, la candidatura de Kavanaugh ha sido muy atacada por los grupos liberales (en el sentido estadounidense), y han aparecido acusaciones de su comportamiento como estudiante que hacen dudar de su capacidad de juicio. Primero fue acusado de abuso sexual a una compañera, y hay ahora al menos otras dos acusaciones similares, además del dicho de que, en sus tiempos de universitario, solía emborracharse hasta perder el sentido.
Los republicanos realmente tienen interés en controlar la Corte y por eso han apoyado a Trump hasta la ignominia, y todo indica que lo seguirán haciendo. Pero además de ganar en el Senado, hay que ganar en los medios, y para eso ayer vimos una espectacular jugada de Trump. La semana pasada filtraron al NYT que Rod Rosenstein, el fiscal adjunto, jefe directo de Mueller, quien investiga al presidente, había dicho que deberían grabar a Trump para aplicarle la enmienda 25 (es decir, demostrar que es incapaz de gobernar). El periódico publicó esa filtración (que no pudo venir sino de la Casa Blanca), y ayer lunes corrió la versión de que Rosenstein sería despedido y que para evitarlo renunciaría primero. Se anunció que había sido llamado a la Casa Blanca para formalizar su salida. Nada de eso ocurrió, pero se anunció que el jueves tendrá una reunión directamente con Trump.
Con esto, la atención pública al caso Kavanaugh se vino abajo, y el jueves todos estarán atentos a Rosenstein y no a la discusión en el Senado y a su eventual ratificación en la Corte. No es posible saber si eso ayudará o perjudicará rumbo a la elección intermedia, que está a seis semanas, pero de momento le permitirá a los republicanos el control de la Corte, posiblemente por más de una generación.
No parece importar que Kavanaugh, como Trump y como tantos otros de su entorno, sean claramente misóginos, intolerantes, abusivos y racistas. Para quienes han pensado que Trump nada más causaría daño por cuatro años, es momento de que revisen su análisis.


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